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Javier de Juan: “A mi edad ya me sale todo bien”

Redaccion| 27 de junio de 2019

Se dio a conocer en los 80 como exponente de La Nueva Figuración Española pero su concepto de generación es más amplio y abarca hasta El Paso. Es Javier de Juan, creador de imágenes.

Mucha fuerza. Carbón y acrílico sobre papel. 2018

Cada tarde le visitan en su estudio dos jóvenes a los que dicta su biografía y la Universidad de Tucson prepara un catálogo razonado de toda su obra, así que está en el mejor momento para recapitular y explicar por qué y desde cuándo él es un artista. «Revisando mis cosas encuentro dibujos de niño, con cowboys, caballos… y el primer cartel que hice a los 15 años. Es un impulso desde muy pequeño, no es algo decidido. Por ejemplo, yo estudié Arquitectura y hace poco me han comprado páginas de aquellos cuadernos de apuntes de Estática en los que podía haber dos problemas y luego ya solo dibujos y más dibujos. Parecen como de Leonardo”.

“El carboncillo es un palo quemado y el óleo es aceite con pigmentos. Así están hechas las cuevas de Altamira y llevan miles de años”

La diversidad de sus trabajos (proyecciones, carteles, logotipos, pintura, instalaciones, escritura) le define como un creador de imágenes que empezó el siglo XXI experimentando con tecnologías para capturar el movimiento en audiovisuales, y que ha dado un giro completo para volver al carboncillo y el óleo porque «los archivos digitales se pierden con facilidad, los discos duros tienen una vida de quince años como muchísimo, las tecnologías avanzan y lo que tengas en determinados lenguajes se va a perder. Esto produce pánico porque una de las cosas por las que uno se dedica al arte es dejar una huella lo más perdurable posible. El carboncillo es un palo quemado y el óleo es aceite con pigmentos. Así están hechas las cuevas de Altamira que llevan miles de años. Y me produce satisfacción volver a mancharme las manos, estropear la ropa, respirar productos insanos pero que son materia, son lo real. Lo otro es un mundo ficticio».

En esta vuelta a lo básico ha encontrado la felicidad, sobre la que tiene una interesante teoría: «La felicidad no es durante, sino antes y después. Cuando planeas un viaje estás feliz pensando cómo va a ser. Durante el viaje lo cotidiano te come, y la felicidad vuelve después, cuando olvidas esa cotidianeidad y recuerdas una sensación determinada. En el arte es lo mismo. Está la felicidad de lo que te promete un espacio en blanco, esa imagen que vas a plasmar y nunca sabes lo que va a ser. Mientras lo haces está la angustia de «por dónde voy». Una vez hecho, cuando los ojos de los demás te dan un feedback que te explica lo que has hecho, que uno nunca tiene claro, hay otra felicidad si te sale bien. Y a mi edad ya me sale todo bien, porque tengo mucha experiencia. Con experiencia conoces los materiales, sabes mucho mejor lo que tu ojo ve y es capaz de juzgarlo. Así consigues llegar a esa perfección y esa felicidad posterior».

“Hay un momento de concentración donde las manos se tiran a trabajar. Luego el ojo chequea lo que está bien y mal. La cabeza tiene muy poco que decir”

Javier de Juan afirma que el arte se ejecuta como en una especie de trance. «Hay un momento de concentración donde las manos se tiran a trabajar -y cuando tienes experiencia, mucho más rápido y sin dudar-. Luego el ojo chequea lo que está bien y mal, y otra vez las manos. La cabeza tiene muy poco que decir. Al artista que construye un objeto, incluyo a fotógrafos y escultores, el arte le sale por los poros».

Esa inspiración casi animal, mecánica-bajo-hechizo choca con los estudios habituales de Bellas Artes y los criterios del mundo artístico oficial, que para De Juan «está llevado por comisarios y críticos filósofos, gente que cita a Walter Benjamin continuamente. Se obliga a los estudiantes a escribir antes de actuar, como si tuvieran que saber lo que van a hacer, pero 60 folios escritos no sirven para nada. Hay que escribirlos después, cuando llega el que lo interpreta y descubre al artista lo que ha hecho. Yo genero objetos que tienen un valor en sí mismos, no en la explicación que se da de ellos».


Pintura mural en los Llanos de Aridane. La Palma. 2002
Sobrevolando el tsunami. Óleo sobre tela. 2017

Con ese bagaje que da la experiencia, De Juan reflexiona sobre la felicidad y el arte siempre en la búsqueda de alimento para los ojos, huyendo de lo cotidiano. Si quieres saber más, no te puedes perder la entrevista completa en el número de mayo-junio 2019 de la revista Influencers.

Por Juan Carlos de Laiglesia

Fotos: Ricardo Rubio / Archivo Javier de Juan

 

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