Los coches eléctricos empiezan a hacerse con el mercado. Compañías como Tesla han apostado fuerte por este tipo de vehículo, que sumado a la existencia de los coches híbridos hacen que las palabras «coche eléctrico» ya no suene a concepto teórico irrealizable. Pero hay otras tecnologías que harían desparecer los vehículos propulsados por combustibles fósiles. La reacción entre el hidrógeno y el oxígeno es energética, lo suficiente para propulsar un coche, produciendo como residuo únicamente H20. Los coches propulsados por hidrógeno están siendo impulsados por Japón.
«George Bush dedicó más de mil millones de dólares al desarrollo de los coches propulsados por células de hidrógeno, pero la administración Obama retiró la financiación a este proyecto. Ahora, las empresas japonesas Toyota y Honda preparan una nueva generación de coches basados en esta tecnología.
La propuesta de Honda, el Clarity, solo se encuentra disponible para alquiler. El fabricante japonés dice que le precio estaría en torno a los 60.000 dólares si estuviese a la venta, pero por ahora el precio está en 369 dólares al mes. Tiene un alcance de 590 km con las reservas de hidrógeno llenas.
Mirai es la apuesta de Toyota en el campo de los coches propulsados por hidrógeno. Por 57.500 dólares puedes tener acceso al otro vehículo que disfruta de las ventajas de este combustible. Tiene un alcance ligeramente inferior al coche de Honda (500 km).
Los problemas de esta forma de energía en el mundo del automóvil ya no son la falta de madurez en la tecnología. Honda y Toyota han demostrado que se puede. El problema, al menos en EEUU, es la falta de estaciones de bombeo de hidrógeno, con tan solo unas 40 en todo el país. Si bien es algo que puede cambiar, ya que las estaciones de recarga de coches eléctricos (antes escasas cuando directamente no existentes) se empiezan a multiplicar ante el advenimiento del coche eléctrico. El coche de hidrógeno se perfila como una alternativa completamente sostenible al transporte convencional.
¿Cómo funcionan?
El hidrógeno almacenado en los depósitos del coche se mezcla con el oxígeno (absorbido del entorno) en las células de combustible. Allí, gracias a una membrana, la mezcla deja fuera los electrones del hidrógeno, que entonces son reconducidos hacia la batería que da vida al motor.
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