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El mundo que viene: 1.600 M de personas amenazadas por el hambre y la muerte

Pedro Ruiz| 20 de mayo de 2022

El mundo parece hoy en día un lugar inhóspito. Pero en pocos meses promete serlo todavía mucho más. Hasta ahora, el efecto de la guerra solo se había hecho sentir de forma parcial al elevar los precios de la cesta de la compra. Próximamente, la promesa es que directamente haga desaparecer muchos de ellos. Para los países más ricos como España eso implicará un crecimiento desmedido del precio de los alimentos que incrementará la pobreza. Incluidos posibles razonamientos energéticos. Para las regiones menos desarrolladas implicará hambre y también muerte.

La invasión de Ucrania perpetrada por el ejército ruso ha cambiado el mundo. Y eso tiene muchos efectos tanto a corto como a largo plazo. Empecemos por los que son más visibles. Últimamente, las señales acerca de futuros cortes energéticos en Europa se han disparado. En Alemania, por ejemplo, se han multiplicado las informaciones sobre cómo proceder ante un corte eléctrico prolongado. Todavía más reconocido fue cuando las Fuerzas Armadas de Austria difundieron a principios de octubre un vídeo en el que decía que la población se debía preparar ante un gran apagón en toda Europa.

Más reciente, han sido las instrucciones que Bruselas ha incluido en su plan de desconexión de los combustibles rusos, denominado RePowerEU. En concreto, la “eficiencia energética”, esto es intentar reducir el consumo. “El ahorro es la forma más rápida y económica de hacer frente a la actual crisis energética. La reducción del consumo de energía reduce las elevadas facturas de energía de los hogares y las empresas a corto y largo plazo, y reduce las importaciones de combustibles fósiles rusos”, se alegaba en el documento. Además, añadía que se busca “reducir el consumo a través de una mayor eficiencia”.

 

LOS ALIMENTOS SUSTITUIRÁN A LA ENERGÍA COMO BIENES MÁS CAROS

Además, se propondrá no solo un cambio de modelo de vida, sino también en aspectos materiales que van desde los vehículos a las calderas o los electrodomésticos. “Los Estados miembros también deben aprovechar al máximo las medidas de apoyo, como los tipos reducidos del IVA para los sistemas de calefacción de alta eficiencia y el aislamiento de los edificios y otras medidas de fijación de precios de la energía, que fomentan el cambio a bombas de calor y la compra de electrodomésticos más eficientes”, se argumenta desde Bruselas. Aunque un posible apagón energético no es el único efecto problemático, también lo será el aumento de los precios.

Hasta ahora, el fuerte incremento de los precios tenía un impulsor principal: la energía. Pero en los próximos meses se verá cómo el empuje de los precios energéticos pierde fuelle, mientras que lo gana el resto. En especial, los alimentos. Sin ir más lejos, hace solo unos días el precio del trigo subía drásticamente ante los malos augurios que hay. Y es que los verdaderos problemas que plantea la guerra están a punto de aparecer a medida que una parte importante de los campos ucranianos no se puedan plantar. Y es que aproximadamente la mitad de los campos de trigo de invierno se encuentran en el sureste, donde muchos están salpicados de explosivos. Además, la infraestructura ha sido destruida.

 

Alimentos
Los campos de trigo de EE.UU. están arrasados por el calor.

 

 

En el caso de Rusia, los problemas son otros: las sanciones impuestas por la Unión Europea. Aunque no se dirigen directamente a las exportaciones de alimentos sí dificultan el comercio, en especial en el caso de articular los pagos. Por último, hay otro problema, que no tiene que ver con la guerra, pero que también amenaza la oferta de alimentos en todo el mundo como es el cambio climático que produce fuertes oscilaciones de temperaturas.

 

PROBLEMAS CON LOS CULTIVOS A LO LARGO DEL MUNDO

China, por ejemplo, ha suspendido las exportaciones de alimentos porque considera que su cosecha de trigo de invierno podría ser «la peor de la historia». No es el único país. El pasado 13 de mayo el gobierno de la India anunció que prohibía de exportación de trigo, aunque dice que hará excepciones para países específicos que lo necesiten, el 15 de mayo se informó de un acuerdo de 500.000 toneladas con Egipto. Actualmente hay 26 países que aplican severas restricciones a las exportaciones de alimentos. Las diversas medidas cubren el 15% de las calorías comercializadas en todo el mundo, calcula The Economist.

Y los que no las limitan, como Estados Unidos, también advierten de que las condiciones climáticas han sido complicadas. Así, gran parte del cinturón de cereales de Estados Unidos está pasando por una sequía tan grave como la que vio en 2012 y 2013. Alrededor del 40% del cultivo de trigo en las planicies áridas de Estados Unidos se consideró recientemente en malas o muy malas condiciones (mientras que el promedio suele estar en el 15 o 20%).

El 12 de mayo, el USDA pronosticó que la producción de trigo caería un 21% en comparación con 2021. Europa está recibiendo muy poca lluvia en un momento de la temporada en que el trigo es más vulnerable a la sequedad. Un poco de lluvia tardía puede ser suficiente para revivir los cultivos, pero parece seguro que la producción será alarmantemente baja este año.

Por último, hay más factores que pondrán a prueba a los agricultores. Uno conocido es el alto coste del diésel con el que se recogen las cosechas. Otro es el encarecimiento de los fertilizantes y los problemas que puede causar tanto en productividad como en rotación de plantaciones.

 

HASTA 1.600 M DE PERSONAS EN RIESGO DE HAMBRE EXTREMA

En 2021, hasta 25 países obtuvieron más del 30% de sus fertilizantes de Rusia. En Europa, las preocupaciones por la seguridad energética están restringiendo el uso de gas natural para fabricar fertilizantes a base de nitrógeno, por lo que el continente necesitará importar más, agregando una demanda adicional a un mercado donde el precio ya ha aumentado notablemente.

Las limitaciones en potasa también parecen importantes y aunque parece haber espacio para aumentar la producción en Canadá, los precios se mantendrán altos. Además, los pesticidas y herbicidas, a menudo producidos a partir de hidrocarburos, también han subido de precio.

Eso ha provocado, por ejemplo, que muchos agricultores hayan empezado a pensar en cambiar sus cultivos. En Ucrania, muchos han empezado a cultivar patatas, para consumo doméstico, en lugar de cereales para la exportación. Otras alternativas son las de sustituir los cultivos de plantas forrajeras, de las que se alimentan los animales, por trigo y cereales.

Pero se trata de una solución incompleta, al fin y al cabo, esa opción lastraría el aporte de calorías que llegan a través de la carne. De hecho, durante la crisis de 2007 y 2008, los cambios en la alimentación animal, junto con los recortes en la producción y los sacrificios, provocaron que los precios de la carne y los productos lácteos se dispararan.

En definitiva, la crisis de alimentos que sobrevuela lo que resta de 2022 y parte de 2023 puede ser terrible. António Guterres, el secretario general de la ONU, ya advirtió de que los próximos meses amenazan con “una escasez mundial de alimentos”. Otros, directamente ya ponen cifras a esa apocalíptica frase. Así, se calcula que ya hay en el mundo 1.600 millones de personas que no pueden estar seguras de obtener lo suficiente para comer. Dentro de ese elevado número, unas 250 millones podrían morir de hambre en los próximos meses.

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