Sus orígenes fueron humildes. Henry Ford nació el 30 de julio de 1863 en el seno de una familia de ascendencia inglesa que, tras su paso por Irlanda, se instaló en la granja de un pequeño pueblo al oeste de Detroit. Cuando su vecino le enseñó con apenas 10 años cómo funcionaba la máquina de vapor que usaba para sus actividades agrícolas, quedó fascinado y descubrió que, en sus propias palabras, “por instinto, era un ingeniero”.

 

En su adolescencia, se labró una gran reputación gracias a su eficacia como relojero. Tras el duro golpe que le supuso la muerte de su madre, renunció a continuar con la granja familiar y en 1879 se trasladó a Detroit para trabajar como aprendiz de maquinista. En 1891 consiguió su primer puesto como ingeniero en la compañía Edison, lo que le reportó tiempo y dinero suficiente para empezar con sus propios experimentos.

 

Cinco años después inventó su primer vehículo autopropulsado, el cuadriciclo, y se lanzó a emprender por su cuenta. En un principio, sus escasos conocimientos del mundo empresarial llevaron al fracaso a sus dos primeras compañías, Detroit Automobile Company y Henry Ford Company. Fue con la tercera con la que se comió el mundo: Ford Motor Company, fundada en 1903.

 

En 1908 lanzaba el Modelo T, con importantes innovaciones que pronto imitarían sus competidores, como poner el volante a la izquierda o cerrar el motor y la transmisión. Un vehículo barato y tan fácil de conducir como de reparar, pensado para el consumo en masa. La inversión en publicidad hizo su efecto, y diez años después la mitad de los coches de todo el país eran del Modelo T. Su sistema de franquicias puso un concesionario en cada ciudad de EE.UU. y Canadá, y se terminaría extendiendo a las principales ciudades del resto de continentes.

 

Una demanda asumible gracias a la producción en serie, sistema que Ford no inventó, pero sí mejoró y popularizó introduciendo maquinaria especializada y un elevado número de trabajadores. Para dulcificar la alineación a la que se veían sometidos sus empleados, obligados a unas tareas excesivamente repetitivas, en 1914 les subió el salario de 2 a 5 dólares y les redujo la jornada de 9 a 8 horas, estableciendo las 40 horas semanales. En 1926, ante la caída de ventas del Modelo T, inventaría el Ford A, adaptando un modelo de modificaciones anuales del producto que se mantiene en la actualidad.

 

Aunque en su lado más oscuro Henry Ford fue un activo antisemita que difundió ideas contra la inmigración y la comunidad judía a través de su propio periódico (The Dearborn Independent), y de igual modo estuvo en contra del sindicalismo, llegando a contratar al exboxeador de la marina Harry Bennett para intimidar a las organizaciones de sus trabajadores, no se puede poner en duda que popularizó el vehículo a motor como un bien de consumo asequible para cualquiera, y que revolucionó la industria con su visión de la producción en cadena, asumible gracias a un elevado número de trabajadores y la utilización de maquinaria especializada.