Juan Gómez-Jurado: «Los jóvenes leen más que nunca»
El escritor madrileño Juan Gómez-Jurado (Madrid, 1977) nos abre las puertas de su universo creativo en una entrevista que se ha realizado en tres actos, pues su apretadísima agenda apenas le deja tiempo suficiente para ofrecer una entrevista reposada en la que pueda desprenderse de los tópicos y expresar lo que realmente piensa. Pero lo hemos conseguido. Con honestidad y humor, ha desmenuzado su carrera, sus obsesiones y el éxito de su obra.
Juan, cierras el círculo del universo Reina Roja con Todo Muere, y tus lectores llegarán sin ninguna pista sobre lo que les espera. ¿Qué significa para ti este último libro?
Te podría contestar cosas como que es el cierre de una etapa muy importante de mi vida, pero por dentro tengo una rebeldía interior que me obliga a decir que en el fondo estoy pensando en otras cosas, como en la novela que estoy escribiendo. Muchas veces sucede que mi personaje mediático (aunque odio este término) que está sentado hablando con un periodista sobre un trabajo en concreto no coincide con la persona que va a existir quince segundos después de que apague la grabadora, porque el trabajo del que se habla, aunque se haya producido el lanzamiento editorial recientemente, para el autor finalizó en muchas ocasiones hace más de un año. No sé si me he explicado bien. Estoy en una fase en la que estoy respondiendo cosas que no había dicho nunca, entre otras cosas porque me he podido quitar de encima la necesidad de mentir compulsivamente en todas las entrevistas.
¿Y eso ahora no te da algo de vergüenza?
Ni la más mínima. Ya sabes a lo que me dedico: soy creador de ficciones y cuando me preguntas por una ficción te voy a mentir. Creo que es la mejor forma en la que he podido hacer mi trabajo; pero ahora me encuentro un poco ‘desnudo’ porque ya no tengo esa justificación.
«Yo en las entrevistas mentía descaradamente»
¿A qué te refieres?
Es que antes no tenía más remedio que hacerlo porque me preguntabais por cosas de los libros a las que yo solo podía responder eludiendo la pregunta o mintiendo descaradamente, porque para mí lo más importante era proteger al lector.
¿Te refieres a no hacer spoiler?
Sí y no. El spoiler es solo parte de lo que ha sido la experiencia de los lectores con el universo Reina Roja. Piensa que el nacimiento de un concepto como este, que hasta donde yo sé es único, se produce cuando un amigo mío me dice algo que me molesta bastante: “Ningún desenlace de novela de misterio está a la altura de su planteamiento”. Y a mí me molesta porque significa que en cuanto has terminado una historia deja de tener gracia, porque, por ejemplo, ya sabes quién es el asesino, lo cual hace que pierdas la capacidad de volver a concentrarte delante de la página.
Y yo me preguntaba si había alguna manera de esquivarlo, porque aunque reconocía que era verdad lo que decía él, al mismo tiempo me planteaba el hecho de cambiarlo de alguna forma. Entonces, inspirado en Shyamalan, porque a mí me apasionan sus películas El sexto sentido, El bosque o El protegido, que tienen finales sorpresa, me pregunté: “¿Y si consideramos una novela como un significante con un significado que puede ser alterado por la última frase, pero al lado de esa novela ponemos una segunda novela con otro significante y otro significado distinto, pero que estén alterando lo que habías leído en la primera? Es decir, que leyendo la primera tiene un sentido, pero que cuando leas la segunda ya cambia el sentido de lo que habías entendido en la primera y la puedes volver a leer. Y además, lo que sucede es que, dependiendo de cuál de las dos leas primero, se están produciendo resultados distintos. Así es como nació esta absoluta estupidez que no debería haber existido nunca.
¿Por qué no?
Porque así me lo manifestaron, con muchísima nitidez: “Si tú no le pones numeritos al orden de los libros, nadie va a entender esto”, me decían. Pero yo quise confiar en la inteligencia del lector, y aquí estamos.
¿Y en qué consiste exactamente el sistema?
[Juan coge un papel y bolígrafo y empieza a esquematizar sobre un papel]. En este universo tú tienes El Paciente, Cicatriz, Reina Roja, Loba Negra y Rey Blanco. Todos estos libros forman la W que corresponde al Sr. White. Luego tienes Todo Arde, Todo Vuelve y Todo Muere, que en este caso no te pinto lo que forman para no hacer ningún spoiler, pero que se relacionan con los anteriores de una forma totalmente distinta. Entonces, tú puedes leerlos en orden cronológico, pero la experiencia será muy distinta a si, por ejemplo, empiezas leyéndote los tres de Todo, y continúas por El Paciente y después Cicatriz, o por Reina Roja y después Loba Negra y Rey Blanco. Porque tienes una información que los que han empezado por los primeros no tienen. Y eso es lo que yo intentaba proteger por encima de todo cuando les pedía a los lectores que no dijeran nada, porque ellos se sentían parte de un juego en el que la experiencia lectora era lo más importante y lo que teníamos que proteger. Por eso te digo que yo en las entrevistas mentía descaradamente.
Entonces, ¿ya sabías desde el principio que ibas a hacer estos ocho libros?
Yo sabía el final de Todo Muere y el de Rey Blanco. Pero igual que si tú te subes en un coche desde Madrid a Zaragoza no sabes todas las estaciones de servicio por las que vas a pasar, pero sí que vas a terminar en Zaragoza, yo sabía cómo iba a terminar el universo, pero todavía no sabía lo que iba a pasar por el camino. Cuando publico Rey Blanco, que todo el mundo pensaba que era el final, yo decía cosas como que había sido bonito llegar hasta aquí, etc. Cuando estás metido en el mundo de la ficción, la mentira es parte de la experiencia. Igual que un director te ‘miente’ cuando te está enseñando un plano determinado, o un mago te ‘miente’ cuando centra tu atención en un determinado punto y está haciendo otra cosa por el lado contrario, yo te ‘miento’ cuando te hago fijarte en determinadas cosas en mi libro. La mentira, aplicada a la ficción, es un orgullo.
La adaptación audiovisual de Reina Roja en Prime Video ha sido un éxito. ¿Cómo viviste ese proceso?
Ha sido una experiencia muy hermosa porque, desde el principio, había una idea de respetar lo que se había hecho proponiendo cosas nuevas, porque los lenguajes son distintos, pero también tenían muy claro que querían que yo formara parte de este viaje, cosa que no es nada habitual. Normalmente se intenta tener al autor lo más lejos posible porque no suele entender bien lo que se hace con el producto al llevarlo del papel al mundo audiovisual. Sin embargo, yo tenía muy claro que eso era parte del proceso, porque me siento muy cerca del audiovisual al ser algo que me gusta mucho. Entonces me dejaron, y digo que la experiencia ha sido muy hermosa porque no solo no nos hemos peleado, sino que nos hemos complementado muy bien. Y, en mi opinión, la serie alcanza alturas que la novela no era capaz de alcanzar, pero también es inevitable cuando tienes a Victoria Luengo, que es la mejor actriz de España, haciendo cosas mágicas y espectaculares; o a Víctor Reyes, que probablemente sea nuestro mejor compositor.
Has pasado más de quince años inmerso en esta saga. ¿Qué papel ha jugado en tu vida, tanto a nivel personal como profesional?
Lo primero que me brota al pensar en estos quince años es agradecimiento. Y lo segundo es que me ha enseñado una cosa que es bastante importante: lo de los libros está muy bien, pero lo que tengo que intentar, sorprendentemente, es ser un poco menos autor y más persona. Con eso me quedo a título personal. Con lo que me quedo en el plano profesional es que, cuando todo esto empezó, nadie podía imaginar ni intuir que íbamos a estar ahora hablando de todo lo que ha sucedido: son cinco años ya seguidos siendo el autor más vendido en lengua castellana.
¿Más que Arturo Pérez-Reverte?
Sí, y Arturo me llamó para decirme: “Menos mal que me has quitado tú el puesto y no ha sido otro”. [Risas]. Somos buenos amigos.
Tengo entendido que él tuvo mucha culpa de que seas escritor.
Sí, porque cuando él ‘estalló’ yo tenía 13 años. Y uno de los primeros libros que yo leí fue La tabla de Flandes. Para mí fue muy influyente por una razón muy sencilla, y llamándose esta revista como se llama, creo que es importante dejar esto claro: para que tú puedas hacer algo tienes que ver a una persona a tu lado que está haciendo algo. Es que no hay otra forma de explicar las cosas. ¿Cómo vas a querer tú ser médico o cirujano si no ves el caso de éxito de un médico o cirujano al que le van las cosas estupendamente bien y que ha sido capaz de hacerlo? Cuando yo crecía no era tan fácil. De hecho, mi profesor de Historia, que también era el tutor, cuando yo le dije que quería ser escritor y vender muchísimos libros, como Stephen King, me dijo que me fuese buscando otro sueño porque ese no iba a ser posible. Pero siempre he sido un insensato.
¿Por qué un insensato?
Porque cada vez que me decían que algo no se podía hacer yo respondía: “¿Por qué?”. Lo sensato sería pensar que, si alguien te dice que no se puede, entonces no lo hagas. Sin embargo, yo pensaba que sí se podía.
Tienes un estilo muy personal para escribir, en el que te comunicas directamente con el lector. ¿De dónde te viene?
Ni idea. Cuando empecé, la primera versión de mí era más canónica. Me refiero desde el punto de vista anglosajón. Cuando tú empiezas a escribir, es imposible no hacerlo por imitación, volcando y procesando para no sonar como otro, depurándote de algunas cosas, pero acabas cayendo en algo canónico. Te expresas de una forma neutra, intentas narrar la forma de la mejor manera que puedes, pero acabas teniendo una regresión a la mediana porque no puede pasar de otra forma.
Hay escritores que son extraordinariamente personales desde el principio, pero no es mi caso. En mis tres primeras novelas yo no conseguía encontrarme. Luego tuve un parón para intentar encontrar lo que realmente era yo y, en lugar de eso, escribí una novela ambientada en el Siglo de Oro. Y después de eso me divorcié y se murieron mi madre y mi padre, y dije: “Espera, lo que yo soy es esto”.
¿Y cómo pasó? Lo descubrí junto al lecho de muerte de mi padre.
Me tienes intrigado.
Cuando murió mi padre yo estaba escribiendo Reina Roja. Él se murió contando chistes y me di cuenta de que ahí es donde estaba la diferencia: la vida hay que tomársela con humor. Mientras que El paciente está narrado en primera persona y en Cicatriz hay dos puntos de vista, en Reina Roja adopté la voz de seis personajes; entonces me llevó a que el narrador omnisciente no tenía por qué ser neutro, sino que, si adoptaba la voz del personaje, también tenía que cambiar de forma natural el ritmo narrativo y modificar la narración en función del personaje. A partir de ahí me atreví a hacer ya cualquier cosa. Hasta el punto de lanzar Todo muere sin sinopsis, lo cual es una apuesta arriesgada hoy en día, cuando los lectores están acostumbrados a tener pistas.
«Confío mucho en la inteligencia del lector»
¿A qué responde esta decisión y qué esperas que genere en los lectores?
La decisión fue un paso natural más en un proceso en el que confío mucho en la inteligencia del lector. Existe una tendencia creciente, por ejemplo en el tráiler de una película, a adelantar absolutamente todo: enseñar las mejores escenas y las cosas más espectaculares. Y no me parece que eso sea bueno, porque parece una infantilización del espectador por parte de quien quiere contar le algo y dejarle claro que la experiencia que va a tener va a ser de cierta forma. Sin embargo, a mí me importa tanto la experiencia del lector que voy a adelantarte lo menos posible para que se encuentre con algo que le va a sorprender, le va a divertir y resultar novedoso e interesante. Pero para eso tiene que confiar en mí, en que lo que yo he hecho le va a gustar. Y no es algo habitual.
Está muy generalizado afirmar que los jóvenes no leen. ¿Estás de acuerdo?
Eso es mentira, pero mentira gordísima. Los jóvenes leen más que nunca. Quien diga eso está repitiendo lo que ha escuchado, pero no tiene ni idea. Es igual que la frase “los jóvenes de ahora no son como los de mis tiempos”, que se viene diciendo desde hace cuarenta siglos, pero es mentira que sean peores; son mejores. Lo que le molesta al que lo dice es no ser uno de esos jóvenes.
Vas a una firma de mis libros y está llena de chavales, tanto los que vienen con el libro infantil como los que tienen 16, 17 y 18 años, que son nativos digitales y podrían estar con la cabeza metida en el teléfono móvil; pero no, están en una firma de libros esperando horas para que les firme uno.
Si quieres leer la entrevista completa y saber qué no le gusta a Juan Gómez-Jurado de la profesión de escritor, o qué opina del thriller en lengua española, o saber qué parte hay de él en los personajes de sus novelas, pide la revista Influencers en tu quiosco.
Fotos (c) Fernando Bosch