El encierro, el aburrimiento y el tiempo por delante han dejado una estela de aprendizaje que cambiará, también, nuestra imagen.
El primero de los descubrimientos y el más común entre los adultos encerrados, ha sido el de verse con canas. Porque muchos han sido quienes han optado por dejarlas salir sin acudir a un tinte de farmacia. ¿Y el resultado? Algunos se habrán encantado al descubrirse en el espejo con ese toque plateado en la cabellera. Súmale al encanto del plata la gozosa ruptura con la esclavitud del tinte.
Pero, la mayoría, soñaban con este momento en que, por fin, volverían entrar en su peluquería. ¿Qué hacían estos cuando se metían en una reunión online (y no tapaban la cámara ni ponían sobre su cabellera un llamativo pañuelo)? Pues usar el producto estrella del confinamiento: el spray de L´Oréal Paris, Magic Retouch. Se pulveriza sobre la zona blanca, luego se remueve intuitivamente con los dedos y… voilá, canas ocultas bajo el color elegido para las raíces (porque el producto se presenta en todos los tonos posibles). ¿Cuándo desaparece? Pues en cuanto se lava. Es solo un truco genial. Además de poderse comprar online, por ejemplo en El Corte Inglés, está en muchos supermercados. Imposible no picar.
Hay otro producto que no es menos mágico aunque su efecto se percibe pasados tres meses de tratamiento. Este se vende en farmacias y aunque ya no hay tiempo para aprovechar el confinamiento para probarlo, es el accesorio que amarán todos los que, en estas semanas, han sucumbido a un odio doble: a las canas y al tinte. Se trata de Phyto RE 30, capaz de revertir el proceso de formación de la cana desde el interior del folículo. Debe aplicarse cada día sobre la raíz y dejar penetrar. Con el tiempo, el pelo vuelve a ser como el de años atrás. No lo he probado pero confío en él porque es de una marca que tiene toda la credibilidad: Phyto.
Las canas no han sido mi peor problema en el confinamiento. No sé si de verdad tengo pocas o si no me las veo. Hay quien no se ve sus pelos blancos por una especie de autoengaño. A veces pienso que puedo ser una de ellas.
Decía que no han sido mi problema pero sí he hecho otro tipo de descubrimientos. El primero: la marca Vichy estaba descatalogada de mi lista desde que, a los más o menos 17 años, descubrí que una de sus cremas me daba alergia.
Ya sé que es de manual: una distorsión del pensamiento por sobregeneralización. Pero ¿quién no cae en ellas? Tachar es cómodo. El caso es que llevaba muchos años sin usar nada de la firma cuando me vi, con unas semanas por delante de encierro, ante una caja de 30 ampollas de la marca. Con cierto recelo,- y tal vez más movida por el aburrimiento que por la profesionalidad,- decidí que iba a ponerme una cada día. Y la sorpresa llegó muy pronto: es de lo mejor que he probado en mucho tiempo. Iluminan, suben el tono, alisan arrugas y mejoran la calidad de la piel… Sí, ya sé que esto último me hubiera ocurrido solo por el encierro. Pero lo otro no. He estado harta y desanimada, he dormido mal a ratos, he comido fatal y por supuesto, he engordado… pero mi piel ha pasado todas estas semanas como si le hubiese regalado el mejor de los tratamientos. ¿Qué ampollas son esas? Las de Peptide-C Ampollas Antiedad Liftactive, de Vichy. Me encanta recomendar, con toda sinceridad y sin presión publicitaria, un producto que, además, es accesible a todos los bolsillos.
Otros descubrimientos: el yoga on line. Me declaro fan absoluta de Xuan Lan y sus clases cortas. ¿Por qué? Porque en el confinamiento parece que tenemos todo el tiempo del mundo, pero es falso: a quienes convivimos con otras personas nos falta intimidad para realizar, sin interrupciones, cualquier cosa que requiera estar con uno mismo y nadie más. Gracias por entenderlo, Xuan Lan, y aprovechar bien los minutos. Estoy harta de ortodoxos de todas las cosas. En el yoga, si no hay flexibilidad mental, no hay nada. Me despido de toda esa gente que dice que no es seria una sesión que dure menos de hora y media, y de todas esas escuelas que no adaptaban su bono a mi caso personal por políticas de empresa. Me quedo con Xuan Lan.
También he tenido un descubrimiento olfativo. Guardaba un pequeño frasco de Chance de Chanel para regalar a una persona querida. Pero un día, al pensar que no iba a verla en meses, sucumbí a la tentación; abrí la caja y lo vaporicé sobre mi brazo… Chance es como un amor efímero y precioso. No le prometo fidelidad, ni quiero que sea el único perfume de mi vida de ahora en adelante, pero me encanta que exista. Y su aroma limpio, fácil y fresco provoca en mi cerebro la sensación luminosa de su nombre: chance.
Por Coché Echarren
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