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Los influencers son muy caros…

Miguel Ángel Ossorio Vega| 5 de junio de 2024

Y POR ESO LAS MARCAS ESTÁN CREANDO LOS SUYOS CON INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Los influencers humanos tienen algo de lo que preocuparse: los influencers virtuales. Avatares con aspecto hiperrealista con millones de seguidores en redes sociales, donde publican contenidos exactamente iguales que los que publica cualquier influencer real. También publicidad. ¿Les quitarán el trabajo?

Desde hace años, la industria de los influencers en redes sociales, ahora llamados ‘creadores de contenido’, ha sido el eje del debate sobre la publicidad digital. Las marcas se pelean por los más seguidos, aunque las métricas de moda tienen más que ver con el engagement que con la cifra bruta de seguidores, dado que muchos no son más que bots que simplemente engrosan de forma artificial un indicador que ha perdido valor. Son, sin embargo, bots que no han logrado echar por tierra una industria valorada en más de 20.000 millones de dólares al año, pero que, tomando otra forma (humana, en este caso), sí podrían hacerlo. Estos bots ‘peligrosos’ para el negocio son los influencers virtuales, avatares hiperrealistas creados, generalmente, por agencias de marketing, y que ‘viven’ exclusivamente para acumular seguidores y publicar contenidos similares a los de cualquier influencer de carne y hueso. Incluyendo, por supuesto, publicidad.

La industria de los influencers virtuales es incipiente, con apenas un puñado de ejemplos, pero está funcionando, hasta el punto de que empieza a representar una alternativa para las marcas a la hora de anunciarse en redes sociales. Algunos influencers virtuales acumulan varios millones de seguidores, que no son ajenos a que ese perfil solo contiene imágenes generadas por ordenador. No parece importarles, ya que el objetivo al seguir esas cuentas no es otro que soñar sobre la vida ideal que representa el avatar. Viajes, fiestas, photocalls y los últimos productos de moda desfilan por feeds diseñados en un ordenador por profesionales del marketing que utilizan métodos científicos para saber qué y cómo publicar. Porque no se trata de lanzar imágenes sin más, sino de crear una identidad digital capaz de competir en igualdad de condiciones con las identidades más o menos reales de los influencers de carne y hueso. Ambos compiten ahora no solo por la atención de los usuarios de las redes sociales, sino por el favor de las marcas.

Si no puedes contratar a un influencer… créalo 

Algunos de estos influencers virtuales han nacido al albur de la inteligencia artificial, que ya permite crear imágenes hiperrealistas en cuestión de segundos. El potencial es infinito, dado que no existen límites de ningún tipo a la hora de crear las publicaciones: un mismo influencer virtual puede generar cientos de imágenes sin importar el espacio o el tiempo.

Aquí no hay viajes, dietas o invitaciones: el influencer virtual es mucho más barato, aunque también tiene caché. Y, sin embargo, es capaz de aglutinar a legiones de ‘fans’ dispuestos a ver cómo pasea en fotos y vídeos productos de marcas que pagan a estas agencias para anunciarse con representaciones virtuales de personas que no existen.

Aitana, una modelo influencer virtual creada con IA por una agencia de modelos de Barcelona que se ha vuelto viral en todo el mundo.

Aunque ahora veamos con un punto de escepticismo esta dinámica, lo cierto es que el ecosistema que abre ante el mundo del marketing la posibilidad de crear personas basadas en marcas y productos podría cambiar la forma de entender la publicidad. Y es que, a diferencia de una persona, el influencer virtual, precisamente por estar creado por ordenador, podría mimetizarse de forma orgánica con la identidad de cada marca. Quizás podría existir un influencer virtual exclusivo de una marca o incluso de un producto. Quizás podría compartir espacio el influencer virtual con uno real de carne y hueso. En realidad, no existen límites a la hora de romper la realidad, gracias, una vez más, a la inteligencia artificial.

De hecho, en China, ya hay avatares trabajando día y noche en las famosas retransmisiones en directo en las que una persona encadena explicaciones de las bondades de los productos que vende. Es la teletienda más grande del mundo y un fenómeno de masas en el país, pero las personas tienen un límite de 24 horas al día para trabajar (suponiendo que tengan el peculiar e indeseable don de no necesitar dormir).

Por el contrario, los avatares, edulcorados con inteligencia artificial para que puedan ‘hablar’ e interactuar con los espectadores, pueden hacer retransmisiones infinitas: sencillamente, no son personas. No existen. El trasfondo del asunto está en que cada vez es y será más difícil identificar quién es una persona real y quién un avatar. Y tampoco sabremos hasta dónde podrá llegar la hibridación de una persona real virtualizada para adulterar su vida con tecnología.

Si las alteraciones gráficas que permiten programas como Photoshop rompieron para siempre la confianza sobre el grado de realidad que ofrecen las imágenes, ¿qué pasará cuando el mundo en el que vivamos esté compuesto casi a partes iguales, sin poder determinar la cuantía real, de personas reales y virtuales?

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