Enrique Dans: “Una persona muy culta no será la que memorice muchas cosas, sino quien sepa buscar muy bien”
Es uno de los verdaderos influencers en un tema que da mucho que hablar, del que todo el mundo habla… pero del que pocos saben en realidad las dinámicas que todo lo mueven y cambian a una velocidad de vértigo. Hablamos con Enrique Dans sobre prácticamente todos los temas del momento. Y de los del futuro.
El primer libro de Dans, Todo va a cambiar, llevaba la coletilla de ‘adaptarse o desaparecer’. Han pasado diez años desde su publicación. ¿Nos hemos adaptado realmente?
Hemos empezado a dar muchas cosas por sentadas y asumidas. Pero no se dan cuenta de otras que hemos ido viendo evolucionar y que ya están aquí. Como ha ido pasando progresivamente, lo damos por asumido, pero hace diez años nos parecería una película.
¿Seguimos anclados en que la digitalización es Internet y el móvil?
A nivel individual asumimos a gran velocidad las cosas, como estar viendo un partido y preguntar a tu asistente virtual la edad de uno de los jugadores. Eso se ha asumido. A nivel corporativo es distinto, falta liderazgo y cuesta más.
La videoconferencia no es trabajar, es coordinar
Hablando del tema corporativo: desde marzo hasta ahora ha cambiado radicalmente el mundo laboral, con el teletrabajo implementado como una normalidad prácticamente de la noche a la mañana. Muchos empresarios han asumido esta dinámica, otros todavía no. ¿Ha llegado el teletrabajo para quedarse?
Yo entiendo que sí. Sería muy irresponsable haber pasado por el mayor experimento de la historia en teletrabajo y tirarlo a la basura para exigir a la gente que vuelva a una oficina y se pase media hora o más en un atasco. Me parecería una auténtica estupidez. Hay que tener en cuenta que no solo hemos probado el teletrabajo, es que, además de haber utilizado Zoom para vernos las caras desde casa, lo que se ha hecho es adoptar metodologías de trabajo mucho más sofisticadas, como el trabajo asíncrono con Slack o Teams, algo que va más allá de la videoconferencia. Porque la videoconferencia no es trabajar, es coordinar. Cuando empezamos a teletrabajar, parecía que necesitábamos el vídeo para demostrar que estábamos trabajando, porque veníamos de un entorno presencial en el que, si nadie te veía, nadie se enteraba. Llegamos a estupideces absolutas, como que cuanto más alto estuvieras en la pirámide de tu empresa, más videoreuniones tuvieras que tener. Ahora que estamos aprendiendo a teletrabajar cada vez mejor, lo lógico es darse cuenta de que se puede ser productivo así y que tiene una barbaridad de ventajas.
La pandemia también ha forzado a muchos negocios a pasarse al comercio electrónico, y a muchas personas a comprar así. También ha extendido el delivery como sustituto a ir a un restaurante. ¿Estamos ante la consolidación definitiva de estos modelos?
No a la consolidación definitiva, pero sí a una regularización del tema. El comercio electrónico ha demostrado algo que sabíamos todos: que hay un tipo de comercio que haces porque no tienes más remedio, como cuando se te acaba el arroz o el papel higiénico, que no te hace la más mínima ilusión salir a comprarlo, que se va a ir al comercio electrónico o al pickup; y otro tipo de comercio que sí te apetece, hay personas a las que le gusta mucho la experiencia del probador. A mí me gusta ver el pescado o la fruta. Hay distintas experiencias de compra, y el comercio electrónico será fundamental para algunas de ellas y no tanto para otras, que se convertirán en experiencias interesantes, agradables o que interesa tener. Respecto al delivery, está asentado en un modelo que se carga muchísimos de los logros que los trabajadores habían conseguido a lo largo de la historia. Hay que racionalizarlo y asumir qué tipo de relación laboral deben tener.
Hablando de regularización: parece que el conflicto entre Uber y los taxis se ha solucionado mucho más fácilmente de lo que parecía simplemente integrando los taxis en estas plataformas. ¿Qué opina?
Yo creo que los taxistas se dieron cuenta de que era imposible sostener un sistema basado ya no en unos privilegios, sino en que la solución no era lo mejor para los usuarios, que es que haya mucha oferta, que también hay que regular para no contribuir a los atascos y la contaminación. No se puede manejar la oferta con puño de hierro, como hicieron muchos años con las licencias de taxis. Cualquier colectivo termina aceptando la lógica de la situación y no pretendiendo provocar unos beneficios si son irracionales.
La movilidad cada vez tiene mayor oferta. Aparte de los taxis, Uber y Cabify, está el transporte público y el carsharing, que podría terminar implementándose a nivel general, dándonos el derecho no a tener un coche, sino a utilizarlo cuando lo necesitemos. ¿Qué implicaciones tendría este modelo casi de suscripción? ¿Hacia dónde vamos?
Sin duda, vamos al transporte y el vehículo como servicio. Es una evidencia que poseer un vehículo para utilizar el 3 o 5% del tiempo es algo irracional. El vehículo se adaptará a lo que necesitemos en cada momento. Creo que el escenario del que se habla es que en una ciudad en el que el vehículo autónomo se populariza, se convertiría en un infierno porque lo pondremos a dar vueltas y será una ciudad colapsada de vehículos que no tienen a nadie dentro. El otro escenario es el que, cuando lo necesitas, tienes un vehículo a tu disposición. Y está en actividad permanente. Eso conlleva que alguien tiene que explotar, mantener y limpiar ese vehículo, por lo que sigue habiendo una serie de modelos de negocios asociados. No implica que todo el mundo se vaya a ir al paro.
¿Podría explicar de dónde nace esta guerra comercial y qué está en juego exactamente?
Lo que está en juego es el modelo de sociedad como tal. China tiene un modelo de sociedad más eficiente porque no tiene que preguntar nada a los ciudadanos, a los que se les impone un modelo determinado dirigido por unas élites con una estrategia a muy largo plazo. No hay país que tenga políticas a tan largo plazo y tan definidas como las tiene China. Ningún régimen ha sido más eficiente que China a la hora de sacar a la gente de la pobreza absoluta o de crecer económicamente. Todo está planificado, a costa de una serie de derechos que en Occidente asumimos como fundamentales. Si queremos un modelo como el chino, solo tenemos que permitir que China siga compitiendo con las reglas que ella misma se pone. Pero la resistencia a ese modelo llega de sociedades que no admiten que el Estado lo sepa absolutamente todo de sus ciudadanos, y que en cualquier momento pueda decidir que tu ‘crédito social’ ha descendido y se te prohíba viajar, por ejemplo. Si decidimos resistirnos a eso, la forma más torpe y absurda de hacerlo es lo que hizo Donald Trump: bloquearlo, impedir que me venda sus productos, etc. Es una aproximación completamente primaria y absurda que no va a ningún sitio. Pero alguna reacción hay que tener porque no se puede competir con alguien que rompe todas las reglas y que no acepta ni siquiera lo más básico, que son los derechos de las personas. El aislamiento no tiene sentido si lo hace un solo país, pero seguramente lo que viviremos con la llegada de Joe Biden es que la resistencia a China se convierta en multilateral, con consenso internacional para decirle lo que puede o no puede hacer si quiere integrarse en el sistema económico global.
¿Por qué es tal objeto de controversia el 5G, al margen del papel de China? ¿Qué tiene el 5G que no hayan tenido el 3G o el 4G?
El 5G ya no es una cuestión de que sea más rápido, es que la latencia es minúscula, lo que permite conectar cualquier cosa de manera muy eficiente. Y en el momento en que eso suceda, vas a poder conectarlo todo: la silla en la que te sientas, el coche, los dispositivos que llevas encima… Esto lleva a un modelo de sociedad completamente distinto. Yo llevo dispositivos que evalúan mi estado de salud y mis hábitos de vida. Esos dispositivos podrían generar suficientes datos para saber cómo estoy de salud sin tener que ir al médico. En el momento en el que se están generando, procesando y utilizando esos datos, alguien debería tener en cuenta dónde está la seguridad. No podemos montar un modelo de ese tipo sin tener claro cómo gestionarlos.
Parece que cada vez más empresas entran en el sector de la salud. Ahora hay incluso compañías de telecomunicaciones ofreciendo videoconsultas. Amazon o Google podrían hacer lo mismo. Incluso una frutería, si lo cree conveniente. ¿Hasta dónde podremos llegar?
Hasta donde el usuario considere razonable. Considerará razonable que sus datos de salud se compartan con unas garantías y se puedan utilizar para gestionar la salud de manera proactiva. A un servicio de ese tipo nadie diría que no. Si eso te lo ofrece la frutería, habrá que decidir si quieres que esos datos los tenga una compañía que tenga un encaje natural con ellos.
Me veo obligado a hacer esta pregunta… ¿Enrique Dans cree que las vacunas contra el coronavirus llevarán un chip?
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Imagen destacada: © IE Business School