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Emigrantes invisibles: cuando los españoles se fueron a EE.UU.

Jesús Casañas| 23 de enero de 2020

La exposición ‘Emigrantes invisibles: Españoles en EE.UU. (1868-1945)’, mostrará una realidad hasta ahora bastante desapercibida: el fenómeno migratorio que llevó a numerosos españoles a buscarse la vida al otro lado del charco a finales del siglo XIX y principios del XX. Lo hará a partir del jueves, 23 de enero en el Centro Cultural Conde Duque de Madrid.

Asturianos en las minas de West Virginia y en las factorías del Rust Belt; andaluces en los campos de caña de azúcar de Hawái y en las envasadoras de conservas frutales en California; vascos en los pastos Idaho y Nevada; cántabros en las canteras de Vermont; gallegos y valencianos en los muelles neoyorquinos del Hudson y el East River…

Son algunas de las curiosas estampas que encontraremos a partir de este jueves, 23 de enero (y hasta el próximo 12 de abril) en la Sala Sur del Centro Conde Duque de Madrid de forma gratuita. La exposición ‘Emigrantes invisibles: Españoles en EE.UU. (1868-1945)’ supone el titánico trabajo de sus comisarios, el periodista Luis Argeo y el profesor James D. Fernández. Descendientes de españoles que “hicieron las Américas”, han estado durante más de diez años buceando en los recuerdos de particulares que, como ellos, guardaban todo tipo de recuerdos de sus abuelos en cajas de galletas y viejos álbumes de fotos.

 

«Mi abuelo Adolfo es el del centro, con boina negra. Llegó en 1926 y trabajó de fogonero en Newark, Nueva Jersey. En cuatro años ahorró cuanto necesitaba para comprar casa y tierra en Galicia». Joe Losada

 

Una vez asimilados y organizados, se han seleccionado cerca de 300 fotografías (de entre más de 15.000 escaneadas) y objetos para disponerlos de forma circular en seis apartados con el objetivo, según explica el propio Argeo, de dar visibilidad a una emigración “invisibilizada, porque el número de españoles era una gota en el océano” en comparación al número de migrantes de otros países que también fueron a parar a EE.UU. El primero de estos apartados es el inevitable “Adiós”, compuesto por las fotos que estas personas se tomaron antes de marchar. Huyendo, según el panel explicativo, “de la falta de oportunidades, del servicio militar obligatorio, de la oligarquía y el caciquismo”.

“¡A trabajar!” muestra a los migrantes en sus respectivas labores, casi todos en el sector terciario: colmados, fondas, restaurantes y pequeños comercios, puesto que, como apunta Argeo, “era difícil meter una cámara en una fábrica”. “Su patria era el trabajo”, señala para explicar que fueron sus respectivos oficios los que determinaron el lugar al que ir.

 

“No compre mercancía fascista”. Dos emigrantes españolas boicotean la reputada tienda Casa Moneo en pleno corazón del barrio español en Manhattan, Nueva York. Año 1939

 

En “Living la vida” vemos la parte más campechana y relajada. Tal y como asegura James D. Fernández, son “imágenes de la vida social de los emigrantes, la parte más nutrida, porque era cuando sacaban la cámara. Todavía soñaban con volver a España”. Sus abuelos, como la mayoría, nunca lo hicieron.

Como a toda comunidad migrante, “Se organizaron”. Y es que como apunta James, “tenían que asociarse para sobrevivir. Lo que aglutinaba a las colonias españolas eran dos cosas: la pobreza y las ganas de volver, lo que les llevó a la endogamia”. Estas asociaciones celebraban todo tipo de eventos con los que mantener sus costumbres junto a su gente: bailes, cenas, romerías, partidos de fútbol… Esta parte de la exposición está ilustrada con una fotografía gigantes de un picnic de más de 300 personas, pero James recuerda que, para él, era simplemente “una foto del abuelo”.

 

El Centro Vasco Americano, ubicado en Cherry St, Nueva York, contaba con su propio frontón.

 

Una de las partes más emotivas es la titulada “Solidaridad y discordia”, donde abordan cómo vivieron desde allí los sucesos de la Guerra Civil Española. El cartel asegura que “durante los años de guerra en España, los emigrantes españoles se posicionaron mayoritariamente a favor de la República”. De este modo veremos fotos de mujeres y niños vestidos de milicianos en picnics solidarios, de actuaciones del Coro juvenil del comité antifascista español de Canton (Ohio), de manifestaciones para que el gobierno de EE.UU. dejase de lado su pasividad o pañuelos republicanos originales que se vendían para recaudar fondos y enviarlos a España.

La exposición se cierra con “Made in USA”: el sueño de regresar a España se rompe con la victoria de Franco, y se abre un “proceso de asimilación” en el que los emigrantes salen de la endogamia y empiezan a enseñar a sus hijos el idioma y las costumbres estadounidenses. En una de las paredes de este apartado se proyecta un vídeo que, como apunta Luis, es “casi un making off de cómo hemos recopilado los materiales”, denominándose a sí mismo y a James como “arqueólogos de la inmigración”.

El mostrador de la tienda de puros Las Musas en Brooklyn, Nueva York.

 

En la parte central hay otras tres secciones dignas a tener en cuenta: un vídeo-mapa que explica “con humor” las rutas que hicieron los españoles a lo largo de EE.UU., seis biografías colgadas de “emigrantes tipo” que fueron como “héroes de la vida cotidiana”, y una vitrina con material original (álbumes de fotos, cajas de galletas, negativos…) que es, como admite James, “la materia prima con la que hemos querido hacer la muestra, que no deja de ser un mosaico para que los fragmentos cobren sentido”. Esperan llevar la exposición a otras ciudades de España y, después, a EE.UU. De momento, la tenemos en Madrid hasta el próximo 12 de abril.

 

Por Jesús Casañas

Fotos: Archivo exposición Emigrantes invisibles

 

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