Alberto Campo Baeza: «Me gusta hacer edificios que hagan felices a las personas»
La luz es el elemento base sobre el que se cimienta la vida y la obra del Premio Nacional de Arquitectura 2020. La luz física: “el material gratis más lujoso”; la luz interior de su honestidad, la luz exterior de su cátedra docente, y la luz del reconocimiento académico y público. Alberto Campo Baeza ha recibido recientemente la Medalla de Oro de la Arquitectura y podría ser el próximo español en las alfombras del Pritzker.
En un discreto estudio de la calle Almirante, en Madrid, tiene su volcán arquitectónico Alberto Campo Baeza. Blanco sobre blanco. Camisa blanca. Hace un año colgó las botas docentes en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid, donde ha impartido clases brillantes hasta los 73 años. Pero sigue enseñando por Zoom en universidades americanas, y sigue recibiendo loas a su obra y a su legado, aunque él continúa trabajando en esta tarde de verano en un estudio donde muchos enamorados de la auténtica arquitectura pagarían por entrar, otear y disfrutar.
Huele a trabajo bien hecho. A solera. Un hombre amable lleno de vida, de ilusión y de proyectos nos traza su planta, su alzado y su perfil. Según sentencian los expertos, estamos ante el arquitecto español que mejor provecho ha sabido sacarle a la luz. Entre otros parabienes, ha recibido la Medalla de Oro de la Arquitectura y fue el Premio Nacional de Arquitectura 2020. Acaba de ser honoris causa por la Universidad Nacional de Rosario, en Argentina. Su currículo es una gran vitrina blanca de galardones discretos de todos los tipos y colores, incluido el Premio a la Excelencia Docente, el pilar al que ha dedicado media vida.
Campo Baeza es un estilo propio donde la lógica, el sentido común y la sencillez lo inundan todo, porque son extensiones de la personalidad del arquitecto cuyo hogar tiene 25 metros cuadrados y una cama abatible, porque a él le basta con “muy poco para vivir. Estoy acostumbrado a comprar lo más barato y a tirar de marcas blancas”.
BELLEZA Y LIBERTAD
Campo Baeza son esas casas suyas donde palpita un corazón gaditano despojado de todo lo superfluo hasta vestir de verdades bellas las cuatro paredes que alojan vidas: la Casa Gaspar, la Casa Rotonda, la Casa Turégano, la Casa Moliner, la Casa del Infinito, la Casa Guerrero… Andalucía y siglo XXI. Diálogo perfecto entre presente y ambiente, alma y cuerpo, clasicismo y contemporaneidad.
Esa apuesta vital por la sobriedad contrasta con el imaginario del lujo de la arquitectura.
La sobriedad es una expresión de la sencillez.
«La sobriedad es fruto de la auténtica elegancia»
¿La sobriedad está infravalorada en un contexto social, artístico e incluso cultural más bien despampanante?
La sobriedad es fruto de una buena educación y de un acertado concepto de la auténtica elegancia.
«Un arquitecto que impone su capricho no tiene sentido»
Su arquitectura es humana. En un país en el que tener una casa digna es una preocupación para millones de familias, ¿hemos prostituido la esencia de un hogar?
¡Dicho así suena tremendo! Es verdad que la principal obsesión, no solo de los españoles, sino de todo el mundo, es tener una casa digna. La casa es tema central de la arquitectura. Un arquitecto que impone su capricho o su invención no tiene sentido, porque debe saber que el objetivo de su trabajo son las personas, y sus espacios deben hablar de libertad. En arquitectura, la casa es fundamental, como avalan los grandes arquitectos de la historia. Yo he hecho muchas casas porque no me encargaban otra cosa. Las he hecho y las sigo haciendo muy a gusto. La arquitectura no debe ser nunca un desahogo personal, sobre todo porque las cosas cuestan y deben ser útiles y estar bien construidas.
Su arquitectura es honesta. Buena. Bonita. Barata. Yo pensaba que los grandes arquitectos eran solo para la clase alta…
Eso es una equivocación absoluta. Me gusta hacer edificios que sirvan para los demás, como un servicio. Que haga felices a las personas, aunque dicho así quede un poco cursi…
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