Muchos lo intentaron antes que él y fracasaron. Intentaron parar lo imparable, vencer lo invencible, pero fue imposible y sucumbieron.
El rugido de la marabunta se escuchaba en lontananza, rítmico e incansable, amenazando con arrasar todo a su paso como ocurriera en innumerables ocasiones en tiempos pretéritos. La obra de toda una vida, el resultado de esfuerzos impagables y privaciones sin fin… “todos esos momentos preciosos se perderán como lágrimas en la lluvia” que diría cierto replicante en la película Blade Runner.
“El hostelero que aún sobrevive después de un año de pandemia semeja al intrépido protagonista del film Cuando ruge la marabunta, tratando de defender su hacienda en Río Negro, Amazonía”
Hoy va de cine, porque lo que está pasando es de película. El hostelero que aún sobrevive después de un año de pandemia semeja al intrépido protagonista del film Cuando ruge la marabunta, tratando de defender su hacienda en Río Negro, Amazonía. Titánica tarea la de evitar el fin sin ayuda posible mientras los estragos sanitarios y económicos alcanzan cotas aterradoras. Demasiados réquiems en los últimos meses. Los supervivientes quizá lo puedan celebrar tomándose una caña o un vino en alguna terraza… si es que la marabunta no se lo lleva por delante. Sic transit gloria mundi.
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