Influencers que cambiaron el mundo: Johannes Gutenberg
Hace 500 años, un invento prodigioso revolucionó el mundo y permitió que podamos estar leyendo hoy estas líneas. Hasta finales del siglo XV, los libros eran manuscritos y estaban tan solo al alcance de unos pocos privilegiados. Fue entonces cuando emergió, en el seno de una familia acomodada de Maguncia (Alemania), la figura de Johannes Geinsfleich -llamado Gutenberg por la casa familiar-, el precursor de la imprenta de tipos móviles, la cual permitió publicar libros con tiradas mayores, evitando el largo y laborioso proceso de hacerlos a mano. Todo el mundo conoce el invento, pero muy pocos a la persona que estuvo detrás. ¿Quién fue Gutenberg? La mayor parte de la vida del inventor alemán sigue siendo una incógnita, pero se sabe que Johannes era un orfebre que pasó gran parte de sus días en Estrasburgo -en la actual Francia-, donde conocería a sus futuros socios: Hans Riffe, Andreas Dritzehn y Andreas Heilmann. Allí, se dedicaba a la talla de piedras preciosas y a la fabricación de espejos que vendía a los peregrinos que acudían a Aquisgrán, la cuna de Carlomagno y uno de los grandes relicarios de Europa.
Unos años después volvió a Maguncia donde, inspirado por las técnicas de prensa para exprimir la uva en la elaboración del vino, la esencia de su invento secreto, pidió un préstamo que le llevaría a la ruina. Por aquella época ya existía una técnica de impresión más innovadora: la xilografía. Sin embargo, tenía el inconveniente de que las planchas de madera grabada, además de requerir mucho tiempo para su talla, se deterioraban rápidamente y solo permitían hacer imágenes individuales o combinaciones muy básicas.
Cuenta la historia que, en sus ratos libres, el orfebre siempre se hallaba inmerso en un proyecto secreto. Trabajaba día y noche sin descanso, pero el misterio acabó siendo descubierto por sus socios, a los que terminó confesando sus planes a cambio de que invirtieran en el proyecto. Sin embargo, su prestamista, el afamado Johann Fust, fue más audaz y viendo que el genio no tenía solvencia, canceló su acuerdo con él alegando deudas y se quedó con el invento, poniendo al mando a su yerno, que muy astutamente había aprendido antes el oficio trabajando como aprendiz de Gutenberg.
Finalmente, el alemán murió en 1468 arruinado y sin más pena ni gloria, mientras que su gran creación ya comenzaba a extenderse con éxito por todos los países de Europa, así como su gran obra: la Biblia de 42 líneas -el número de líneas impresas en cada página, la obra completa tiene 1282 páginas-, un incunable del que aún se conservan 21 ejemplares completos, uno de ellos, sin ir más lejos, en la capital burgalense. Con esto Gutenberg quiso demostrar que podían hacerse obras igualmente bellas a los manuscritos, pero con una gran diferencia positiva, y es que podían hacerse cientos iguales. Gutenberg realmente no inventó la imprenta como tal, pero sí ideó el proceso de impresión de tipos móviles -letras talladas en metal que podían combinarse en infinitas formas-, la base para el despegue de la imprenta masiva moderna, un artilugio que cambió el mundo con el acceso a la cultura.
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Por Ana Matías