Felipao: «Creé mi menina por negación de la tradicional»
Sus tortugas y meninas pueden medir desde 15 centímetros hasta un metro setenta, así que prestan igual en la mesa de noche que en un gran jardín. Felipao es un autodidacta que decidió seguir su soñada vida artística liberándose de una rutina empresarial que no le satisfacía. “El arte me había gustado desde siempre –explica–, aunque estudié ICADE. Pasé por varias compañías y, un día, trabajando en la multinacional farmacéutica Bristol-Myers, vi que no tenía otra motivación que la nómina para estar allí. Eso me parecía muy triste y decidí dedicarme cien por cien al arte, que era lo que verdaderamente me apasionaba”.
«Dije que haría 500 bulldogs poppi, porque fue el número de veces que me habían desaconsejado en casa dedicarme al arte».
¿Partías de cero o tuviste algún aprendizaje?
Desde que dije en la empresa que me quería ir hasta que lo aceptaron pasó todo un año, porque pensaban que me iría a la competencia. Así que todo ese tiempo, cuando terminaba de trabajar por las tardes, me iba a hacer cursos de todas las técnicas que creía que iba a poder necesitar. Tenía claro que me gustaba más la escultura que la pintura y recibí cursos de escultura, patchwork, collage, aerografía, modelado… Los iba escogiendo por intuición, como un verdadero autodidacta.
Finalmente, en 2009 cambias de vida. ¿Cómo te abres camino en ese mundo tan nuevo para ti?
Como la vía de las galerías convencionales iba a ser complicada y aún más para alguien que empieza, pensé que lo mejor era crear una marca, intensificar contactos con prensa y televisión, y darme a conocer por otra vía. Además, en España había una crisis económica brutal en 2009, era un momento malísimo en el que estaban cerrando galerías por todos lados. Empecé tirando de los medios, amigos, familia… todo lo que estuviera a mi alcance. Explicaba que acababa de dejar mi empresa, que me quería dedicar a ser artista, que estaba haciendo una serie de esculturas y… no sé si por pena, pero la verdad es que me llamaban mucho. Ese trabajo de comunicación ha sido importante, pero no basta con caerles bien a unos cuantos. Te pueden sacar alguna vez por compromiso, pero lo que haces tiene que gustar. Si no llama la atención y no transmite, al final no consigues nada.
¿Cómo te planteaste tu primera obra y qué retos técnicos supuso?
Tenía claro hacer algo diferente y que, a mí, como coleccionista, me gustara tener en casa. Un poco como al que le gustan los coches y diseña su propio coche. Pensé que tenía que ser una serie limitada de piezas únicas firmadas por el autor. Y empecé con las esculturas de perros de perros. El primero fue el bulldog y me llevó seis meses realizar su estructura, con la que después construyo el molde de silicona para poder reproducirlo, pero cada pieza es distinta y está personalizada. Dije que haría 500 bulldogs poppi, porque fue el número de veces que me habían desaconsejado en casa dedicarme al arte, diciéndome que terminaría viviendo debajo de un puente. Así que, no solo me dediqué al arte, sino que decidí hacer 500 poppi. Como llevo vendidos 300, cuando llegue a los 500, romperé el molde y se acabó poppi. Luego hice más perros: el carlino, el bóxer, el teckel Lump, que es como se llamaba el de Picasso…
Esa fauna particular ha seguido creciendo: gatos, gallos, tortugas…
Me apetecía completar la saga de perros con los gatos, inspirado por un artículo que me impresionó sobre la relación entre hombres y gatos en Japón, donde incluso los alquilan porque su frotamiento produce oxitocina, esa especie de hormona del amor que también generan las mujeres cuando están embarazadas.
Algunas obras son complejas, como la Love bomb.
Un corazón con una cápsula dentro donde se puede escribir un mensaje. Lo ideé como un elemento que ayudara a la comunicación entre personas que se quieren en esta sociedad, que se comunica más bien poco. El hecho de que quien la recibe o la entrega pueda intervenir en ella, da a esa escultura mayor capacidad de personalización. También quise reflejar lo explosivo que puede llegar a ser el amor.
Creé mi menina por negación de la tradicional, que no me gustaba nada. Nunca se había hecho una menina fractal y poliédrica, con 448 facetas.
Quizá tu obra más conocida sea la menina.
Hice la menina por negación de la tradicional, y aunque se ha reinterpretado muchas veces, ningún artista había hecho una menina fractal con unas 448 facetas. Muchas veces, los artistas pretendemos darle la vuelta a algo que no nos gusta para convertirlo en lo que queremos que sea. A mí, la menina tradicional, con sus curvas y el pelito a un lado, no me gustaba nada. Me gusta mucho la geometría y me puse a crearla de manera poliédrica, cubista, porque la quería cool, diferente, muy moderna y atrevida. Todo lo que he hecho después de mi menina es poliédrico, porque me gusta mucho y creo que es novedoso.
Mi tortuga Speedy transmite lecciones aprendidas del covid: hacer las cosas más despacio, mejor, y saborear el momento.
¿Qué significado das a tu tortuga Speedy, nacida en la pandemia?
Fui de las primeras personas en contraer el covid, en marzo de 2020. Lo pasé mal y estuve quince días en la cama, con mucho dolor de cabeza, fiebre y mucha historia. Entonces, la tortuga, que es un animal que vive en su caparazón, resume el aprendizaje de haber pasado por el covid y de estar tres meses encerrados en casa, como estuvimos todos. Quise hacer que, dentro de veinte años, nos recordara esas experiencias. Y la tortuga, que en el feng shui es un animal relacionado con la longevidad, la fertilidad y la suerte, me ofrecía una visión positiva a largo plazo, la de salir reforzados. Es una tortuga optimista que mira hacia arriba y transmite el mensaje positivo de lecciones aprendidas del covid: hacer las cosas más despacio, hacerlas mejor, y saborear el momento, en vez de pasarnos todo el día pensando en el futuro.
Tu calavera me ha recordado a aquella, cuajada de diamantes, que Damien Hirst vendió por una millonada. Y los coloridos de tus obras, a Jeff Koons…
La calavera es una pieza pop que lleva unos cuernos, algo demoníaca. La creé hace 8 o 9 años y serán 222 piezas únicas. Es algo anecdótico que hice mientras trabajaba en la Love bomb, como una contraposición al amor. Pero me identifico mucho más con Jeff Koons que con Hirst.
¿Visitas exposiciones, te inspiran otros artistas, o los viajes…?
Viajar es muy saludable para crear. Cambiar de aura en un sitio nuevo con mil detalles que te hacen ver las cosas de distinta manera, cambiar de luces… Este verano he estado en Florencia, buscando esa referencia del arte clásico. Debería haber más mecenas en España como los Médici porque, si no, los artistas noveles no tienen cómo sustentarse. Y justo antes de que concluyera, he estado en la exposición de CentroCentro en Madrid sobre el arte pop, con obras de Warhol, Lichtenstein, Rauschenberg y Keith Haring… todos ellos muy buenos.
Eres definitivamente pop. ¿Cuáles serán tus próximos pasos?
Estoy creando una edición de meninas cromadas para el mercado americano y lo nuevo que viene es Klever. Se trata de un mono que entrega un libro, porque nuestro pensamiento se nutre de las páginas web, de los libros, de muchas cosas, y Klever es una reflexión sobre lo que está pasando con la guerra de Ucrania. Parece mentira que, habiendo vivido dos guerras mundiales, hayamos llegado a esta situación. Me hizo pensar en Klever como un mono que te ofrece ese libro con tus principios, tus ideas… y que deberías volver a releer para evitar que ocurran cosas como las que están pasando. Lo que nos diferencia del mono es la lectura, pero parece que no leemos nada y el mono nos tiene que dar un libro para recordarnos lo que nos debe hacer pensar… Será una edición de 49 monos basada en la antroposofía, según la cual el ser humano cambia cada siete años. Pensar que somos una persona diferente cada siete años me ha llevado al número 49.
Te has introducido en el arte digital de los NFT.
Estoy muy contento porque he vendido mi primer NFT a una coleccionista tan reputada como es Solita Cohen, y en la próxima primavera se verá una serie limitada para 100 relojes de una importante marca suiza asociados a un NFT.
NFT es una realidad que se va a imponer y estoy intentando introducirme en el mercado chino para vender allí. El NFT que tengo ahora es mi menina andando por Madison Avenue. De repente, le suena el teléfono y habla por un móvil.
¿Qué particularidades tiene un arte tan disruptivo?
Llama la atención como todas las cosas nuevas, pero lo que era el vinilo hace veinte años, hoy es Spotify, y yo creo que el arte dentro de veinte años serán NFT. La tecnología blockchain garantiza al cien por cien la propiedad de la obra en tu wallet, con total trazabilidad de la transmisión, además del certificado de autoría del artista. Y hay varias formas de disfrutar una obra NFT: en la pantalla LED del teléfono o de la televisión, proyectándolo…
Tienes una actividad febril relacionada con marcas. ¿De qué manera colaboras con la automovilística DS?
DS apuesta mucho por el diseño, el arte y la vanguardia. Me parece una marca fantástica de coches, con una calidad técnica muy avanzada y un nivel de acabado excelente. Soy embajador de la marca desde hace cuatro años. Hacemos exposiciones en las flagships de las ciudades y tuvimos una colaboración muy bonita en la que subastamos una menina y se entregó lo recaudado a la Fundación CRIS contra el cáncer.