Así hacen ‘greenwashing’ las grandes empresas
Hace dos años, un informe titulado ‘La contribución de las empresas españolas a los objetivos de desarrollo sostenible’, publicado por ESADE, hacía hincapié en un elemento notable: “Las empresas parecen dispuestas a introducir los cambios estructurales necesarios para transitar hacia un nuevo paradigma empresarial de desarrollo sostenible; pero pasar del discurso de la sostenibilidad (a menudo idealizado) a la práctica empresarial no es tarea fácil”. En otras palabras, que una cosa es la publicidad y las buenas palabras de las compañías y otra que realmente estén haciendo algo tangible en materia de sostenibilidad y cuidado del medioambiente.
En principio, comprobar cómo las empresas pasan de largo en materia de sostenibilidad sorprende, en especial, por lo mucho que hablan de ello. Así, por ejemplo, el propio informe de Esade había contabilizado que las menciones de las compañías españolas en sus informes acerca de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que conforman la llamada Agenda 2030, se han duplicado desde 2018. Sin embargo —también explicaba el estudio—, eso no se ha traducido en acciones directas, sino en una burda utilización para proyectar una mejor imagen. Unas prácticas que tienen un nombre: greenwashing.
Repsol no solo fue la empresa más contaminante de España el año pasado, sino que acumula dos sanciones diferentes por greenwashing
Ese es el caso, por ejemplo, de las energéticas. Recientemente, Iberdrola presentó una demanda contra Repsol precisamente por greenwashing, además de “competencia desleal y publicidad engañosa”. El epicentro del enfrentamiento está en las cerca de quince informaciones en la web y tres campañas publicitarias de la petrolera, que bajo el punto de vista de la eléctrica suponen un engaño a los ciudadanos. La eléctrica entiende que en todas ellas se omite “la actividad principal de la compañía [el petróleo y sus derivados] y los verdaderos efectos para el medioambiente de sus productos y servicios”.
En paralelo, la eléctrica también apunta a que la petrolera vasca ya ha sido sancionada en dos ocasiones por prácticas de greenwashing por la Autoridad de Normas Publicitarias de Reino Unido. Por último, también se hace hincapié en que la empresa española es la que más gases de efecto invernadero emitió en 2022; en concreto, 12,43 millones de toneladas de CO2 equivalente, según el Informe Descarbonización 2023 del Observatorio de Sostenibilidad y la agencia GrandMother. Pese a que Iberdrola podría llevar razón acerca de las prácticas de Repsol (más si cabe cuando antes ha sido ya sancionada), lo que calla es que la eléctrica fue la octava compañía española que más CO2 emitió en 2022, pese a esos colores corporativos verdes. También que, mientras cerraba en España sus centrales de carbón, todavía las opera en otros muchos países causando estragos al medioambiente.
Por ello, en esto de la sostenibilidad ninguna parece poder dar lecciones a otras, aunque si se compara el modelo y volumen de negocio, hay otra que sale mucho peor parada: Endesa. Endesa es quizá uno de los ejemplos más obvios de grandes empresas que dicen estar comprometidas con la sostenibilidad pero cuyas acciones reales dejan mucho que desear. Por ejemplo, la firma que ahora dirige Juan Sánchez-Calero Guilarte ha sido durante muchos años la firma española más contaminante, ocupando ahora la segunda posición. Además, con mucho margen; de hecho, allá por 2017 las más de 33 millones de toneladas de CO2 que emitió triplicaban a la segunda clasificada, Gas Natural. Eso se debía, entre otras cosas, a que las cuatro mayores plantas térmicas del país, centrales en las que se quema carbón para generar electricidad, eran de su propiedad: As Pontes, Compostilla II, Carboneras y la central de Andorra (Teruel).
Endesa generó casi un 50% más de electricidad con carbón y ciclos combinados que a través de energías renovables, lo que la convierte en la segunda empresa más contaminante de España
Pero los problemas contaminantes de Endesa no acaban ahí. De hecho, en 2022 la compañía apenas generó 14 GWh a través de energías renovables, mientras que fueron más de 20 GWs con energías contaminantes como el carbón y los ciclos combinados, la segunda energía más contaminante. Pero la compañía se muestra convencida de cambiar eso próximamente. Sin ir más lejos, en su último Plan Estratégico, el de 2024-2026, dice “reforzar” su apuesta por las energías limpias para “impulsar la descarbonización”, dando “un mayor peso” a la energía eólica para “alcanzar los 13.600 MW de capacidad renovable al final de 2026”. La realidad, probablemente, sea otra cuando lleguemos a 2026, aunque no importará porque se publicará un nuevo plan y listo.
La tercera en la lista de compañías más contaminantes la ocupa otra eléctrica: EDP. En su caso, emitió en el último año un total de 10,8 millones de toneladas, lo que no la sitúa tan lejos de Repsol (12,4) y Endesa (11,5). Las emisiones de la firma de nacionalidad portuguesa provienen de que gran parte de la electricidad que vende se genera a través de fuentes muy contaminantes como son el gas y el carbón, similar a lo que ocurre con Endesa. De hecho, si la española era propietaria de las cuatro plantas de carbón más grandes del país, EDP tiene en su poder la quinta (Aboño) y la séptima (Soto de la Ribera) de esa misma clasificación.
En el caso de EDP, además, se juntan otros factores importantes. Por un lado, también tenía (están en proceso de cierre después de apagar la última de ellas, Sines) centrales repartidas por Portugal. Además, su mayor accionista, la firma China Three Gorges (que posee un 20,83% del capital), es una de las empresas más contaminantes del mundo. La firma estatal china destaca por tener la mayor central hidroeléctrica del mundo, pero también por ser parte del gigantesco organigrama carbonífero de China, pues lo necesita para obtener electricidad. El sector del carbón en China es tan enorme que solo en 2023 supuso el 95% de la capacidad de carbón de todo el planeta.
ARCELORMITTAL O CEMEX: LAS INDUSTRIAS MÁS CONTAMINANTES
El caso de Endesa o EDP es tan sangrante en materia de sostenibilidad que ambas están muy por delante de empresas que trabajan en sectores altamente contaminantes. Esas, por ejemplo, son la acerera Arcelormittal (que ocupa la quinta posición) o Pemex (que ocupa la décima posición). Piense primero en el sector acerero, que fue el responsable del 10% de todas las emisiones de CO2. Y dentro de ese sector, el mayor exponente es Arcelormittal.
Aunque es una firma india, obtiene la mayor parte de sus ingresos de Europa debido a que tienen repartidos por toda la región sus altos hornos. Se trata de un tipo de estructura que es doblemente contaminante: por un lado, porque la tecnología de fabricación de acero necesita de carbón metalúrgico o coquizable que se utiliza para absorber oxígeno del hierro. Por otro lado, porque las cantidades extremas de energía constante que necesita para calentar estos hornos suelen proceder de las centrales de gas o incluso de las de carbón.
Para intentar paliar esos efectos, Arcelormittal va a invertir 10.000 millones para producir acero bajo en carbono. No obstante, la realidad es que la firma en la actualidad no está entre las empresas siderúrgicas europeas más avanzadas en este tipo de tecnología. Pese a los desafíos, en general hay esperanzas de que Arcelormittal pueda algún día solucionar esos problemas. Sin embargo, para la que no parece haber esperanzas es para la petrolera estatal mexicana Pemex.
No es ningún secreto que el sector petrolero es el más contaminante del mundo, como demuestra la posición de Repsol, o que sean las petroleras las que ocupan la posición de empresas más contaminantes en el ámbito mundial. Aun así, un gran número de ellas, desde Aramco a ExxonMobil o las europeas, están invirtiendo grandes sumas de dinero para compensar sus emisiones, algo impensable en Pemex, ya que se trata de la compañía más endeudada del mundo, con un pasivo que supera los 100.000 millones.
En la actualidad la firma está más preocupada por sobrevivir que por sus emisiones de CO2. De hecho, el pasado 9 de octubre, Octavio Romero, director de Pemex, tuvo que comparecer ante los legisladores afirmando que la compañía ya no puede hacerse cargo de su deuda: “Estamos ocupados, más que preocupados”, afirmó Romero. Además, los problemas de la compañía no están en el área de extracción de petróleo, sino en la de refino, que es a su vez la más contaminante.
Sin ir más lejos, la reciente insistencia de López Obrador, presidente de México, en construir una refinería nueva ubicada en su estado natal de Tabasco, Dos Bocas, costó el doble de la estimación inicial, un desastre. Todo ello hace que las inversiones para la renovación de equipos o tecnologías sean cero y que todos los esfuerzos ahora estén puestos únicamente en su supervivencia, aunque sea de la forma más contaminante posible.
MERCADONA ELIMINA LA INFORMACIÓN QUE NO LE GUSTA
Para darse cuenta de ese greenwashing conviene mirar la letra pequeña en lugar de los grandes titulares. Una pista de ese afán de encubrimiento nos la da la propia Repsol, que en defensa de la acusación recibida decía que la publicidad que hacía “incluía botones para aportar más información” que llevaban a otras partes de la web. En otras palabras, que la información estaba ahí, pero que el usuario tenía que preocuparse por encontrarla entre una maraña de enlaces, páginas y extensiones que, obviamente, nadie o casi nadie va a ver o seguir.
Si esconder la información está mal, todavía es peor no darla cuando no acompaña el discurso. Ese es el caso de Mercadona. La firma que dirige Juan Roig tiene un problema importante con la contaminación por el uso de plásticos y poliespán (un material que preocupa por su toxicidad). La falta de información por parte de la compañía arranca hace un par de años, cuando decide unificar en un mismo apartado los datos de plásticos y poliespán que usa, de tal manera que enmascara el crecimiento de este material cuyo uso se había duplicado antes de dejarse de informar sobre ello. Esa fue la primera.
La segunda ha sido recientemente y es que en su memoria anual de 2023, publicada a principios de año, no contiene ninguna referencia a las toneladas usadas de plástico. ¿La razón? Su uso está descontrolado, ya que en los últimos años ha ido marcando máximos históricos. De hecho, pese a que se ha eliminado de la memoria sí puede encontrarse (más escondido) en la sección Cuidemos el Planeta (en su web), donde muestra un nuevo máximo con 20.251 toneladas, un 3,7% más que hace un año.
Esos datos tumban la Estrategia 6.25 y con ello el discurso de sostenibilidad de su presidente. Esas cifras también le han valido para ocupar el penúltimo puesto entre 60 empresas, con apenas 0,7 puntos de 100 posibles, en el ranking de compromiso contra la crisis del plástico creado por la fundación Changing Markets y el movimiento internacional Break Free From Plastic. Una posición que está motivada porque los procesos de la firma “no son lo suficientemente transparentes, sus compromisos cuantificables son escuetos y poco desarrollados y se salta muchas medidas obligatorias”.
MÁS GREENWASHING: DE BANCOS A FABRICANTES DE VEHÍCULOS
El greenwashing no solo se utiliza en el sector energético o en las grandes distribuidoras, sino que va más allá. Los bancos son otro buen ejemplo. Entidades como Banco Santander o BBVA no figuran como firmas contaminantes por su modelo de negocio, pero esconden también sus secretos. En este caso, la clave no es tanto lo que emiten, sino las actividades que financian. Solo la entidad vasca avaló con más de 27.000 millones a sectores altamente contaminantes. Además, ambos están entre los bancos europeos que más han ayudado a la destrucción de ecosistemas, financiando las actividades, según una investigación publicada por una veintena de ONG ligadas a Naciones Unidas y su programa de conservación de los ecosistemas. Incluso, la CNMV ha reprendido a los bancos españoles por aplicar normas ESG de forma confusa para vender productos a sus clientes.
Otros casos llamativos también son los de los fabricantes de coches. Hasta ahora, las grandes firmas europeas tenían grandes planes para hacer crecer sus flotas eléctricas. No obstante, una vez que han visto que por el momento no pueden competir en precio con otros grandes fabricantes chinos han dado marcha atrás en sus planes y ahora apuestan por retrasar el final de la combustión en Europa.
En definitiva, decisiones como la de los productores europeos o la actitud de los bancos para financiar actividades contaminantes dan la razón a aquellos que acusan a las grandes firmas de ‘ecopostureo’. Incluso, las peleas por ver quién hace más o menos greenwashing, como el caso de Iberdrola y Repsol, son una triste evidencia de que nadie se toma en serio la sostenibilidad, pese a que no paran de hablar de ello.