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BP y su calamitoso final: adiós a 25 años de ecologismo impostado

Pedro Ruiz| 13 de marzo de 2025

Hasta hace no mucho, la vida en el número 20 de Carlton House Terrace (y antes en el 1 de St James’s Square), sede de la petrolera británica BP, era relativamente fácil. Mientras con una mano la compañía se llenaba los bolsillos comerciando con materias primas desde algún centro financiero de baja fiscalidad y vendiendo gasolina a precios exorbitantes —como han denunciado en más de una ocasión la OCU y la CNMC en España—, con la otra intentaba proyectar una imagen de empresa ecológica, diseñando eslóganes woke para atraer a los inversores verdes.

Este juego de equilibrios comenzó hace cerca de 25 años, cuando John Browne, entonces consejero delegado de BP, prometió transformar la empresa en una referencia de sostenibilidad y llevarla «más allá del petróleo». Sin embargo, la realidad ha sido muy distinta. El camino hacia la descarbonización ha estado lleno de tropiezos, siendo el más notorio el desastre de 2010, cuando BP protagonizó el mayor derrame de petróleo en México, con cinco millones de barriles vertidos al mar, el equivalente a cerca de diez Prestige. A pesar de estos escándalos, algunos directivos han insistido en mantener el discurso ecologista con mayor convicción que otros.

DEL PLAN ECOLÓGICO MÁS AMBICIOSO… A ABRAZAR LOS COMBUSTIBLES

En 2020, Bernard Looney, recién nombrado director ejecutivo, decidió redoblar la apuesta ecológica y superar a Browne en su cruzada verde. Para ello, anunció la reducción del gasto anual en proyectos de petróleo, gas y refinación, pasando de 13.000 millones de dólares en 2019 a una media de 9.000 millones en los años siguientes. Su estrategia contemplaba una disminución progresiva de la producción de combustibles fósiles, mientras se multiplicaban por diez las inversiones en energías renovables. «El plan de BP es el más agresivo de todas las grandes petroleras«, señaló en su momento The Economist.

Imagen del incidente de BP en el Golfo de México

Años después, los resultados han dejado claro que la apuesta verde fue un fracaso rotundo. Looney abandonó la compañía el año pasado y, en febrero de 2025, su sucesor, Murray Auchincloss, anunció el abandono de los objetivos medioambientales de BP. Como parte de este giro estratégico, la petrolera aumentará su inversión anual en petróleo y gas hasta los 10.000 millones, mientras recorta un 70% su gasto en renovables. Con este movimiento, Auchincloss ha enterrado la filosofía ecológica impuesta hace más de dos décadas, recibiendo el aplauso de los inversores.

Este cambio de rumbo responde a dos fuerzas clave que hoy condicionan a BP. Por un lado, el regreso de Donald Trump al poder, quien nunca ha ocultado su entusiasmo por el petróleo, al que llama «oro líquido» y ha prometido poder obtenerlo sin restricciones, «perforar, perforar, perforar» diría. Por otro lado, la presión del fondo activista Elliott, que busca maximizar la rentabilidad de las empresas en las que invierte, sin considerar sus compromisos medioambientales. Elliott anunció su entrada en BP semanas antes de los cambios anunciados por Auchincloss, aunque es probable que las negociaciones se iniciaran mucho antes.

EL IDEAL VERDE DE BP ENTERRÓ SU VALORACIÓN

Pero más allá de estos factores externos, la realidad es que la estrategia verde de BP ya llevaba años asfixiando su rentabilidad. Desde 2019, su cotización ha sido la peor entre las grandes petroleras, quedando muy por debajo de Exxon, Chevron o TotalEnergies. En estos seis años, su crecimiento ha sido casi nulo, permitiendo que su rival europeo, Shell, la supere en capitalización bursátil. Los números también reflejan este declive: en el último trimestre presentado, el cuarto de 2024, las ganancias trimestrales cayeron un 61%, y las anuales pasaron de 13.800 millones a poco más de 8.900 millones. Además, sus acciones llegaron a desplomarse hasta un 31% desde su punto más alto.

El futuro de BP sigue en la cuerda floja. Elliott no se conforma solo con el abandono de las renovables, sino que también exige la venta de activos para financiar una mayor inversión en explotaciones petroleras. Como parte de su plan, Auchincloss ha puesto en venta los lubricantes Castrol y una participación en su filial solar Lightsource, con el objetivo de recaudar 20.000 millones de dólares. Se espera que gran parte de estos fondos se destinen a fortalecer la presencia de BP en Norteamérica, ya sea en la Cuenca Pérmica, donde Trump podría facilitar la concesión de tierras para explotación, o en las inexploradas regiones de Alaska.

En definitiva, BP ha decidido dar marcha atrás en su discurso ecológico y volver a sus raíces petroleras. Tras 25 años de un ecologismo impostado, la compañía ha optado por el camino de la rentabilidad inmediata, dejando atrás sus promesas de sostenibilidad.

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