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El engaño detrás de las promesas para frenar el Cambio Climático

Pedro Ruiz| 7 de noviembre de 2021

A principios de marzo de 2020 el mundo se paró. Especialmente, para occidente, puesto que otros países asiáticos ya habían frenado antes. Así, en los siguientes meses los ciudadanos españoles, y del viejo continente, estuvieron confinados o, al menos, con fuertes restricciones a la movilidad. Una situación traumática que, sin embargo, pareció traer algo bueno, como una caída en las emisiones de carbono y una mejora en la lucha contra el Cambio Climático. De hecho, en España se redujeron en casi un 14%. Pero nada más lejos de la realidad, dado que a nivel mundial crecieron.

Y es que, según la ONU, ni las restricciones ni la pandemia frenaron el crecimiento del dióxido de carbono en el año. En concreto, la Organización Meteorológica Mundial señaló en un informe reciente anual que el CO2 en la atmósfera alcanzó en 2020 las 413 partes por millón, frente a las 410 de 2019. El secretario general del organismo, Petteri Taalas, confirmó que: «Hemos vuelto a batir récords en los principales gases de efecto invernadero: el dióxido de carbono, el metano y el óxido nitroso«.

Un resultado no solo desalentador, sino también inquietante. En especial, para aquellos que han asimilado que la única manera de frenar el calentamiento pasa por acabar con nuestra vida cotidiana. Por un lado, porque aun con el país parado un tiempo considerable, y restringiendo la movilidad durante más de la mitad del año, las emisiones apenas cayeron un 13,7%. Por otro, porque ni esa caída sumada a la de otros grandes países como Alemania (-9,4%), Francia (-12,7%), Reino Unido (-13,2%) o incluso Estados Unidos (-10,8%) ha logrado ese objetivo.

 

ASIA ACELERA EL CAMBIO CLIMÁTICO

El problemas más importante es que otros países sí aumentaron esas emisiones. En concreto, los países emergentes de Asia liderados por China y la India, cuyo consumo energético se abastece principalmente a través de carbón. De hecho, el continente asiático (si añadimos a Australia) produce y consume hasta tres cuartas partes de todo el carbón del mundo. Así, mientras que la mitad de la electricidad china se genera gracias a dicho material, en el caso de las centrales indias la cifra sube hasta el 75%. Y así seguirá un tiempo, dado que en la región se construirán hasta 865 de las 1.002 centrales de carbón proyectadas para los próximos años.

Asia es la región más contaminante del mundo. En 2020, la suma de giga toneladas de CO2 que emitió superó las 16,5, lo que supone un incremento del 150% respecto a hace 30 años. Además, con bastante distancia frente al resto. Esas 16,5 giga toneladas lanzadas por estos países supone tres veces más que la suma conjunta de Estados Unidos, Alemania y Reino Unido. Pero esa brecha todavía puede ser superior en un futuro, dado que la Agencia Internacional de la Energía (AIE) estima que puede crecer en torno a un 9% más hasta 2030.

Aun así, el problema es mucho mayor. En primer lugar, porque el crecimiento de las emisiones hasta esa fecha será todavía más rápido en África. En segundo lugar, porque esa cifra puede quedarse muy corta si China no es capaz de reducirlas de forma consistente. En la actualidad, China es de lejos el mayor contaminador del mundo con 11.680 millones de toneladas de CO2 al año. Para hacerse una idea de la cantidad, supone tres veces más que Estados Unidos o 54 veces más que España. Por lo que su actuación parece imprescindible.

 

LA INDIA PUEDE TERMINAR SIENDO UN PROBLEMA IMPORTANTE

Pero la situación de la India es mucho peor. En la actualidad, el otro gigante asiático emite una cuarta parte de lo que hace China, pero su población es similar y su adicción por el carbón mucho mayor. A esos efectos se le añade que el país no se ha comprometido a ponerse una meta para alcanzar unas emisiones netas de cero, mientras que China sí lo ha hecho para el 2020. Y que su economía esta mucho más ligada al carbón que casi cualquier otro país. De forma directa, la industria carbonífera cuenta con más de 700.000 mineros, además en regiones pobres. De forma indirecta, otras muchas industrias que van desde el ferrocarril, que es estatal, hasta al acero o cemento se apoyan en dicho material.

Por último, la gente de la India, y otros muchos países más bien pobres, sobrentienden que el Cambio Climático es ajeno a ellos. Un hecho que impide que puedan cambiar sus hábitos, más contaminantes que los de occidente, y que tampoco hagan reclamaciones a sus Gobiernos para avanzar en medidas más verdes. “A pesar de que Bangladesh es uno de los países más peligrosamente expuestos, sus habitantes asumen que evitar un cambio climático catastrófico es responsabilidad de personas lejanas”, explican desde The Economist. Esa percepción se extiende con mucha más fuerza en algunas regiones indias como el estado de Bengala Occidental, donde se encuentra Durgapur, una zona minera muy extendida.

Lo anterior, combinado con la poca capacidad administrativa de dichos países para desarrollar una estrategia conjunta verde, hace que sea muy difícil poder sacar adelante los próximos retos en la lucha contra el Cambio Climático. Aun así, estos países todavía se acogen a una última estrategia: la extorsión, o como lo llaman ellos, la justicia climática.

 

LA EXTORSIÓN CLIMÁTICA

En pocas palabras, los países más pobres entienden que los ricos se han aprovechado de la contaminación en el pasado para crecer. Y que, a su vez, prohibirles ahora a ellos hacerlo es injusto. Por ello, piden ayuda directa del resto de regiones. Por ejemplo, Indonesia ya ha confirmado que si no recibe esa ayuda directa dineraria el recorte de emisiones solo podrá alcanzar el 19% para 2030, mientras que con la inyección económica alcanzaría el 41%. En el caso de Filipinas, las exigencias y el resultado son todavía más radicales, ya que significa pasar de eliminar el 3% de las emisiones al 75%.

La idea tiene difícil ejecución en unos países. En España, por ejemplo, los ciudadanos ya empiezan a estar cansados del alto coste que están asumiendo por la transición como para pensar en dar ayudas directas a terceros. Por último, aunque China, la India y el resto de países cumplieran adecuadamente (una utopía), todavía quedaría otro problema más: la desforestación de algunas partes del planeta, en especial, el Amazonas. Las miradas están puestas en Brasil y en su presidente Jair Bolsonaro, cuya designación ha permitido incrementar la tala de bosques en un 40%. Pero no sería justo culpar solo a las ambiciones de los brasileños, ya que los países aledaños han sido partícipes de recortes todavía mayores para salvar sus cuentas.

En definitiva, demasiadas incógnitas abiertas antes siquiera de pensar en cómo cambiar los hábitos en el mundo rico. De hecho, según las estimaciones de IAE, si las promesas hechas por los países asiáticos no se cumplen eficazmente, de nada servirá el esfuerzo que llegue desde América del Norte y Europa. El covid-19 mostró cómo la globalización nos hizo a todos parte de un todo y cómo realmente no había fronteras. Ahora el Cambio Climático enseñará las enormes fisuras que tiene esa globalización.

 

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