J.K. Franko: «La censura es mala siempre»

J.K. Franko escribe novelas que podrían ser juicios reales y que, si no lo son, se sienten como tales. Abogado, empresario y narrador obsesivo, sus thrillers son un espejo oscuro de nuestras instituciones. Hablamos con él de crimen, censura, suspense… y del cuchillo que nadie ve venir.
Raúl Calvoz, más conocido por su seudónimo literario J.K. Franko, nació en 1968 en San Antonio (Texas), aunque apenas pasó allí su primer año de vida. Su infancia transcurrió en Corpus Christi, en la costa del golfo de México, donde se crio en una familia con raíces que se remontan cinco generaciones atrás hasta Llanes, Asturias. Eligió firmar sus libros como J.K. Franko “porque no quería que el género influyera en la decisión de compra y buscaba un nombre que funcionara tanto en inglés como en español”.
Licenciado en Filosofía y Derecho en la Universidad de San Antonio, completó un MBA en Austin (capital del estado estadounidense de Texas) y, fiel a su pasión por el conocimiento, está a punto de culminar un doctorado en Literatura. “Cada diez años vuelvo a la universidad para ver qué me perdí por el camino”, dice entre risas.
Durante una década ejerció como abogado especializado en litigios civiles. Después, su trayectoria profesional viró hacia el mundo empresarial, donde desempeñó puestos de gestión. Esa mezcla de rigor jurídico y visión ejecutiva, sumada a su talento narrativo, daría lugar más adelante a una carrera literaria bastante adictiva.
Su vida parece una novela de suspense en sí misma: abogado, empresario, escritor… ¿Cómo se construye un perfil tan poliédrico?
Yo de joven quería meterme en el sector del cine, pero para mi madre, que era cubana, solo existían tres carreras: Medicina, Derecho e Ingeniería. Lo que pasa es que a mí siempre me gustó el cine y contar historias, y al final he conseguido darle la vuelta para terminar escribiendo libros que, a lo mejor, terminan saliendo en las pantallas algún día.
¿Cuánto de lo que ha vivido en los tribunales se cuela en sus novelas?
Pues bastante, porque la trilogía que publiqué va de crimen, investigación y juicio, y la parte del juicio se basa en los hechos del crimen del principio. Y es que cuando yo estaba escribiendo el primer libro estaba ya pensando en el juicio: qué huellas y claves iba a dejar por el camino para hacer la parte del juicio interesante y que funcionase.
“En mis libros hay críticas a nuestra institución judicial”
En sus tramas hay una crítica sutil al sistema legal. ¿La novela negra es una forma elegante de hacer denuncia social?
Sí, completamente. Mis libros son literarios en el sentido de que cuentan historias que puedan enganchar a la gente, pero hay críticas a nuestra institución judicial porque es una institución humana y, como somos falibles, las instituciones que creamos también lo son. Y la pregunta es: si esta institución de justicia que hemos creado todos en conjunto para que funcione y ponga reglas no lo hace, ¿estamos en nuestro derecho si nos tomamos la justicia por nuestra mano? Y de eso va tanto la trilogía como este último libro, Hasta que tu muerte nos separe.
En sus libros llama mucho la atención el elevado nivel descriptivo del lugar en el que se produce cada situación.
Yo soy muy descriptivo y, además, solo escribo sobre sitios en los que he vivido profundamente. Creo que al final el lector percibe que no es una descripción que buscaste en Google, sino que hablo de un sitio que conozco muy bien. Además, hay giros imprevisibles y una tensión constante.
¿Cuál es el secreto para mantener al lector atrapado hasta la última página?
Mientras escribo me pongo siempre en la posición del lector, algo que todo autor tiene que hacer de alguna forma, y a mí me encantan los libros que no dejan cabos sueltos, porque eso lo odio, y que todo se una al final. La clave está en despistar. Por ejemplo, en una escena, si hay una pistola encima de la mesa, está claro lo que va a pasar. Pero si en lugar de eso hay una mujer cortando zanahorias en una cocina, no es tan evidente que ese cuchillo que está usando vaya a utilizarlo para matar.
¿Cuál es la mejor crítica que ha recibido?
[Silencio] Creo que tiene que ser la de mi suegra, que me dijo que le encantaría leer mi libro, pero que no lo iba a hacer en inglés, que tenía que traducirlo. Una amiga que tengo bilingüe, a la que encantó la trilogía, se ofreció a traducir el primer libro y a mi suegra no solo le encantó, sino que se lo pasó a Planeta… y aquí estamos.
¿Y la peor crítica que todavía recuerda?
Con mi primer libro, Ojo por ojo, tuve una editora que empezó a trabajar en el libro, en el que el protagonista decidía que iba a cometer un asesinato y, para prepararse, compraba un libro que se vende en Estados Unidos y que es un manual para los detectives de homicidios sobre cómo lle var una investigación de un asesinato, con objeto de anticiparse a lo que van a hacer los detectives y evitar que le descubran. Entonces, como en el primer libro hace un resumen de todo lo que aprende en este manual, mi editora me dijo que no podía trabajar con mi libro porque le parecía mal dar instrucciones al público sobre cómo asesinar y salirte con la tuya.
Me pareció muy fuerte porque es un libro que se puede comprar realmente y que me abandonase por cuestiones morales cuando lo que estaba escribiendo era ficción…
Pocos días antes de la realización de esta entrevista, la editorial Anagrama había suspendido la distribución del libro El odio, escrito por Luisgé Martín, que relata el crimen de José Bretón (quien en 2011 asesinó a sus dos hijos), en un caso que conmocionó a España y visibilizó la violencia vicaria, una forma de maltrato que busca dañar a la pareja a través de los hijos.
Hablando de cuestiones morales, ¿qué le parece que se haya suspendido la distribución del libro sobre los asesinatos de José Bretón, El odio?
Yo creo que sí debería publicarse. La censura es mala siempre. Si este libro no se publica, ¿tampoco deberían publicarse libros sobre el Holocausto, y con tanto detalle como se hace? Las cosas que han sucedido no se pueden cambiar y que se vea lo que se ha hecho en el pasado no viene mal si se puede aprender para evitar que pase otra vez.
¿Qué referentes ha tenido a la hora de forjarse como escritor?
A nivel de suspense, Patricia Highsmith. Sus novelas Strangers on a train y The talented Mr. Ripley me encantan. Yo creo que ella fue la primera escritora que hizo protagonista a un sociópata consiguiendo que te caiga bien y no quieras que le pillen, algo muy extraño. A nivel más literario, me fascina Jorge Luis Borges.
En un mundo saturado de pantallas, ¿cómo cree que se encuentra el sector del papel tanto a nivel de libros como de revistas como esta?
Yo diría que un 75% de lo que leo lo hago en pantalla, por que leo mucho de noche. Pero me he dado cuenta de que, si leo el libro en pantalla, no me acuerdo después ni del título del libro ni del autor, porque no sucede como con el libro físico, que cada vez que lo cojes ves la portada. Yo creo que cada día lee menos gente. Los chicos leen, pero no como yo lo hacía a su edad. Yo cogí esta afición con 11 años, cuando leí Las aventuras de Tom Sawyer unas cinco veces seguidas porque me fascinó: era como viajar a otro mundo. Claro, eran tiempos en los que, aunque había televisión, solo teníamos tres canales y a las once de la noche ponían el himno nacional y se apagaba, mientras que ahora estamos saturados de pantallas. Y entiendo que cuesta menos esfuerzo ver una historia, o que te la cuenten, que leerla y tener que imaginártela.
¿Qué libro ajeno le hubiera gustado escribir?
Un libro que me encanta y que me leo cada cinco años es El conde de Montecristo, que va de venganza. Me fascina, tiene de todo y me engancha. Me hubiese encantado escribirlo… o algo parecido.
¿Cree que hay algún libro que sea peor que su versión cinematográfica?
El Padrino. Me he leído el libro de Mario Puzo y es una mierda. Pero la película lo mejoró muchísimo.
Usted escribe en inglés, pero tiene raíces cubanas y españolas. ¿Cómo influyen cada una de estas culturas en su manera de contar historias?
Es interesante que nadie se haya dado cuenta, o al menos me lo haya preguntado, de que todos los protagonistas al final son latinos. La gente lee mis libros y piensa que está leyendo historias sobre americanos blancos y anglosajones, pero no lo son.
¿Qué consejo le daría a un joven que quiere ser escritor en el siglo XXI?
Que empiece ya, porque cuesta mucho tiempo aprender, pero es superdivertido. Es un recorrido largo en el que se tiene que trabajar mucho para hacerse bueno, pero le diría que lea mucho y que escriba, escriba y escriba. Es un oficio que se aprende escribiendo.
Además de lo que sucede en Mallorca en su trilogía, si tuviera que escribir otra novela ambientada en España, ¿dónde la situaría?
Pues mira, en octubre saco un libro nuevo que se llama Christmas en Madrid, y va sobre un escritor americano que viene a Madrid buscando inspiración para escribir una nueva novela. Y le pasan muchas cosas [risas].
A una persona que sea bilingüe, ¿le recomendaría que leyese sus libros en inglés o en español?
En inglés, porque es el original. Yo me siento más cómodo escribiendo en inglés. Te cuento una anécdota: la pareja de Sonsoles Ónega, Juan, siempre insiste en que quiere el original, en inglés, y no se lo lee hasta que no tiene la versión original. Esto les sucede a más personas.
¿Qué cree que aporta su último libro, Hasta que tu muerte nos separe, a diferencia de los anteriores?
Cuando escribí la trilogía Ojo por ojo, Diente por diente y Vida por vida estaba pensando más en el argumento de la historia, pero este libro va más de los personajes y de cómo evolucionan. Sobre todo Mary Miracle, la protagonista. Es una forma de escritura que recuerda un poco al romanticismo, que se enfoca más en los personajes. Para mí este ha sido un paso muy interesante.
Usted, que conoce profundamente Estados Unidos, ¿nos puede hacer un análisis de la situación geopolítica y hasta qué punto debemos estar preocupados en Europa?
Yo creo que, al final, Trump es un empresario, un negociador nato, y lo que está haciendo es negociar y renegociar. Yo no estoy de acuerdo con las formas, porque son extremas, para conseguir lo que quiere. Se va a los extremos para conseguir después algo que sea más razonable.
Foto destacada © Holt Haynsworth