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Jero García: «El verdadero virus del TDAH son los padres»

Miguel Angel Gomez| 18 de marzo de 2025

Jero García ha pasado de ser campeón de España de boxeo, kick-boxing y full contact a líder en la lucha contra la violencia y la exclusión social. A través de su Fundación Jero García, transforma vidas utilizando el deporte como herramienta. Su historia es la prueba de que los golpes pueden enseñarnos a levantarnos más fuertes. 


A veces, la vida no es solo cuestión de esquivar golpes, sino de aprender a encajarlos y levantarse más fuerte. Jerónimo ‘Jero’ García (Madrid, 1970) lo sabe mejor que nadie. Exboxeador, entrenador, educador y activista contra la violencia, ha hecho del cuadrilátero un aula y del boxeo una herramienta para transformar vidas. Y en esa batalla no hay rival que lo haya tumbado. 

UN CHICO AL BORDE DEL K.O. 

Si alguien le hubiera dicho al pequeño Jero que un día se convertiría en referente para miles de jóvenes, lo habría tomado por loco. Su infancia no fue fácil. Creció en el madrileño barrio de Carabanchel en los años 80, en un entorno donde “imperaba la ley del más fuerte”. Pero su peor enemigo no estaba en la calle, sino en su propia cabeza. “A mí me diagnosticaron tardíamente TDAH, porque en los 80 ni estaba ni se le esperaba”, explica con esa mezcla de ironía y crudeza que le caracteriza. 

“Mi cerebro iba como un Porsche, pero yo tenía frenos de bicicleta”, confiesa. Su hiperactividad le hacía chocar con todo y la impulsividad le pasaba factura, por lo que las expectativas de éxito en su entorno eran mínimas. “Mis padres eran maravillosos, pero nadie les dijo cómo educar a un trastornado como yo”, reconoce. 

“En mi infancia encontré la paz dentro de los libros»

En medio del caos encontró un refugio inesperado: los libros. Primero fue el Lazarillo de Tormes, luego el Quijote. “Me lo he leído tres veces. En mi infancia encontré la paz dentro de los libros”, recuerda. Pero esa paz duró poco. Con la adolescencia llegaron “las aguas tormentosas” y, ante la falta de respuestas médicas, buscó su propio remedio. “No había anfetaminas como ahora para calmarme un poco, así que encontré el hachís, que me tranquilizó algo… hasta que por fin descubrí el deporte”. 

DEL FÚTBOL AL CUADRILÁTERO 

Jero soñaba con el fútbol. Jugó en el Tercio Terol, conocido en Carabanchel como el ‘Tercio Terror’, y su gran sueño era convertirse en lateral izquierdo del Atlético de Madrid. Pero había un problema: “Estaba más tiempo expulsado que jugando”, bromea. La impulsividad le pasaba factura en el césped, y el fútbol, un deporte de equipo, no era el lugar para alguien a quien le costaba controlarse. 

Entonces llegó el boxeo. Aunque, quizás, el boxeo siempre estuvo ahí. “Mi abuelo me llevaba a las veladas de El Pardo y luego, como mi padre trabajaba en el Palacio de los Deportes, yo quería ir a ver le como excusa para poder ver boxeo. Le daba un beso y salía corriendo a esconderme en la grada para ver a los boxeadores. Quería ser uno de esos dioses de barro, sin camiseta y con guantes”. 

A los 18 años se puso por primera vez los guantes. Aunque pasó por el full contact, el kick-boxing y el taekwondo, fue el boxeo el que le atrapó. Su referente era Poli Díaz. “Todos queríamos ser Poli”, recuerda. 

Con trabajo y sacrificio, logró el título de campeón de España, pero su carrera en el ring tuvo un final amargo, quizás “por una derrota que yo creo que no me merecía. Mi sueño era ser campeón del mundo, pero no siempre se cumplen los objetivos. Lo importante es saber transformarlos”.

UN ENTRENADOR DE ALMAS 

Jero comenzó a entrenar a otros boxeadores “porque no tenía dinero ni para la gasolina de mi SEAT Málaga, pero al ver cómo estaba ayudando a la gente empecé a enamorarme de algo que yo al principio no quería hacer, pero que me hacía feliz. Durante un tiempo dudé si seguir como peleador o cuidar a mis peleadores, y en la duda estuvo la decisión; por que hay deportes como el automovilismo, el motociclismo o el boxeo en los que no se puede dudar”. 

Así fue como Jero encontró su verdadera vocación: en la esquina del cuadrilátero, como entrenador. “Me di cuenta de que podía transformar personalidades a través del deporte, igual que el deporte te había transformado la mía”. Primero en gimnasios de barrio, y después en su propia escuela, empezó a trabajar con jóvenes en riesgo de exclusión. 

La idea era simple: si querían boxear, tenían que estudiar. “En la Escuela de Boxeo Aluche trabajábamos con muchos chavales inmigrantes que no se integraban. El boxeo era el gancho y la educación, la clave”. 

En ese camino se cruzó con la violencia de género. La primera vez que la vio de cerca fue en una de sus alumnas. “En un pesaje antes de una pelea vi marcas en su cuerpo. Le pregunté y salió corriendo. Desapareció un año y medio. Cuando volvió, traía un bebé en brazos y me contó que su pareja la maltrataba. Lo que empezó con prohibiciones, siguió con gritos, continuó con empujones, bofetones y puñetazos, acabó con una paliza en medio del salón a patadas, estando embarazada de ocho meses. Tuvo que ir al hospital de urgencias, a punto de perder a la niña. A partir de ahí decide dejarlo y buscarse la vida. La niña nace, pero ella tiene algo todavía dentro: quiere boxear. Por eso aparece en el gimnasio”. 

“Le pregunté qué quería hacer y me dijo que boxear. Le di una comba y unas vendas, pero ella pensaba que no podía hacerlo porque tenía una niña. Entonces le respondí que esa niña ya no era suya, que era nuestra, y cogí yo a la niña”. 

La historia de Miriam —hoy campeona de España, de Europa y del Mundo, y concejala de Mujer en Torrejón de Ardoz— cambió su vida. Pedro Simón lo denominó en El Mundo “la historia más hermosa del deporte español”, pero, para Jero, es una victoria labrada en la peor de las derrotas. “¿Y sabes cuál es esa derrota? La mía”, admite. “Porque yo lo tenía que haber visto. Esa niña estuvo maltratada durante un año y yo no lo vi. Eso no me podía volver a pasar. Desde ese día solo quiero que cualquier entrenador de este país sea capaz de detectar cualquier tipo de violencia en un deportista suyo. Hoy estoy dando clase en la Universidad Francisco de Vitoria, intentando que esos chicos, que van a ser como yo en poco tiempo, sean capaces de detectar lo que yo no detecté”. 

LA FUNDACIÓN JERO GARCÍA CONTRA LA VIOLENCIA 

En 2015, Jero decidió dar un paso más en su lucha y creó la Fundación Jero García, una organización que trabaja contra la violencia de género, el acoso escolar y la exclusión social a través del deporte. Su proyecto más ambicioso es Sport vs. Bullying, con el que cada año llega a miles de niños en colegios de toda España. 

“El año pasado impactamos a 16.000 niños de forma directa. Pero este año queremos superar los 20.000”, explica. Pero el camino no es fácil. “Me paso la vida ‘llorando’ a grandes empresas para que financien estos programas, porque a los colegios no se les puede cobrar”. 

«Yo jamás podría admirar a alguien que no fuera humilde»

Así es como Jero se ha convertido en un verdadero líder que está influyendo en miles de jóvenes, puesto que el liderazgo no es cuestión de títulos. “Para ser líder, lo primero es liderarte a ti mismo”, afirma. Y sobre los que se autodenominan ‘influencers’, lo tiene claro: “Para influir, lo primero es la humildad. Yo jamás podría admirar a alguien que no fuera humilde”. 

No cree que los jóvenes sean la ‘generación de cristal’, como se afirma en ocasiones. Para él, el problema no son los jóvenes, sino los padres. “Nosotros somos la ‘generación de cristal’, que los sobreprotegemos y les trasladamos nuestros miedos. Lo que hicieron en Valencia, después de la DANA, no tiene parangón. Nosotros, como padres, tenemos que pensar en soltarles las alas porque estos niños tienen más de lo que pensamos. Si con algo me quedo es con el halo de esperanza que me ha dado esta juventud”. 

DEL RING A LA TELEVISIÓN 

Una de sus facetas más llamativas es como actor, habiendo participado en algunas de las más importantes series españolas, algo poco habitual para un boxeador. “Es cierto que he tenido años que he ganado más como actor que como boxeador, pero hay tal nivel interpretativo en este país que, si yo me considerara actor, los insultaría. Pero sucedió que, si el boxeo me salvó la vida, las artes escénicas me ayudaron a mantenerla”. 

“Yo empiezo a estudiar teatro porque creo que si soy bueno en algo es coreografiando peleas. Entonces, me empiezan a contratar para eso. Primero fue Alejandro Sanz, en Cuando nadie me ve, a partir de ahí empiezo a encadenar series, películas… Vi que había un nicho para poder ganar pasta y empecé a estudiar interpretación. Y lo que empezó así duró casi doce años”. 

Una habilidad, la de interpretar, que le ha proporcionado una evolución en su personalidad que era impensable hasta para él. “La interpretación me ha dado tres recompensas maravillosas: me ha quitado la timidez (yo era muy tímido) y me ha ayudado a tirar esos muros que yo mantenía porque tenía miedo de que me hicieran daño, volví a sentir (era imposible que yo dijera ‘te quiero’) y la más maravillosa fue la empatía (a través de mis personajes conseguía ponerme en las zapatillas de los demás, algo que jamás había hecho antes)”. 

Su mayor impacto mediático fue como presentador de Hermano Mayor, donde sustituyó a Pedro García Aguado. La oportunidad le llegó por casualidad, cuando un programa que él mismo presentaba, Luchadores, cayó en manos de los productores del formato. 

La primera prueba del casting la superó con facilidad, pero en la entrevista posterior tuvo que mentir: “Ellos querían un exadicto o un exdelincuente, y yo, por preservar el buen nombre del boxeo, les dije que no era nada de eso. Era un exboxeador y un entrenador que había hecho deporte”. Aun así, consiguió el puesto. 

El programa fue un éxito, pero lo dejó cuando se dio cuenta de que los chavales no recibían el seguimiento que necesitaban. “A muchos de ellos he tenido que ayudarlos después con mi fundación”, advierte.

TDAH, UN VIEJO CONOCIDO… MUY PRESENTE 

El trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) comprende una combinación de problemas persistentes, como dificultad para prestar atención, hiperactividad y conducta impulsiva. A dicho trastorno se le están atribuyendo en la actualidad gran cantidad de comportamientos, quizás demasiados, sobre todo en la edad escolar. El caso es que el TDAH se puede diferenciar de dos maneras distintas: por un lado, dependiendo de los síntomas (hay quien tiene solo déficit de atención, hay quien tiene la hiperactividad y la impulsividad, y hay quien, como Jero, tiene el pack completo); y por otro lado, dependiendo del origen (puede tratarse de comportamiento TDAH o de TDAH genuino). 

Jero lo tiene muy claro. “Si tú a un niño lo sobreestimulas mucho, te aseguro que va a ser hiperactivo. A un niño sobreestimulado e hiperactivo quítale la consola, ya verás lo impulsivo que es. Te aseguro que ese niño no le va a poner atención nada más que a los dibujitos que tiene en la máquina. ¿Y cuántos padres sueltan las pantallas a los niños con dos años? El verdadero virus del TDAH son los padres, que están creando niños con un comportamiento TDAH”, sentencia. 

“El problema es que el TDAH solo se puede diagnosticar basándose en el DSM 5, es decir, en la identificación de síntomas, y habría que encontrar alguna forma de diferenciar cuándo un tipo tie ne un comportamiento TDAH y cuándo se trata de un TDAH genuino, porque aunque sí hay niños que hay que medicarlos, hay otros que lo que hay que hacer no es meterles una pastillita, sino quitarles las pantallas y que vayan a la naturaleza y hagan deporte. Y estos, probablemente, no necesiten ningún tipo de pastilla para volver a su ser”. 

La referencia que nos hace al problema que, en general, tienen muchos menores, una cierta adicción a la tecnología, junto con su experiencia para combatir el acoso escolar nos da pie para preguntarle por su opinión sobre qué deben hacer los padres en un contexto tan sumamente tecnológico como el actual, en el que muchos niños acceden a móviles, internet y redes sociales demasiado pronto. “Lo primero, conocer a su hijo”, afirma, pues defiende que cada niño necesita límites personalizados, pero deja claro que “cuantas menos pantallas, mejor”. Aun así, admite usarlas como herramienta de negociación: sus hijos solo juegan si antes han pasado tiempo en la naturaleza. Además, advierte a los padres sobre el riesgo de las redes sociales y la importancia de supervisar a sus hijos: “Si no tienes acceso a sus redes, es como si tuvieran una habitación con cerrojo”. 

¿Y AHORA QUÉ? 

Jero sigue en la trinchera. Su objetivo inmediato es consolidar Sport vs. Bullying y llegar a más colegios. “Si queremos cambiar la sociedad, hay que empezar por los niños”, advierte. 

A los jóvenes que atraviesan un momento difícil les da un consejo claro: “Te permito que te caigas, pero jamás que no intentes levantarte. El golpe no te define; lo que hagas después de él, sí”. 

Y es que Jero García no será campeón del mundo en el boxeo, pero en la vida ha sabido ganar uno de los combates más importantes: el de la esperanza.

Fotos (c) José Oliva

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