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Dis Berlin: arte amable y seductor

Juan Carlos de Laiglesia| 5 de septiembre de 2024

La calidad y constancia han hecho de Dis Berlin un artista imprescindible y el próximo noviembre expondrá en Madrid nuevos cuadros. Multidisciplinar, aunque más conocido por su pintura, emergió con suavidad en los eléctricos y eclécticos años 80. Sus obras pueden contemplarse en importantes museos y en películas.

Mariano Carrera Blázquez, conocido como Dis Berlin, nació en un pueblecito soriano y logró exponer en Madrid en febrero de 1982, con 22 años. Desde entonces se dedica exclusivamente al arte y Pedro Almodóvar, que muestra cuadros suyos en varias de sus películas, es su mayor coleccionista. De aquel jovencísimo pintor y su primera muestra, recuerda: “Fue una oportunidad demasiado temprana, pero me permitió entrar en el mundillo artístico madrileño, que en ese momento era muy pequeño. Artísticamente, estaba en pañales. En términos taurinos, era un ‘maletilla’”. 

¿Qué conservas de aquel chaval? 

De lo que yo fui ha sobrevivido mi amor por la música, con homenajes, ya entonces, a David Bowie, Brian Eno y Roxy Music; mi libertad para hacer tanto abstracción como figuración, un uso del color casi libertino, mi falta de pudor para hablar desde mi yo poético y, sobre todo, mi ingenuidad para seguir viviendo el arte como un rito íntimo, casi privado. 

¿Cómo viviste aquel Madrid de la movida? 

Los primeros 80 fueron un momento privilegiado para un pintor novato llegado de provincias. Había pocos jóvenes que querían ser artistas comparado con la masificación actual. Vivir de forma bohemia era posible porque Madrid era una ciudad baratísima y había mucho dinero circulando. En el plano creativo había una libertad total, sin los corsés de la corrección artística y dogmática de estos últimos años. Las pegas que se pueden poner a esa época son la falta de autocrítica, la confusión reinante y la ausencia de referentes de excelencia. 

Pero pintores como Klee, De Chirico y Picabia ya eran tus referentes personales. 

Desde niño me he sentido un espectador apasionado y las primeras influencias en mi juventud vinieron del arte moderno. El primer libro de arte que compré con 15 años fue de Paul Klee, que devoré durante días. La siguiente influencia fue Matisse, su retrospectiva del año 1980 en la Fundación Juan March, que visité un montón de veces. Otra exposición decisiva en mi trayectoria artística fue la retrospectiva de Picabia en el 85. Volví de un viaje a Italia en el invierno de 1986 cargado de catálogos y libros de los metafísicos italianos. También, en otoño de ese año, descubrí por unas pocas reproducciones a Sigmar Polke y quedé deslumbrado. A esas influencias se han ido sumando a lo largo de los años muchas otras y, naturalmente, la de algunos maestros españoles del siglo XX como Maruja Mallo, Urbano Lugrís y Luis Fernández. 

También te nutres del enorme archivo de imágenes que has reunido. 

Empecé a coleccionar revistas y libros de imágenes (de los años 20 a los años 60) comprando en rastros y librerías de viejo ya en los años 80. Cuando viví en Denia, entre 1993 y 1996, empecé a dedicarle mucho más tiempo a un archivo de imágenes que no ha parado de crecer. En lo que más ha influido ha sido en los collages y fotomontajes que desde el año 91 he ido creando en paralelo con la pintura. Esa influencia en mi trabajo se ha dejado notar en la amplitud temática y en un encuentro alquímico entre imágenes que da lugar a nuevas metamorfosis. 

¿De qué modo influyen el cine, la música y la literatura en tu trabajo? 

Pese a nacer en una familia muy humilde, mi vocación desde niño fue disfrutar de todas las artes. Todos los días leo, no paro de escuchar música y veo una película. Creo que ese bagaje está en mi sensibilidad y que, inevitablemente, se filtra en mi creatividad. Lo mejor de todo es que se ha convertido en una necesidad y no podría ser feliz sin ese disfrute. 

Eras autodidacta, expusiste pronto y sin dificultad… ¿Has ido perfeccionando la técnica sobre la marcha? 

Ser autodidacta tiene ventajas e inconvenientes. Durante los años 80 nunca fui consciente de estar pintando de forma descuidada ni tampoco nadie me hizo ningún comentario al respecto. La búsqueda de la calidad ha sido un proceso que ha ido in crescendo a lo largo de los años y que me ha llevado a una ralentización en la ejecución del cuadro, mediante capas y repasos interminables. Con el color ha sucedido lo mismo: lo que antes era una decisión rápida se ha convertido en una duda permanente. 

¿Cuándo y cómo será tu próxima exposición en Madrid? 

Llevo más de un año preparando la exposición de noviembre en la Galería Guillermo de Osma. No se trata, como otras veces, de un proyecto con un argumento. Al contrario, se compondrá de un abanico muy amplio de temas, entre los cuales naturalmente habrá interiores, bodegones, paisajes, pero también algunos cuadros novedosos donde diferentes lenguajes figurativos y abstractos convivirán en un mismo cuadro. El título que por ahora le he dado a la exposición es Le quedan muchas canciones a mi corazón con las que emocionarse

¿Sigues rutinas fijas en el estudio? 

Mi forma de pintar requiere una imprimación del lienzo clásica, una ‘media creta’. Una vez dibujada la imagen sobre lienzo, generalmente calcando, pinto la primera mano con óleo diluido en esencia de trementina. Trabajo con muchos cuadros a la vez, lo que me permite que vayan secando bien para dar los siguientes repasos, donde preciso más el color y donde cuido más la factura. Es decir, concibo el cuadro como una construcción que, al ir tan lenta, me permite ir corrigiendo y variando en una búsqueda y una duda permanentes. 

La mujer protagoniza habitualmente tus cuadros. ¿Es un ideal estético? 

Las bellezas femeninas que más me han fascinado aparecen en los años 20 en el cine norteamericano, tienen su culmen en los 40 y los 50 y, poco a poco, decaen en los 60 y 70. Desde la divina Greta Garbo, la glamurosa Marlene Dietrich fabricada por von Sternberg, la sensual Marilyn de La tentación vive arriba, los registros de belleza en esas décadas son tan singulares y tan milagrosos que no se han vuelto a repetir: nunca veremos una mujer más tentadora que la Elizabeth Taylor de La gata sobre el tejado de zinc caliente, unos ojos como los de Gene Tierney en El embrujo de Shanghái, una diosa encarnada en humana como la Cyd Charisse de Melodías de Broadway o Cantando bajo la lluvia, una belleza tan misteriosa como la de Kim Novak en Vértigo o más arrebatadora que la Ava Gardner de Pandora y el holandés errante… La lista se puede alargar a las diosas europeas: Sophia Loren, Brigitte Bardot, Sara Montiel, Catherine Deneuve, Monica Vitti… 

Pintas interiores domésticos, mobiliario… Da la sensación de que te interesan el diseño y ‘lo decorativo’. Además, practicas otras disciplinas. 

Suelo hacer una parada con la pintura después de ARCO y en verano. Entonces procuro dedicarme a otras creaciones. El archivo siempre me está esperando, así como las colecciones de objetos, los libros de imágenes que tengo en proceso y mil cosas pendientes para experimentar en el ordenador. Creo que las artes decorativas son parte fundamental de la historia del arte y no han sido valoradas como se merecen. Los interiores son un tema recurrente en mi trabajo desde hace más de treinta años. Al igual que los bodegones, son metáforas de la condición humana: la soledad, la familia, los hermanos, la pareja… En ocasiones, esos objetos y muebles están en medio de un paisaje interpretando una historia nueva. Sobre el diseño te diré que durante el encierro de la pandemia tuve el arrebato de dedicarme a diseñar papeles pintados, telas, alfombras, murales de interior… Disfruté tanto que seguí bastantes meses más después del confinamiento y tengo cientos de diseños guardados en mi ordenador.  

La vida reposada que buscabas te ha llevado a Aranjuez. ¿En qué momento vital te encuentras?

Vivo en Aranjuez desde el año 96. Después de más de tres años en Denia, me vi obligado por asuntos personales a vivir cerca de Madrid. Los Jardines del Príncipe me convencieron de elegir Aranjuez y creo que no me he equivocado. Aquí todo está cerca, los comercios, el estudio…y también ha sido un lugar ideal para mis hijos. Con un trabajo tan parsimonioso como el que hago, las condiciones y la calidad de vida del lugar son ideales. Desde hace años lo que más valoro en la vida es la tranquilidad, mucho más ahora que ya he cumplido los 65. 

Me gustaría tu comentario sobre algunos cuadros en concreto, empezando por El enemigo de la belleza.

Nunca he buscado la belleza. Siempre ha venido a mi trabajo sola. Sin embargo, me resulta chocante la pretensión de eliminarla o aborrecerla que tienen sus enemigos. 

El enemigo de la belleza (2008. Óleo sobre lino. 69,3 x 90,2 cm)

Casa en el Paraíso

Es un cuadro muy ambicioso, fruto de un encargo, donde he metido un montón de objetos que me apasionan: antigüedades, libros, un instrumento de música, muebles modernos, esculturas, pintura, un buen vino y hasta una foto de Man Ray. Por si esto fuera poco, está situada junto a un inmenso jardín. En definitiva, es el lugar que sería mi casa en el paraíso. 

Casa en el Paraíso (2014-2015. Óleo sobre lino. 100 x 200 cm)

Serge et Jane

Es un homenaje íntimo a Serge Gainsbourg y Jane Birkin. Ella es la primera mujer de la que me enamoré con 10 años, ya que una de mis hermanas había conseguido el famoso disco Je t’aime, moi non plus que acabó siendo prohibido. He seguido siendo fan suyo desde entonces y ya le había dedicado dos cuadros. Respecto a Gainsbourg, además de ser un gran compositor, su disco Histoire de Melody Nelson (inspirado en Jane Birkin) es para mí uno de los mejores discos de la historia de la música.

Serge et Jane (2017-2018. Óleo sobre lino. 60,5 x 45,5 cm)
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