Por qué Deutsche Bank recuerda peligrosamente a Banco Popular
La quiebra de Credit Suisse parece impregnar todo. Eso implica que cuando han vuelto a aparecer problemas serios para un gran banco Europeo, como es el caso de Deutsche Bank, a todo el mundo le viene a la cabeza el hundimiento del gigante suizo. Pero nada más lejos de la realidad. Los problemas de la entidad alemana no tienen nada que ver con los del banco con sede en Zurich; de hecho, el banco germano es rentable (poco, pero lo es), no está acorralado judicialmente (aunque tiene muchos frentes abiertos) y sus depósitos están garantizados. Pero conviene no excederse en el optimismo porque su parecido más ajustado es otro que no acabó nada bien: Banco Popular.
Deutsche Bank fueron las dos palabras más temidas durante años en el viejo continente y la semana pasada volvieron a la escena pública. La entidad ya había sentido con más intensidad que el resto del sector la presión del mercado por las quiebras en Estados Unidos y el colapso de Credit Suisse. Pero fue el jueves a última hora cuando saltó la alarma. Así, sus swaps de incumplimiento crediticio, un seguro negociable contra un default del banco, retornaron a niveles casi récord. Al día siguiente, ya el viernes, las acciones de la entidad llegaron a desplomarse más de un 15% a mitad de sesión.
Tras lo vivido recientemente en Suiza, los inversores se preguntaron si ahora sería Alemania la que tendría que intervenir. Y así lo tuvo que hacer el canciller alemán, Olaf Scholz, para defender a la entidad teutona al señalar que “no hay razón para preocuparse”. Pero no conviene echar las campanas al vuelo tan rápido, ya que si bien la reacción del mercado parece “exagerada”, como han tildado un gran número de inversores, los males del gigante germano que durante muchos años atemorizaban a políticos, reguladores y banqueros no han desaparecido.
¿POR QUÉ LOS INVERSORES VUELVEN A SEÑALAR A DEUTSCHE BANK?
El gran problema de Deutsche Bank es que durante muchos años ha sido el gran enfermo de Europa, y todavía sigue señalado. Y es que cuando las cosas se ponen difíciles es inevitable volverse más cauteloso respecto del gigante alemán. Eso implica, por ejemplo, buscar una mayor protección por el impago de su deuda (a través de los llamados swaps de incumplimiento denominados CDS) o vender sus acciones para escapar de una sobrerreacción del mercado.
Ese señalamiento recuerda al que vivió el Banco Popular después del boom inmobiliario y la crisis posterior; de hecho, los problemas de la entidad española se agudizaron precisamente cuando en 2016 el sector bancario europeo se inquietó por la mala situación del propio Deutsche Bank. Así, sólo en los primeros meses de ese año se dejó cerca de un 35%; en esas mismas fechas el Banco Santander, por ejemplo, cayó ‘solo’ un 15% y BBVA, por su parte, perdió algo más del 20%.
Pero la caída a plomo de Deutsche Bank el pasado viernes no se puede explicar solo porque esté más señalado que el resto, como también le pasaba al Banco Popular. En este caso, los inversores han puesto el foco en un punto muy concreto: su alta exposición, con más de 17.000 millones, al mercado inmobiliario de Estados Unidos; más en concreto, a la categoría denominada Commercial Real Estate (CRE), que son básicamente activos de centros comerciales u oficinas.
El problema de estos activos es que suelen ser inversiones más grandes, con vencimientos muy largos y que son muy vulnerables a las fluctuaciones del mercado. En otras palabras, que en un escenario de desaceleración económica, alta inflación y tipos subiendo de forma vertiginosa se deterioran con mucha fuerza. En principio, eso no debería ser un problema si la cartera está bien diversificada y las coberturas o el colchón de capital amortigua el impacto. Pero en el caso del Deutsche Bank parece no estar la cosa demasiado bien en ese aspecto por dos razones: la primera es que el riesgo asumido en su cartera CRE respecto a su capital, con un 35%, es de las más altas. La segunda es que el banco no va sobrado de capital para asumir un impacto así.
DEUTSCHE BANK AL LÍMITE EN CAPITAL
Esta circunstancia, de nuevo, recuerda al Banco Popular, aunque su caso fue mucho peor. La entidad española no solo se apalancó con fuerza sobre el sector inmobiliario a través del crédito hipotecario, sino que subió la apuesta y lo hizo también sobre el promotor. Un tipo de deuda que, al igual que los activos inmobiliarios comerciales, exigía unos mayores desembolsos y ofrecía una seguridad mucho menor de recuperar dichos préstamos. La obcecación del Popular fue tan grande que los impagos terminaron por comerse todo el capital de la entidad, incluso, pese a haber ampliado capital un año antes de ser liquidado.
En el caso del Deutsche Bank, ese riesgo no es ni parecido, pero tras años de escándalos y reestructuras el colchón de capital de la entidad no ha prosperado. De hecho, el capital de máxima seguridad, conocido como CET 1, ha cerrado el 2022 en el 13,4%, mientras que en 2018 era del 13,6%. La cifra puede parecer alta si se compara con los bancos españoles, que de media tienen un 12,5%, pero en realidad está muy por detrás de sus competidores alemanes (14,88%), franceses (14,96%) o italianos (14,7%).
Las filiales española de Deutsche Bank apenas mantiene un CET 1 por debajo del 10% y una cobertura para impagos del 46% (al nivel precisamente del Banco Popular antes de ser liquidado).
Y lo peor no es que esa cifra esté por detrás de sus pares, ya que con semejante cantidad de capital podría absorber un impacto como el que parece estar afectándole en Estados Unidos, sino que aumentarla es costoso. Y eso sí que es culpa de Credit Suisse, ya que la original forma de liquidar al gigante suizo se llevó por delante a los tenedores de bonos de la entidad, lo que ha supuesto un shock en el principal mercado de captación de capital de los bancos, haciendo impensable salir ahora al mercado a hacerlo. Una alternativa sería la ampliación de capital, como ya hizo el Banco Popular en su día, pero la jugada puede ser un arma de doble filo, como demostró el Silicon Valley Bank.
LOS PROBLEMAS LLEGAN HASTA RUSIA
Además, a ese punto concreto habría que añadirle otros problemas: algunas de sus filiales están infracapitalizadas, como ocurre en España, donde mantiene un CET 1 por debajo del 10% y una cobertura para impagos del 46% (al nivel precisamente del Banco Popular meses antes de su liquidación). También tiene un gran número de litigios abiertos importantes; de hecho, hace menos de un año, medio centenar de agentes de la Fiscalía de Fráncfort, de la Oficina Federal de Investigación Criminal y de Supervisión Financiera registraron su sede y la de su gestora por un presunto caso de ecoblanqueo. Incluso, se ha visto salpicado directamente por las sanciones a Rusia, donde tiene un agujero de casi 2.000 millones.
El problema al final no es solo centrarse en un punto. Tampoco lo es en sí la falta de capital, ya que casi siempre termina siendo la liquidez la que termina ‘liquidando’ a un banco como reveló Banco Popular y recientemente Credit Suisse. Y esa crisis de liquidez suele ser el desenlace de la suma de otros muchos problemas que terminan por desbordar el vaso. La entidad alemana está en mejores condiciones para afrontar la crisis actual, pero eso no es garantía siempre de seguridad.