La utopía robótica de Amazon que deshumaniza y corroe a sus trabajadores
El legado de Jeff Bezos al mando de Amazon será recordado como uno de los más exitosos de la historia. Quizás el que más. Un increíble despegue que, sin embargo, para el ejecutivo probablemente haya sabido a poco. De hechos, Bezos considera que si en lugar de haber tenido una plantilla inmensa de trabajadores, el mayor empleador del mundo, hubiera tenido un ejército de robots el resultado hubiera sido épico. Tanto es así que, durante sus décadas al frente de la compañía, su principal motivación fue la de convertir su fuerza laboral en una robótica.
Amazon y Bezos son la prueba irrefutable de la deshumanización del trabajo. El ejemplo perfecto de la alienación que siempre temió Nietzsche. Durante muchos años (incluso siglos atrás) la humanidad se ha preocupado porque las máquinas les quitarían el trabajo. Curiosamente ahora hemos superado ese temor a cambio de tener que hacer una elección mucho más perturbadora: ser sustituidos por un robot o convertirnos en él. En eso mismo es en lo que el gigante del comercio electrónico lleva trabajando mucho tiempo, de hecho, ha logrado con éxito sustituir la mano de obra o casi automatizar sus movimientos.
Además, lo está haciendo de una forma orwelliana. Amazon está patentando, incorporando o comprando infinidad de aparatos, sensores o cámaras para registrar y analizar cada movimiento de sus empleados. Con esos datos, sus algoritmos, armados con los últimos desarrollos en inteligencia artificial, evalúan a cada empleado y toman decisiones al respecto. Una línea de actuación peligrosa, por los enormes sesgos que todavía tienen, y que acaban en infinidad de injusticias. Aunque a la firma le da igual, no solo porque sabe que ahorra costes, sino porque lo ejecuta valiéndose de su enorme poder frente a empleados poco cualificados y fáciles de reemplazar.
LAS CÁMARAS DE NETRADYNE INUNDAN LA FLOTA DE REPARTO
La compañía, además, lo está ejecutando a todos los niveles: repartidores, almacenes o gerentes. Empecemos por los primeros. El último avance que ha ejecutado la firma para controlar más de cerca de sus conductores, muchos de ellos encargados de repartir sus paquetes, es la implantación de cámaras de la firma Netradyne. El funcionamiento es sencillo, ya que el aparato graba al piloto en todo momento y registra lo que se conocen como “eventos” en los que piensa que el conductor se ha despistado o no sigue las normas de circulación. Amazon defiende que el sistema garantiza una mayor seguridad, pero no todos están de acuerdo.
En primer lugar, porque por muy desarrollado que este el sistema todavía es incompleto. Los robots, más aquellos con IA, son lo contrario a las personas: se atoran en pequeños desafíos intelectuales poco comunes, mientras que nunca se cansan. Ese es, de hecho, el gran problema que ha encontrado el rápido avance de la conducción autónoma que ha obligado a retrasar una y otra vez los ambiciosos planes para su adopción. Eso mismo no sería un problema hasta que encuentras que esa misma tecnología que es incapaz de hacer ese trabajo debe evaluar como lo hace una persona.
Así, este tipo de tecnología recoge como “evento” cosas tan sencillas como frenar antes o después de una señal porque un árbol tapa la visión. Otra es que mirar por el retrovisor también se considera un “evento” porque el conductor no mira al frente. Cada falta penaliza al conductor económicamente, lo que ha provocado un reguero de quejas que, sin embargo, no ha cambiado la idea a la empresa. De hecho, la primera prueba se hizo en febrero y algo más de seis meses después la mitad de la flota en EE.UU. cuenta con ese desarrollo.
EL ALGORITMO QUE EVALÚA Y DESPIDE EN AMAZON
Otro problema que ha generado este tipo de control es que somete a una presión excesiva a los trabajadores. Al fin y al cabo, es como examinarse del carnet de conducir en cada viaje por un profesor. Además, no es capaz de discernir bien los eventos que suceden en la carretera. Aunque el resultado puede ser peor: perder tu puesto de trabajo. Un elemento que termina siendo más estresante que sano. De hecho, cientos de estudios reflejan que las personas se desenvuelven peor, y toman decisiones menos eficientes, cuando el entorno en el que actúan es estresante.
Pero no es eso solo. El uso de este tipo de cámaras junto a la IA no es el único factor estresante al que se enfrentan los repartidores de Amazon. Así, la compañía implantó en 2015 el llamado sistema Flex, por el que los algoritmos de la compañía persiguen y evalúan el servicio que ofrece su red de autónomos. Dentro de esas calificaciones encontramos cuatro donde la última es equivalente al despido. Para ello, el programa utilizado por el gigante evalúa la puntualidad con la que los trabajadores recogen y entregan los paquetes o si siguen o no las indicaciones especiales que les hacen los usuarios acerca de la forma de entrega.
Cuando un empleado no cumple las estrictas normas impuestas por los algoritmos es despedido de forma fulminante que se notifica simplemente a través de un correo automatizado. En muchas ocasiones, de nuevo, de forma injusta. Ello, ha hecho que las demandas se multipliquen, pero la compañía responde que las máquinas toman decisiones con más rapidez y precisión que las personas, lo que reduce costes y le da una ventaja a la compañía.
LA ROBOTIZACIÓN DE LOS JÓVENES EN LOS ALMACENES
La monitorización a los repartidores tiene su contrapartida en los almacenes, donde Amazon realmente ha conseguido la excelencia. Así, uno de los grandes éxitos de la compañía ha sido la convertir sus gigantescas naves logísticas en auténticas cadenas de montaje que hace décadas revolucionaron los sistemas productivos de todo el mundo. Un cometido que ha logrado a través de dos vías: otorgar un enorme pese a la tecnología, tanto maquinaria como robots o algoritmos, y deshumanizar a sus trabajadores relegándoles a simples trabajos automatizados.
Los almacenes de Amazon cuentan con una fuerza laboral que se divide en tres grandes grupos: por un lado, los que ordenan el inventario. Por otro, los que sacan los artículos de los estantes, llamados recolectores. Por último, los que empaquetan los pedidos. Para todo ellos, simplemente se necesitan unos brazos fuertes y unas piernas jóvenes, el resto del trabajo viene ya automatizado a través de GPS, estantes inteligentes e interminables cintas que transportan los paquetes. Lo anterior tiene una característica importante y es que es una labor predominantemente hecha para la gente más joven, lo que supone menos salarios y más mano de obra (el paro juvenil siempre es mayor). De hecho, más de la mitad de los trabajadores de la firma tienen menos de 35 años.
A pesar de todo ello, Amazon también ha intentado robotizar aun más a este tipo de trabajadores. Así en 2018, la compañía patentó un tipo de pulseras que rastreaban los movimientos de las manos de los empleados de sus almacenes para impulsarlos a ser más eficientes a través de vibraciones. El siguiente paso será ir sustituyéndolos en función de su salario, por ejemplo, la empresa (y otras muchas) ya están probando con vehículos automatizados como los famosos toros, dado que sus conductores están entre los mejores pagados.
EL SUEÑO ROBÓTICO DE BEZOS CADA VEZ MÁS CERCA
Aunque repartidores y operarios de almacén son los más castigados por la tiranía robótica de Amazon, hay otro grupo que también esta en peligro: los gerentes. La conclusión es sencilla, al fin y al cabo, todos los sistemas anteriores riegan a los algoritmos de la compañía de datos. Dichos sensores, que son capaces de apreciar con detalle el quehacer de cada trabajador, no solo permiten llegar mucho más lejos que los ojos humanos, sino que Bezos, y ahora su sucesor, da total libertad a las máquinas para tomar decisiones al respecto. Un buen ejemplo es el ya citado sistema Flex.
La IA conlleva muchos riesgos como los sesgos en sus elecciones, su corto desarrollo y su capacidad de oprimir a los empleados
Así, de poco o nada sirve ya la figura del jefe o gerente una vez la compañía se ha entregado a la automatización. La IA se convertirá en el futuro, ya lo está siendo, en un catalizador muy importante de cara a que las empresas ganen productividad o que los empleados puedan trabajar más seguros. Pero también conlleva muchos riesgos como los sesgos en sus elecciones, su corto desarrollo y, todavía más aterrador, su capacidad de oprimir a los empleados en beneficio de los grandes directivos.
El legado de Bezos en muchos campos es brillante. Pero sus deseos resultan tan perturbadores como aterradores.