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El golpe

Miguel Angel Gomez| 9 de marzo de 2025

Antes, cuando alguien quería engañarte, al menos tenía que mirarte a los ojos. En ese cara a cara, un trilero te hacía elegir entre tres cubiletes, un prestidigitador te robaba el reloj mientras te contaba un chiste… Pero eran gente creativa, con talento y hasta cierto sentido del honor. Hoy, en cambio, los estafadores ni siquiera tienen que molestarse en hablar contigo. Les basta, como verás en las páginas interiores de este número, con un doble clic en el lugar equivocado y, sin darte cuenta, habrás aceptado una suscripción mensual a una app que mide el estrés de tus peces de colores. ¿Cómo ha pasado? Quién sabe. Pero cancelarla será más difícil que sacarse el carné de piloto de Boeing. 

La verdad es que las estafas de hoy no tienen el encanto de las antiguas. Ahora, cuando la inteligencia artificial está revolucionando nuestras vidas, nos engañan mejor y más rápido. Un algoritmo decide que necesitas un seguro para perros (aunque no tengas perro) y, de repente, tienes tres meses gratis… y un cargo anual imposible de devolver. 

Lo de algunas grandes tecnológicas es digno de análisis: han perfeccionado el arte del timo de tal manera que harían llorar de envidia a cualquier pícaro del Siglo de Oro. Nos venden teléfonos que no incluyen cargador, coches eléctricos cuya autonomía se queda casi en la mitad cuando subes la rampa del garaje y aplicaciones que prometen mejorar tu vida, pero que acaban torturándote con sus notificaciones. 

El problema no es solo que nos estafen, sino que, además, nos hacen sentir culpables por caer en la trampa. “Debiste leer la letra pequeña”, nos dicen. Como si alguien en su sano juicio se leyera esos términos y condiciones de 27 páginas antes de aceptar cualquier cosa. ¿Has intentado alguna vez leerlos? Son como la Biblia, pero con más amenazas y menos promesas de redención. 

Lo peor es que no aprendemos. Nos indignamos con cada nueva estafa digital, pero seguimos aceptando cookies como si fueran caramelos en una cabalgata. Y mientras creemos que controlamos algo, Elon Musk y Sam Altman juegan su propia partida de engaños, como si fueran Paul Newman y Robert Redford en El golpe (1973). Ambos están compitiendo para dirimir quién controlará el pensamiento humano, ejecutando la mayor estafa del siglo XXI sin que apenas lo notemos. 

Cada uno cuenta con su propio método: Altman, en el papel del hábil estafador que embauca con palabras, quiere que todos conversemos con su chatbot hasta para decidir qué comer. Musk, más en la línea del ilusionista que nos distrae para vaciarnos los bolsillos, pretende conectarnos chips en la cabeza para que no haya escapatoria. En ambos casos, la inteligencia artificial es su mejor aliada. 

Silvia Leal lo explica en su entrevista de este número: la IA no tiene límites, porque aprende de todo lo que le damos… ¡y le estamos dando todo! Información, gustos, emociones, geolocalización y hasta los secretos mejor guardados. Nos preocupa que TikTok envíe datos a China, pero nadie dice nada sobre los millones de datos que Estados Unidos almacena de toda Europa. 

Nos están estafando, sí. Pero no solo con micropagos y suscripciones, sino con algo mucho más grave: con el control absoluto de nuestra información. Y mientras nosotros seguimos haciendo doble clic sin pensar, ellos ya están decidiendo qué veremos, qué compraremos y hasta qué pensaremos mañana. 
Así que la próxima vez que aceptes cookies, piénsalo dos veces. O no, qué más da. Como diría el pirata de Espronceda: “¿Qué es la vida? Por perdida ya la di”. Y, con ella, los datos, el dinero y hasta las ganas de leer la letra pequeña.

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