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Del hambre al desabastecimiento: la falta de alimentos solo es el principio

Pedro Ruiz| 14 de marzo de 2022

Allí donde mires el equilibrio entre precio y oferta parece roto. En algunos casos es más que evidente con un efecto directo. En algunos de los supermercados españoles se puede encontrar carteles que limitan, por ejemplo, la venta de aceite de girasol a tres unidades o una garrafa de cinco litros por cliente y día. En otros ese desequilibrio no es tan vistoso, pero está afectando igualmente como en el caso del trigo, la luz o los combustibles, cuyos precios están disparados. En último caso, hay otras decenas de productos que tarde o temprano serán una desagradable sorpresa.

Y es que la realidad es que el momento actual se ha convertido en uno de los más difíciles de las últimas décadas. En cuanto a precios y desabastecimiento. Así, la mezcla entre el fin de la pandemia ( aumento súbito de la demanda) y una guerra total (por las sanciones) está destrozando los precios, la logística, las cadenas de suministro. También amenaza con cambiar el mundo en pocos meses. Todo ello, no es más que “un posible cambio estructural”, advierten desde Crédito y Caución.

“La pura y dura condición de recursos finitos, donde la oferta de toneladas contadas de algunas materias primas se verá desbordada por la creciente demanda”, señalan desde la aseguradora de crédito española. Unas advertencias que van más allá. En algunos casos será más llevadero, mientras que para otros se convertirá en una calamidad. Principalmente, en aquellos países pobres que están muy expuestos a las variaciones de los precios de las materias primas para sobrevivir. Al fin y al cabo, no se trata de costes monetarios, sino de costes en vidas para muchas regiones.

 

EL TRIGO SERÁ EL ‘GRAN PROBLEMA’ LOS PRÓXIMOS MESES

Empecemos por el más evidente, y también más preocupante, la base de la alimentación del mundo: el trigo. En principio, las cosechas de trigo (también de cebada) no se deberían estar afectadas por el conflicto bélico actual. Al fin y al cabo, se recogen en verano y se exportan en otoño. Pero esos tiempos ‘normales’ esconden muchos detalles que han puesto nerviosos a los inversores. En primer lugar, que las existencias mundiales están un 31% por debajo del promedio de cinco años. En segundo lugar, la guerra involucra al mayor (Rusia) y quinto (Ucrania) exportador de trigo a nivel mundial. De hecho, combinados suponen un 29% de las ventas internacionales mundiales.

En tercer lugar, el conflicto afectará sí o sí a la próxima cosecha. En el caso de Rusia, el miedo a los embargos provocará menos trigo o bien plantado o bien a la venta en los mercados. En el caso de Ucrania es todavía peor. Pese a que se pueda tener miedo a que muchos de los campos puedan quedar inutilizados, el verdadero miedo es que el de los altos costes y la falta de mano de obra. Así, el incremento del precio de los combustibles, los fertilizantes y la falta de trabajadores (muchos o se han ido como refugiados o son obligados a combatir) reducirán considerablemente la cosecha. Y, en este caso también, el país necesitará requisar grandes cantidades.

La suma de esos factores ya de por sí estremece a cualquiera. Pero algunos de los problemas que señalan los ucranianos se extiende a todo el mundo. Especialmente, los altos costes de combustibles y fertilizantes. Los precios de estos últimos ya se habían duplicado o triplicado, incluso antes de la guerra. Aquí aparece un nombre que preocupa y mucho: la potasa. Se trata de un compuesto fertilizante muy utilizado en agricultura y cuyo mercado lideran Bielorrusia y Rusia (con casi un 40% del total de la oferta). Como cuatro quintas partes de la potasa del mundo se comercializa internacionalmente, el impacto de los picos de precios o su desabastecimiento se sentirá en todas las regiones agrícolas del mundo.

 

DE LOS PRECIOS ALTOS AL DESABASTECIMIENTO

En definitiva, todo apunta a subidas extremas de precios seguidas por desabastecimiento. Así, en primer lugar, vienen los precios disparados. Los precios del trigo, que ya estaban un 49% por encima de su promedio en los últimos cinco años, a mediados de febrero, han aumentado otro 30%. La incertidumbre es altísima: los indicadores de la volatilidad de los precios nunca habían dado tantas señales de alarma. Rabobank, un banco holandés, cree que los precios deberían subir otro tercio para poder compensar los desequilibrios.

Más tarde vendría el desabastecimiento. Así, con las existencias mundiales bajas, los grandes importadores de trigo del Mar Negro, principalmente en el Medio Oriente y África del Norte, están ansiosos por asegurar más suministros. Pero no los están consiguiendo. Los puertos ucranianos están cerrados, e incluso algunos han sido bombardeados. Las rutas interiores, a través del norte de Ucrania y más adelante a través de Polonia, son una distracción demasiado grande para ser prácticas. Algunos de los barcos que intentaban recoger grano de Rusia han sido alcanzados por misiles.

Pero no solo es el trigo. En realidad, es toda la cadena alimenticia la que se resentirá. Rusia y Ucrania exportan el 12% de las calorías comercializadas en todo el mundo. Además, se encuentran entre los cinco principales exportadores de muchas semillas oleaginosas y cereales, desde cebada y maíz hasta girasoles, consumidos por humanos y animales. Solo Rusia es el mayor proveedor de ingredientes clave en la fabricación de fertilizantes, sin los cuales los cultivos fallan o pierden nutrientes.

 

LOS ALIMENTOS SOLO SON EL PRINCIPIO

En el caso del resto de productos sus efectos tardarán en llegar, pero llegarán. Desde Crédito y Caución alertan de que “el FMI prevé que el mercado de minerales estratégicos como cobre, litio, níquel y cobalto se multiplique por cuatro entre 2021 y 2040. Para la UE, la demanda de algunas tierras raras podría multiplicarse por diez a mediados de siglo y el Banco Mundial apunta que en ese horizonte la producción de litio grafito y cobalto debería superar en un 450% la de 2018”.

Y es que la Agencia Internacional de la Energía señala la cara B de la electrificación que no suelen mencionar los discursos sostenibles: un coche eléctrico necesita hasta seis veces más cobre, litio, níquel, cobalto, manganeso, grafito, zinc y tierras raras que uno convencional. Y una planta eólica, hasta nueve veces más sobre todo de cobre y zinc que una de gas natural. De ahí, ese cambio estructural del que hablan desde la asegurada: “Europa recula y empieza a hablar de las nucleares de tercera generación para garantizar el suministro eléctrico en un mix dominado por las intermitentes renovables, pero la Asociación Nuclear Mundial prevé que en 2040 la producción de uranio será una cuarta parte de la actual”.

Al final, el desabastecimiento se va a sentir a todos los niveles. Eso es una realidad peligrosa para el mundo en el que vivimos. Por un lado, porque occidente no esta preparado ni acostumbrado a ello. Por otro, porque eso se traducirá en miseria, hambre y muerte en aquellos países menos desarrollados.

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