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Situación actual del Desarrollo Sostenible, retos y Agenda 2030

Pedro Ruiz| 15 de julio de 2022

Una guerra a gran escala en territorio europeo por primera vez en cinco décadas. En otras partes del mundo, las dictaduras que no respetan los derechos humanos más básicos se han fortalecido, véase Afganistán. Los precios creciendo a doble dígito en el mundo desarrollado, por culpa del disparatado precio de la energía que se ha extendido hasta los alimentos y otros bienes. También, por unos cuellos de botella que amenazan no solo con encarecer los comestibles, sino hacerlos escasos. A todo ello,  se le puede añadir que la economía está en clara contracción, algunas cerca de la recesión (Estados Unidos) y otras proyectan su menor crecimiento en décadas (China).

Ese es el resumen de un 2022 que parece todavía más catastrófico que los años preliminares. Todo un récord. Y en ese contexto alguien debe velar porque se siga avanzando en el cumplimiento de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que la Asamblea General de las Naciones Unidas en su 70º aniversario se impuso allá por 2015.

Y pese a que ahora parece más difícil que nunca, la realidad es otra. El cumplimiento de los objetivos se está retrasando, primero por la pandemia y después por los conflictos geoestratégicos. De hecho, algunos ya parecen inasumibles pese a que todavía queda la mitad del camino. Pero tampoco hay que llevarse las manos a la cabeza, al fin y al cabo, este tipo de metas siempre han estado caracterizadas por dos eventos: el primero es que los propósitos siempre suelen ser poco realistas y pecan de un excesivo optimismo. La segunda es que los shocks económicos, militares o de precios son el pan de cada día en el mundo.

 

 

Pensemos en el primero de ellos. El término ‘sostenibilidad‘ cumplirá 40 años dentro de la agenda mundial este próximo 2023, después de que lo introdujese la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo de la ONU (más conocida como la Comisión Brundtland por el nombre de su presidente, Gro Harlem Brundtland, exprimer ministro noruego). La idea era abordar la creciente preocupación por “el deterioro acelerado del medio ambiente humano y los recursos naturales, y las consecuencias de ese deterioro para el desarrollo económico y social”.

Además, introdujo la idea de desarrollo sostenible, que definió como desarrollo que “satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”. Ese compromiso generó mucha euforia. Los grupos ecologistas se preocuparon cada vez más por la pobreza, y las organizaciones benéficas de desarrollo se volcaron con la flora y la fauna. Más tarde, en 1992, el Banco Mundial sacó un informe sobre el Desarrollo Mundial que hablaba con entusiasmo de las estrategias de “ganar-ganar”.

En aquel entonces, parecía que la situación daría un cambio drástico. Pero nada más lejos. El Banco Mundial, por ejemplo, reconocería años después que ese informe era “demasiado optimista”. Y si miramos a la realidad, 40 años después, se puede ver como las emisiones de CO2, principal agente del calentamiento global, se han duplicado desde entonces. ¿Cuál ha sido el problema? Básicamente, que aquella definición de Brundtland no reconocía que en muchas ocasiones equilibrar la defensa del medioambiente y el desarrollo económico ha sido (y todavía lo es) muy difícil.

China y la India están detrás de algunos de los avances más importantes en las últimas décadas en cuanto a desarrollo. Más especialmente, en la lucha contra la pobreza y la pobreza extrema. Pero en esa balanza también hay que incorporar que son, con mucha distancia, las dos regiones que más han contribuido al cambio climático desde entonces. La razón es que la mitad de la energía que consume la obtienen del carbón, la sustancia más contaminante, pero también más barata, de tal modo que su desarrollo ha sido muy sucio, aunque tremendamente efectivo.

 

EL MUNDO MEJORA A PESAR DE LAS GUERRAS O LOS SHOCKS ECONÓMICOS

Obviamente, cada momento en la historia es distinto de cualquiera anterior. Aunque suelen estar relacionados o al menos “rimar” que decía el pragmático Mark Twain. En esta ocasión, la situación es realmente complicada. La espiral de precios que se está viviendo en los países desarrollados es histórica, con datos no vistos desde las crisis del petróleo en 1970. Y la guerra a gran escala en Ucrania, territorio europeo, es la primera desde la Segunda Guerra Mundial. También los problemas geopolíticos y los cuellos de botellas en las cadenas de distribución mundial ahora son más críticos por la interconexión de todo el mundo.

 

El problema siempre ha sido que la definición original de sostenibilidad no equilibró bien la defensa del medioambiente y el desarrollo económico.

 

Pero hasta ahí la versión apocalíptica de la realidad. En Ucrania ya hubo un enfrentamiento militar en 2014 y Rusia ha atacado otros muchos países en las últimas décadas. La crisis económica de altos precios llevará a forzar una recesión, pero el mundo financiero parece más entero que en 2008 cuando casi colapsa el mundo. Y los problemas de alimentos, que son cíclicos, causará hambre y en algunas situaciones muertes. Pero si en 2005 eran unas 850 millones de personas las que estaban afectadas por el hambre, ahora las estimaciones se acercan a los 250 millones. En el peor de los casos podría alcanzar los 400 millones.

En definitiva, la situación no es fácil, pero es mucho mejor que hace años. Los objetivos ligados a la Agenda 2030 difícilmente se cumplirán totalmente, pero eso no es malo. De hecho, se ha visto cómo desde que se institucionalizó el término sostenibilidad en 1983 se ha abusado de él con mucho optimismo. Eso ha hecho que prácticamente nunca se hayan cumplido las metas puestas por los representantes políticos. Aunque eso tampoco ha impedido que en la actualidad (en un periodo más largo que solo 12 meses y equilibrando recursos, medioambiente y desarrollo económico) el mundo este mejor que nunca.

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