El difícil futuro de la sostenibilidad empresarial

El término sostenibilidad es quizás uno de los más utilizados en los últimos años por empresas y gobiernos. Pero detrás de su excesivo uso, muchas veces solo hay promesas huecas. ¿Es posible avanzar hacia una sostenibilidad real más allá del marketing?
“Es hora de poner un límite al greenwashing [lavado verde de imagen]”. Así de contundente arrancó Catherine McKenna, exministra canadiense, su comparecencia en la cumbre climática celebrada en Egipto el pasado 8 de noviembre. En ella, McKenna presentó ante el secretario general de la ONU las principales conclusiones acerca de los compromisos climáticos de las grandes corporaciones, tanto públicas como privadas, según el informe del Grupo de Expertos de Alto Nivel de la ONU que ella misma lidera. La síntesis de su intervención y del estudio realizado durante más de siete meses es clara: el mundo parece vivir en una constante “contabilidad climática deshonesta”.
La consultora Accenture estima que el 93% de las grandes empresas no tiene ninguna posibilidad de alcanzar los objetivos de emisiones netas que han declarado públicamente
En esa contabilidad deshonesta se puede incluir a un gran número de compañías. De hecho, la consultora Accenture estima que “el 93% de las grandes empresas no tiene ninguna posibilidad de alcanzar los objetivos de emisiones netas que han declarado públicamente”. Además, la firma considera que “pocas empresas” presentan planes de inversión creíbles o especifican hitos concretos que permitan evaluar su progreso. Otro problema es la falta de definición sobre qué significa realmente que una empresa sea sostenible o esté comprometida con el medioambiente. ¿Puede serlo una petrolera? ¿Una empresa que fomenta el juego (como ONCE)? ¿Basta con que una compañía opere en el sector de las energías renovables para ser considerada sostenible?
La realidad es que todo lo relacionado con la sostenibilidad está profundamente distorsionado. Un ejemplo claro de ello es el reciente litigio por lavado verde entre Repsol e Iberdrola. El pasado 21 de noviembre, en un alarde de hipérbole, Repsol aseguró ante un juez que no solo es sostenible, sino que “tiene un compromiso con ello”. Paradójicamente, unos meses antes, en abril, había recibido una demanda de la Municipalidad Distrital de Ancón, en Perú, por los daños que aún seguía causando el vertido de crudo del buque Mare Doricum, alquilado por Repsol, en aguas del mar peruano. Se trata del mayor derrame de petróleo en la historia del país, por el que la petrolera española ya ha pagado cerca de 500 millones de euros en concepto de indemnizaciones y sanciones.
Lo más sorprendente es que Repsol logró convencer al juez con su argumentación y ganó el litigio contra Iberdrola, que la había demandado alegando que ser la empresa más contaminante de España y haber pagado 500 millones por el desastre del Mare Doricum era incompatible con hacer publicidad verde para proyectar una imagen de sostenibilidad. Sin embargo, el magistrado concluyó que “la sostenibilidad no es sinónimo de ser respetuoso o neutro con el medioambiente”, dando así la razón a Repsol. Un desenlace, cuando menos, desconcertante.
El caso de Repsol es solo una anécdota dentro de esa “contabilidad deshonesta” que denunciaba McKenna. De hecho, en España hay muchos ejemplos como los de Iberdrola o Endesa. En principio, se trata de empresas con una elevada reputación en materia de sostenibilidad, sin embargo, figuran entre las compañías que más emisiones de CO2 lanzan al mercado, según el Observatorio de la Sostenibilidad (OS). Y es que, curiosamente, la firma que preside Ignacio Sánchez Galán y que ha llevado a los tribunales (perdiendo, eso sí) a Repsol, comparte el dudoso honor de ser una de las más contaminantes según este grupo de expertos.
Más abajo, en la sexta posición, aparece Endesa, según la última edición del Informe #CO2Ibex35. En este caso, la energética está siguiendo un camino similar al de otras firmas deshaciendo su posición en energías renovables. De hecho, en los últimos años ha reducido su inversión bruta y ha vendido una parte importante de su cartera de activos fotovoltaicos. Eso ha llevado, por ejemplo, a que el volumen de emisiones registrado en 2024 apenas se haya reducido respecto a 2023, un 6,8%, y siga siendo similar, por ejemplo, al de hace cuatro años.
Endesa ha seguido en parte los pasos de la británica BP, que ha dado recientemente un giro radical en su estrategia, pasando de promover la sostenibilidad y la inversión en energías renovables a centrarse nuevamente en el negocio de los combustibles fósiles. No obstante, en su propia página web se puede leer lo siguiente: “Estamos integrando la sostenibilidad en nuestra forma de hacer negocios y en toda nuestra estrategia. Nuestro marco de sostenibilidad establece nuestros objetivos para alcanzar las cero emisiones netas, mejorar la vida de las personas y cuidar de nuestro planeta”.
Las palabras de McKenna también pueden aplicarse a la salud de las personas. Grandes compañías como PMI (Philip Morris), cuyo negocio principal es el tabaco, presumen de su compromiso con la sostenibilidad gracias a su nueva filosofía “sin humo”, basada en cigarros electrónicos y vapers. Sin embargo, se ha demostrado que estos productos han generado una nueva enfermedad pulmonar, conocida como EVALI, responsable de más de 3.000 hospitalizaciones. Y esto podría ser solo el comienzo: estudios recientes indican que ratones de laboratorio expuestos a aerosoles de vapeo han desarrollado distintos tipos de cáncer, y hay evidencias de que estos mismos aerosoles pueden causar daño al cuerpo humano mediante un proceso llamado estrés oxidativo.
MÁS ALLÁ DE LAS PALABRAS
Resolver esta situación es un desafío complejo, aunque no imposible. El informe de los Altos Expertos de la ONU recomienda instar a las empresas a divulgar públicamente sus avances hacia la descarbonización utilizando datos verificados y comparables. Además, pide a los organismos reguladores que hagan obligatoria esta divulgación, ya que la ONU no tiene la capacidad de imponer dichas medidas, pero los reguladores nacionales sí.
Sin embargo, en la actualidad, muchas compañías parecen moverse en dirección opuesta, intentando esquivar el creciente rechazo a términos como sostenible, verde o medioambiente. Uno de los principales opositores es Donald Trump, quien, desde la Casa Blanca, considera estos conceptos parte de la agenda woke y busca eliminarlos, fomentando un silenciamiento ecológico. Este fenómeno lleva a que muchas empresas prefieran no pronunciarse sobre sus objetivos de sostenibilidad para evitar críticas tanto de los políticos conservadores como de los colectivos de extrema izquierda, que les reclaman avanzar más rápido en sus compromisos ambientales.
Para acabar con la falta de definición en torno a la sostenibilidad corporativa, el informe de la ONU sostiene que las empresas no deberían afirmar que han alcanzado emisiones netas cero mientras sigan invirtiendo en nuevos suministros de combustibles fósiles. Asimismo, insta a que el impacto ambiental se mida en términos absolutos, en lugar de basarse en indicadores de intensidad de emisiones. También se sugiere que las organizaciones que se presentan como ecológicas no deberían, al mismo tiempo, presionar en contra de las políticas climáticas. No obstante, la implementación de estas medidas es altamente compleja, ya que podría afectar significativamente el actual mercado de inversiones verdes, cuya capitalización ya supera los 2,2 billones de dólares.
LAS EMPRESAS MÁS SOSTENIBLES
Pese a la dificultad de medición, a las trampas de las empresas, e incluso, los atajos de muchos índices de la sostenibilidad, algunas firmas sí sobresalen por su sostenibilidad. Algunas de ellas son Telefónica o Cellnex, que recientemente han sido calificadas como algunas de las 25 compañías más sostenibles del mundo, según el ranking de las empresas más sostenibles del mundo realizado conjuntamente por la revista Time y la empresa independiente de estudios de mercado Statista. Incluso la teleoperadora española se situó entre las diez primeras posiciones, gracias no solo a los compromisos climáticos, sino también a otros aspectos sociales de diversidad y talento, de transparencia y de calidad de los informes de sostenibilidad.
En cuanto al primer puesto, lo ocupa la francesa Schneider Electric por su trabajo en la creación de softwares y servicios para la gestión eficiente de la energía. “No solo ha establecido objetivos ambiciosos para reducir sus propias emisiones (será neutral en carbono para 2025), sino que también ayuda a sus clientes a reducir emisiones y ser más eficientes energéticamente a través de su Negocio de Sostenibilidad”, explicaron desde la revista Time. Por su parte, otras empresas españolas que han aparecido en el ranking son Solaria, Grenergy, Amadeus y bancos como CaixaBank y Banco Sabadell.