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Bon Jovi: culebrones, laca y rock&roll

Jesús Casañas| 2 de octubre de 2020

Con el retraso impuesto por la pandemia mundial y la gira de presentación cancelada hasta que vengan tiempos mejores llega 2020, el esperado nuevo disco de estudio de Bon Jovi, impregnado irremediablemente por los acontecimientos inesperados que ha traído este año. Excusa perfecta para repasar los éxitos y fracasos de una de las bandas de rock más grandes de la actualidad.

Cualquiera que haya querido ir más allá de la pose estereotipada de estrella de rock guaperas y superficial que a Jon Bon Jovi (y, sobre todo, a sus discográficas) tan bien le ha venido para vender millones de discos habrá descubierto la bonita historia de un chico humilde que soñaba con cantar mientras curraba de conserje en los estudios de su primo. Y cómo este dejó al cantante de Nueva Jersey grabar gratis algunas demos en los ratos muertos de Power Station de las que saldría una primera versión de Runaway, que se extendería como la pólvora por las emisoras de radio consiguiéndole su primer contrato discográfico.

Para la banda reclutó a su buen amigo del instituto, David Bryan (teclados), y a Tico Torres (batería), que han permanecido a su lado hasta el día de hoy. También al bajista Alec John Such, que sería sustituido en 1994 por Hugh McDonald. Y por supuesto a Richie Sambora a la guitarra solista, que abandonaría la formación en 2013 tras varios rifirrafes mediáticos. Pero no adelantemos acontecimientos.

Aquel quinteto fue uno de los grupos más rentables del denominado glam metal ochentero, una ola musical de pelos cardados donde igual se podían poner a atronar al personal con los riffs más heavys que a seducir a quinceañeras con baladas épicas sin renunciar a la elegancia del hard rock o la provocativa del punk. Mötley Crüe, Poison, Guns N’ Roses, Twisted Sister, Skid Row… Para Bon Jovi, el punto álgido llegó con su tercer disco de estudio, Slippery when wet (1986), su trabajo más vendido hasta la fecha (28 millones de copias). Trallazos roqueros como Livin’ on a prayer (puede que su canción más tarareada) o You give love a bad name, temas country (perfectos para películas western, como veremos después) como Wanted dead or alive y baladas tan radiables (algo que siempre les ha impedido llegar a los roqueros más ortodoxos) como Without love o Never say goodbye tienen la culpa.

Al llegar los noventa, el rock alternativo mató el espíritu heavy de la década anterior. Se acabaron las aptitudes machistas y sexistas, los trajes de cuero y los solos eternos de guitarra. Los dos años del primer parón de Bon Jovi (1990-1992), en los que Jon aprovechó para grabar su primer disco en solitario (Blaze of glory, la BSO de la película western Young Guns II), les sirvieron para adaptarse a los tiempos y regresar con un sonido que, sin encajar en la nueva ola (nunca iban a ser Nirvana), pudiese enganchar al nuevo público gracias a unos aires más setenteros que se saltaban una década para mirar a Aerosmith o Bruce Springsteen. El recopilatorio Cross Road (1994) fue todo un acierto para calar entre sus nuevos oyentes y el gran público, convirtiéndose en su segundo disco más vendido (22 millones de copias).

Tras un nuevo parón a finales de los noventa, la banda regresó en el año 2000 con Crush, todo un éxito gracias al single It’s my life. En Bounce (2002) se atrevieron a coquetear con los sonidos que había impuesto el nu metal, algo que no convenció ni a su público tradicional ni a los oídos más heavies. Seguramente fuese la razón de que en Have a nice day (2005) regresaran a su tradicional estilo hardrockero. Para muchos, por última vez. A partir de Lost Highway (2007) abrazaron sin tapujos la senda del pop rock (sin renunciar a sus aires country, blues o rock característicos), abriendo una etapa de declive comercial que seguiría con sus siguientes lanzamientos. Si Lost Highway vendió 2,4 millones de copias, The Circle (2009) apenas despachó un millón y What About Now (2013) 644.500 copias.

Aquel mismo 2013 se les unió un nuevo problema: las irregularidades de Richie Sambora sobre el escenario, derivadas de su alcoholismo y el cansancio acumulado tras tres décadas girando casi sin parar. Tras diversos cruces públicos de acusaciones, el guitarrista dejaría la banda para dedicarse a su carrera en solitario, siendo sustituido por Phil X. Lo cierto es que a los miembros de Bon Jovi es igual de fácil verles en las páginas de la revista especializada Metal Hammer que en los programas de prensa rosa, sobre todo cuando Sambora se dedicaba a salir con actrices tan famosas como Heather Locklear, Ally Sheedy o Denise Richards (sin olvidar su relación con Cher a finales de los ochenta). Jon, sin embargo, lleva casado desde 1989 con su novia del instituto, Dorothea Hurley.

En 2016 regresaron oficialmente con su nueva formación, con Phil X (guitarra) y Hugh McDonald (bajo) como miembros oficiales, Jon con un pelo que ya no ocultaba ni sus canas ni sus entradas y el nuevo disco, This house is not for sale, cargado de declaraciones de intenciones desde el título. Para bien y para mal, vender no vendió demasiado: menos de medio millón, su peor cifra hasta hoy día. El hecho de que fuese el primer trabajo grabado sin Sambora puede que tenga algo que ver. O el simple desgaste que han tenido en todos estos años tanto la venta de álbumes como el gusto de las nuevas generaciones por el rock&roll.

 

2020 lleva gestándose desde marzo del año pasado. Iba a haber sido lanzado el 15 de mayo, pero la crisis mundial de la covid-19 retrasó su salida hasta el viernes, 2 de octubre. Estos meses han servido para incluir dos temas nuevos, inspirados inevitablemente por los acontecimientos de este año: American reckoning y Do what you can.

En todo este tiempo, Bon Jovi ha vendido más de 130 millones de discos en todo el mundo y ha dado casi 3.000 conciertos en más de 50 países ante más de 35 millones de personas. En 2018 ingresó en el Salón de la Fama del Rock & Roll. Y el público español nunca olvidará cuando renunció a cobrar por el concierto que dieron en 2013 en el Vicente Calderón, permitiendo vender entradas desde 18 euros para adaptarse a la delicada situación económica que atravesaba un país que, según aseguró, “me ha tratado tan bien durante 30 años”. Una de sus muchas iniciativas solidarias, que este año se han centrado en ayudar a los más machacados por el virus en su restaurante JBJ Soul Kitchen Community de Red Bank (Nueva Jersey). “If you can’t do what you do… Do what you can” reza el estribillo de su último single, cuyos protagonistas visten ya mascarillas. Amén.

 

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