Fallece el papa Francisco: el hombre que vino «del fin del mundo» para cambiar la Iglesia… y el mundo

Jorge Mario Bergoglio, el hombre que vino del “fin del mundo” para transformar el corazón de la Iglesia Católica, ha fallecido este lunes 21 de abril de 2025 en el Vaticano, a los 88 años de edad. El deceso se produjo a las 7:35 a.m. en su residencia de la Casa Santa Marta, debido a una neumonía bilateral que complicó su ya frágil estado de salud. Su última aparición pública tuvo lugar apenas un día antes, el Domingo de Resurrección, durante la bendición Urbi et Orbi, en la que, como siempre, pidió oraciones por los pobres, por los olvidados y por un mundo más justo.
Francisco, el 266º papa de la historia, ha sido uno de los líderes más carismáticos y disruptivos del siglo XXI. El primero latinoamericano, el primero jesuita y el primero en adoptar el nombre de San Francisco de Asís. Desde su elección, el 13 de marzo de 2013, su estilo directo, sencillo y profundamente humano marcó una ruptura con los formalismos del Vaticano. Su pontificado se caracterizó por una apuesta decidida por los valores de misericordia, humildad, justicia social y sostenibilidad. Por eso, en 2017, lo elegimos como “El más influyente” en el número 7 de la revista Influencers, donde lo describimos como “el pontífice de la comunicación”.

El Papa de las periferias
Nacido en Buenos Aires en 1936, hijo de emigrantes italianos, Jorge Mario Bergoglio fue técnico químico antes que sacerdote. También trabajó como portero de discoteca y fregó suelos en una fábrica de medias. Conocía el barro de la vida, y nunca rehuyó de él. Fue ordenado sacerdote en 1969, con casi 33 años, y desde entonces mostró una especial preocupación por las “periferias existenciales”: los pobres, los enfermos, los adictos, los descartados del sistema.
Ese espíritu lo llevó hasta el corazón del Vaticano, donde renunció a los símbolos de poder para habitar una humilde habitación en la residencia Santa Marta y moverse en utilitarios comunes. Decía que “el perdón es una fuerza que resucita”, y que su deber era acercar la Iglesia a todos, incluso a quienes más se habían alejado de ella.
Reformador, incómodo, valiente
Su llegada al trono de Pedro coincidió con uno de los momentos más delicados para la Iglesia. Tras la inesperada renuncia de Benedicto XVI, en pleno escándalo de Vatileaks y con el Vaticano bajo la sombra de los abusos sexuales, la corrupción y la desconfianza, muchos esperaban un cambio. Y ese cambio llegó desde Buenos Aires. Con palabras y con gestos, Francisco se propuso limpiar la casa desde dentro.
Denunció los abusos, defendió a los migrantes, pidió perdón a las víctimas y simplificó los rituales. Bendijo a hijos de parejas no casadas, lavó los pies a musulmanes y apoyó el acercamiento diplomático entre Cuba y Estados Unidos. Con su encíclica Laudato Si’ puso el foco en el cuidado del planeta. Y cuando habló de los homosexuales dijo simplemente: “¿Quién soy yo para juzgar?”.
Algunos lo acusaron de modernista; otros de ingenuo. Pero nadie pudo ignorar su voz. Como escribimos en Influencers, Francisco no necesitaba ponerse los zapatos rojos para hacerse notar. Predicaba con el ejemplo. Y eso incomoda, incluso dentro de la Iglesia.

El papa influencer
Más de 40 millones de personas seguían al papa en Twitter, donde sus mensajes eran leídos como si fuesen proverbios modernos. Se comportaba como uno más en la era digital: hacía selfis, respondía cartas personalmente y hasta llamaba por teléfono a quienes compartían con él sus dramas cotidianos. En una ocasión, recibió en audiencia privada a un transexual español que le escribió para contarle su sufrimiento. Le dijo que lo había “abrazado con el alma”.
Francisco supo comunicar como ningún otro papa en la historia reciente. Porque su estilo no era impostado. Era auténtico. Su figura llegó a ser portada de Rolling Stone y se convirtió en referente incluso para los no creyentes. El papa de los millennials, el que renovaba sus gafas personalmente en una óptica del barrio y abrazaba a los fieles sin miedo. El papa que quería una vejez tranquila… y acabó revolucionando una institución milenaria.
El legado imborrable del papa Francisco
En sus casi doce años de pontificado, el papa Francisco cambió el relato de la Iglesia. Le devolvió el protagonismo en un mundo escéptico. Reforzó la diplomacia vaticana, saneó las finanzas de la Curia, denunció las injusticias del capitalismo y puso voz a los sin voz. Su discurso en Lampedusa, donde habló de la “globalización de la indiferencia”, se convirtió en un manifiesto moral para Europa y para el mundo.
Con su muerte, se apaga una figura irrepetible. Un hombre que caminó entre los más humildes, que abrazó a los excluidos y que trató de devolver al cristianismo su esencia: la del servicio y el amor al prójimo. Pero su luz, como él decía del perdón, resucitará en cada gesto de compasión, en cada acto de valentía y en cada palabra sincera.
Francisco no fue solo un papa. Fue un símbolo. El más influyente, como anticipamos en Influencers. Y su legado, sin duda, perdurará mucho más allá de su pontificado.