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Alfredo Corell: Ciencia, divulgación e influencia positiva

Alvaro Sanchez Leon| 8 de abril de 2021

 

Alfredo Corell es uno de los rostros mediáticos de la ciencia española nacidos durante esta pandemia. Ha pasado por todos los canales de televisión hablando con propiedad sobre el coronavirus y sus circunstancias, una tarea que entiende como una obligación científica.

Es catedrático de Inmunología y uno de los mejores docentes del país que ha sabido dar el salto del aula a la calle. Su estela es un ejemplo para que, los que saben, den la cara ante una audiencia desconcertada. Esta crisis de salud pública ha puesto de manifiesto que informar con exactitud es una dimensión social irrenunciable de la ciencia, sobre todo ante el asedio de los bulos que azuzan la incertidumbre.

Hay que reconocer que le va la marcha. Su tarea docente lleva años dando que hablar, y por eso fue elegido en 2018 como el mejor profesor de la universidad española. ¿Por qué? Porque cuando empezó a impartir Inmunología en la Facultad de Medicina de la capital castellanoleonesa, sus alumnos le dijeron que no se enteraban de nada, y aquello le transformó en un maestro de la didáctica.

Desde entonces, Alfredo Corell convirtió sus clases en un imán. Empezó travistiendo en personajes de teatro a las moléculas, los átomos y las partes de las células. Luego se hizo profesor-youtuber con sus inmunopíldoras, unos vídeos breves que hacen digerible el temario de Inmunología para sus alumnos y para otros muchos estudiantes de España e Iberoamérica. Y una vez que se desató la espiral de la didáctica sin límites de capacidad, vinieron muchas acciones que hicieron y siguen haciendo la ciencia más amable, también para los ciudadanos ajenos a este mundo de conocimientos tan técnicos.

El reconocimiento a su tarea, explícita también a través de las redes sociales, fue creciendo entre el agradecimiento de sus alumnos y el de sus colegas. Y en esas estaba Corell poco antes de que le nombraran vicerrector de Innovación Docente y Transformación Digital de la Universidad de Valladolid cuando explotó la pandemia. Entonces, los coronavirus y las vacunas conquistaron la parrilla catódica y como miembro de la junta directiva de la Sociedad Española de Inmunología decidió arremangarse y meterse en harina ofreciéndose a los medios para explicar la ciencia con conciencia en el lenguaje de las masas en un momento extremadamente delicado.

Hoy es uno de los divulgadores científicos más conocidos de España, habitual entre platós, emisoras y textos periodísticos. Es experto en encontrar la manera de explicarnos qué está pasando para que entendamos con criterio la dimensión del coronavirus, sus defensas y sus ataques en un país donde la didáctica política parece imposible.

No conocía mucho el mundo de los medios, pero decidió dar el paso porque “siento la obligación como científico de divulgar en el lenguaje de la calle. No tiene sentido que todos los avances que suceden en la Universidad o en los laboratorios no den el salto a los ciudadanos, que son quienes costean nuestra preparación y quienes más necesitan saber lo que está pasando”.

Corell: Bata y calle

Más allá del conocimiento, a él le acompaña el don de la palabra, la creatividad, la intuición para dar en la tecla al comunicar, la empatía, la experiencia docente, la disponibilidad y el cariño creciente de las audiencias por conseguir acercar la bata a las preguntas de la sociedad. “El compromiso con la divulgación tiene un coste. Aunque los medios, a veces, no valoran suficientemente lo que suponen el tiempo y la dedicación de un científico, merece la pena enfatizar nuestra misión social, porque, si las cosas se explican bien, se digieren mejor, aunque sean malas noticias”.

«Merece la pena que los científicos enfaticemos nuestra misión social, porque, si las cosas se explican bien, se digieren mejor, aunque sean malas noticias»

 

Sereno, preparado, directo, apasionado de lo que transmite, alérgico a las estridencias. Le vemos ahora desenvolverse con naturalidad y acierto de una cadena a otra, ayudando a muchos telespectadores a aclararse con la última hora de una pandemia difícil de entender. Parte de su éxito es el cribado: “Si me piden que hable algo de lo que no soy especialista, digo que no”. Y eso, que parece un modo lógico de responder a los medios de comunicación, es un peldaño de prestigio.

Se mueve entre las televisiones con soltura, pero con sus prevenciones también, porque conoce su lenguaje y su forma eléctrica de funcionar. A cualquier académico se le habría roto la cintura, pero él sigue adelante porque, más que en las televisiones, está pensando en un pueblo azotado por un tsunami sin alma. Eso sí, él impone su tono: “Nadie me dice cómo tengo que hablar o qué tengo que decir. Pienso mucho cómo hacerlo, y trato de explicarme lo mejor que puedo”.

Su temor es que el aumento de los contenidos científicos en prime time de ahora sea un suflé cuando escampe la tormenta: “No sé qué quedará de todo esto. Espero que se mantengan los espacios de divulgación. Lo positivo es que los medios han entendido que la ciencia tiene interés y que, detrás de la comunicación de la ciencia, debe haber científicos”.

 

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Foto: Vicente Fernández

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