Los terremotos son unos de los desastres naturales más terribles. Capaces de arrasar una ciudad en minutos, cualquier tipo de aviso es vital para salvar miles de vidas, por lo que es vital que podamos anticipar los terremotos tanto como sea posible. Esto se logra principalmente plantando sensores que puedan detectar cuando un terremoto grande se está gestando. Pero los detectores tradicionales no tienen demasiado alcance.
Es por eso que un grupo de la universidad de Stanford está desarrollando una nueva generación de sensores basados en una red de fibra óptica. La fibra óptica transmite información casi a la velocidad de la luz, por lo que su uso en la industria de las telecomunicaciones es de suma importancia. Pero además, las empresas petroleras la utilizan para monitorizar los temblores producidos en las perforaciones, aprovechándose de una característica de la fibra óptica llamada retrodispersión. La retrodispersión ocurre cuando un haz láser rebota en las impurezas de la fibra, y al moverse el cable (como se podría mover en un terremoto) la señal que viene de vuelta tras rebotar en dichas imperfecciones, cambia.
El equipo de Stanford, usando un loop de más de 3 kilómetro de largo de fibra óptica, han conseguido detectar hasta el momento cerca de 800 seísmos, entre ellos el reciente terremoto de México. Esto significa que se pueden detectar terremotos con la infraestructura de fibra óptica ya existente. Y aunque este método no tenga la sensibilidad de un detector dedicado, cubren un área mucho mayor.
«Cada metro de fibra óptica instalado actúa como un sensor y cuesta menos de un dólar. Es imposible crear una red de detección de esta densidad, alcance y precio con detectores tradicionales» dice Biondo Biondi, uno de los investigadores de Stanford.
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