Gloria Villalba: «No creo que ningún robot suplante la función de un neurocirujano nunca»

La doctora Gloria Villalba es una de las neurocirujanas más prestigiosas e innovadoras de España. Con más de 5.000 operaciones a sus espaldas, se enfoca en los casos más difíciles para ofrecer una salida a los pacientes con peor pronóstico y vierte su pasión por la medicina sobre la mesa de operaciones para seguir salvando vidas. Acaba de publicar Al otro lado del bisturí (Ediciones B, 2025), donde relata 12 historias reales que cambiaron su vida, la de sus pacientes y, muy posiblemente, cambiará la de sus lectores. Porque, si se trata de cambiar vidas, allí está ella.
Con 14 años tomaste la decisión de ser médico para seguir estudiando y ayudar a la gente con tu trabajo. ¿No son dos objetivos poco habituales en una adolescente?
Hay adolescentes que tienen las cosas muy claras, que son algo maduros para su edad, si se quiere mirar así. Y yo era uno de estos adolescentes.
Cuentas en el libro que, ya durante la carrera, te fascinó el cerebro. ¿Por qué nos llama la atención este órgano? ¿Es por el desconocimiento que seguimos teniendo sobre él o por una especie de ‘magia’ que proyecta su funcionamiento y capacidades?
Bueno, creo que no voy a ser muy imparcial al responder esta pregunta, porque a mí es el órgano que más me apasiona. Creo que las noticias relacionadas con el cerebro nos gustan porque es del órgano que más cosas que dan por entender, y las novedades en tecnología están ayudando en el tratamiento de algunas enfermedades cerebrales. También creo que el hecho de que haya enfermedades cerebrales que visualmente no podamos ver con una resonancia cerebral, pero que pueden ser devastadoras, como la enfermedad mental o el dolor crónico, y que podamos dar algo de luz, con nuevas técnicas de neuromodulación, por ejemplo, da esa especie de ‘magia’ —aunque yo lo llamo ‘esperanza’— en que podrá haber un futuro mejor.
¿De qué está hecho el cerebro humano y cómo funciona exactamente el proceso para almacenar y recordar información?
Para responder bien a esta pregunta necesitaría muchas páginas, pero voy a intentar resumir bastante. El cerebro está compuesto de muchísimos tejidos, no solo neuronas, sino cientos de otros tipos de células que son también necesarias. Para que todas puedan vivir, existen arterias, venas y líquido cefalorraquídeo, que nutre a todas las células cerebrales. Dentro del cerebro, además, nacen los principales nervios que dirigen el cuerpo, y también se forman las principales hormonas que regulan nuestro organismo. Los centros responsables de que respiremos, de que el corazón lata y de que tengamos consciencia también residen en una parte del cerebro que se llama el tronco cerebral. Su peso es de alrededor de 1.500 gramos. Pero lo fascinante del cerebro no es la anatomía, que también, sino los circuitos que conectan las neuronas entre sí, enviándose electricidad constantemente de un sitio a otro de manera organizada. Nos lo hemos de imaginar como una computadora con miles de cables llevando información al mismo tiempo. Cuando alguno de estos circuitos falla, se produce una circuitopatía, es decir, una enfermedad cerebral. En función de qué circuito se estropee, va a dar lugar a una enfermedad o a otra: si falla el circuito de la memoria, podrá ser el inicio de una enfermedad de Alzheimer y, si falla el circuito del ánimo, podrá dar lugar a una depresión.
En el cerebro se producen emociones y sentimientos, como la felicidad o el dolor. ¿Qué son la felicidad y el dolor para la ciencia? ¿Se pueden medir?
El significado de lo que es el dolor o la felicidad es personal para cada uno, pero, si la pregunta es si podemos visualizar o medir el dolor o el grado de felicidad en una persona, pues sí: se puede. Se puede hacer de manera sencilla, con un test que da una puntuación numérica, pero también se pueden ver en imágenes de resonancia funcional, por ejemplo, donde hay zonas determinadas del cerebro que se activan de manera anormal, que tienen que ver con lo que buscamos: dolor, depresión, etc. Creo que lo importante es hacer llegar el mensaje de que hay muchas maneras de expresar o de vivir el dolor, la falta de felicidad u otros diagnósticos, y que eso va a ser propio de cada paciente/persona. Hay pacientes cuyo diagnóstico y tratamiento es fácil, pero en otros pacientes va a ser muy difícil tanto el diagnóstico como el tratamiento. Hay que tener paciencia y dedicar la atención que se merece a cada persona.
Eres especialista en neurocirugía. ¿Qué diferencia hay entre un neurólogo y un neurocirujano? ¿Cuándo entra en acción un profesional como tú?
Ambas especialidades se dedican a las enfermedades del sistema nervioso (cerebro, médula espinal y nervio periférico), pero la principal diferencia es que el neurocirujano dedica gran parte de su tiempo a indicar, preparar y realizar una cirugía del sistema nervioso, mientras que el neurólogo dedica gran parte de su tiempo al diagnóstico de enfermedades y a dar una solución farmacológica o de neuromodulación sin cirugía. Dicho de otro modo, el neurocirujano opera y el neurólogo no.
En tu libro recoges 12 historias reales de pacientes que han pasado por tu consulta, como una mujer con dolor crónico, un hombre con anorexia nerviosa, adictos, tumores, daño cerebral… ¿Cuál de estas historias te sorprendió más y por qué? ¿Hay alguna historia que hayas decidido no compartir en el libro por algún motivo en particular?
No hay ninguna historia preferida, porque cada una es una vivencia y un aprendizaje de la medicina y de la vida diferente respecto a otra historia. En un principio iban a ser 13 historias, no más por un motivo de espacio, y no porque no haya más historias dignas de ser contadas. Pero la historia número 13 fui incapaz de escribirla porque unas semanas antes de iniciar ese capítulo la paciente se suicidó de una manera muy trágica. Yo había hablado con ella hacía unos días y no pude ver que estaba tan mal. En realidad, nadie lo vio. Tengo la sensación de que le fallé y no conseguí escribir su capítulo…

¿Cuál es la parte más difícil de tu trabajo como médico neurocirujana, más allá del posible fallecimiento de uno de tus pacientes?
Hay muchos aspectos complicados de esta profesión, y no me refiero a aspectos médicos o técnicos, sino a aspectos humanistas. Por ejemplo, en dar un pronóstico que es infausto, encontrando el equilibrio de decir la verdad, pero haciendo el menos daño posible. Otro ejemplo sería el de encontrar las palabras adecuadas de consuelo o ayudar a encontrar el sentido de las cosas cuando tú mismo sabes que es casi imposible, como en la muerte de un paciente en un accidente de tráfico.
¿Es verdad que los médicos se terminan poniendo una especie de coraza para no llevarse el dolor a casa?
Pues como uno vive las atrocidades que vemos, va a depender bastante de cómo seas como persona, desde luego. Pero puedo decir que todo es un aprendizaje y que el tiempo te enseña a hacerte fuerte de corazón sin perder la ternura del alma; aunque a veces también se flaquea, porque no somos robots. Ver situaciones tan dolorosas no solo tiene una parte negativa: yo creo que tiene una parte positiva aún mayor, ya que te ayuda a ver lo que realmente importa y a valorar las cosas buenas que te pasan. Te hace tener unos valores bien diferentes.
¿Alguna vez te has visto envuelta en una situación de violencia en la consulta?
Violencia hacia mí, no, nunca, pero violencia por sufrimiento sí. Por ejemplo, familiares que se golpean contra las paredes cuando damos noticias muy duras.
Desde la llegada de internet a nuestras vidas, todos tenemos acceso a información médica y sanitaria, ya sea básica, avanzada o equivocada. ¿Has notado que los pacientes llegan a la consulta ‘sabiendo demasiado’ y tratan de aplicar eso que han leído o les han contado? ¿Cómo gestiona un médico esas situaciones?
Los pacientes vienen a la consulta habiendo leído mucho previamente, y eso creo que es bueno. Es la época de la medicina que nos toca vivir, donde ya no hay una relación paternalista con el paciente, sino que es el paciente el que, bien asesorado, decide qué quiere hacer. Pero también es cierto que la interpretación de esa información no es, en general, bien entendida, lo cual es un problema, porque el paciente va condicionado según su interpretación, y porque aclarar todas las interpretaciones de lo que se lee requiere mucho tiempo que en general no tenemos. Hemos de animar a aclarar dudas, aunque eso prolongue el tiempo de visita.
Hablando de internet y tecnología: un quirófano actual tendrá poco que ver con uno de hace décadas. Cada vez hay más robots involucrados, nuevas técnicas, más capacidades… ¿Crees que, en el futuro, serán robots autónomos los que operen a los pacientes?
Desde luego que la situación actual de la medicina está donde está gracias a los avances en bioingeniería, principalmente. En especialidades quirúrgicas el impacto de la tecnología es brutal. En los últimos años se están incorporando robots en los quirófanos, que facilitan el excelente resultado de muchas cirugías. Ahora bien, no creo en absoluto que ningún robot suplante la función de un neurocirujano nunca.
¿Qué piensas de la inteligencia artificial (IA) en medicina? ¿Hacia dónde crees que vamos y, sobre todo, hacia dónde crees que deberíamos llegar, únicamente?
La IA ha llegado para quedarse y mejorar la medicina en general, no me cabe la menor duda, pero esto no nos ha de hacer olvidar otros aspectos que aún no están resueltos en sanidad, al menos aquí en España, y que son mucho más básicos.
¿Qué avances veremos en los próximos años en tu campo concreto, la neurocirugía?
El campo que más está avanzando y más nos va a sorprender es el de la neuromodulación cerebral, tanto sin cirugía como con ella. La neuromodulación es la aplicación de un estímulo, principalmente eléctrico, aunque también puede ser magnético o químico, sobre el sistema nervioso, produciendo un cambio en este. Estamos viendo, y veremos aún más, opciones de tratamiento en enfermedades sin mucho recurso terapéutico actualmente que podrán mejorar con sistemas de neuromodulación.
En el libro dices que te arrepientes un poco de haberte quedado en España en lugar de haber salido a otro país a investigar en condiciones. En pocas palabras, y teniendo en cuenta que ‘más financiación’ sería lo deseable, ¿qué necesita exactamente la ciencia en España para despuntar?
Los problemas que hay en España son varios y no todos tienen que ver con un tema económico, que también, sino con la falta de integridad, el machismo encubierto y la corrupción en muchos ámbitos públicos. A veces pensamos que esta situación que acabo de describir solo se puede ver en la política española; pues no, también en otros ámbitos.
Para terminar: a veces no sabemos cómo actuar cuando alguien es diagnosticado de una enfermedad y tratamos de quitar hierro a su situación, incluso mintiendo. ¿Cuál es la mejor forma de enfocar ese intento de animar a las personas? ¿Qué mensaje podrías enviar, como médico, a una persona que esté pasando ahora mismo por un problema de salud?
Hay enfermedades que aún están estigmatizadas, como puede ser la enfermedad mental o el dolor, por ejemplo. Hoy en día tenemos conocimientos suficientes para entender que es un problema en el funcionamiento de los circuitos cerebrales y que se pueden mejorar o incluso solucionar. Por tanto, el primer mensaje es que no te lo inventas ni eres culpable, sino que tu cerebro tiene ahora un problema y le podemos ayudar. Segundo mensaje: le puede pasar a cualquiera, así que hoy eres tú y mañana soy yo, por lo que no eres raro. Tercer mensaje: hay enfermedades que, cogidas a tiempo, pueden cambiar el curso de su evolución y también cambiar la vida de la persona considerablemente, así que consulta, no lo pospongas.