Juan Mayorga: “No hay forma más alta de coraje que la sensatez”

Juan Mayorga ha empezado 2022 con tres obras en las carteleras españolas: La lengua en pedazos, Silencio y El Golem. Y las tres son un éxito. De taquilla, de público y de catarsis interior. El dramaturgo, filósofo y matemático es Premio Nacional de Teatro, flamante nuevo director del Teatro de La Abadía, miembro de la Real Academia Española y un referente expansivo de la cultura que sacude nuestras inercias interiores con tablas, fondo, arte, literatura, humanismo, sabiduría y punch.
Juan Mayorga es un hombre tranquilo, afable, sereno, ecuánime, creativo, reflexivo, humilde y audaz. Un madrileño del 65, más de revulsivos profundos que de barricadas pancarteras volátiles. Su confinamiento fue una fábrica de oro que ahora destila en las carteleras de Madrid.
EL HOMBRE TRANQUILO QUE SACUDE EL TEATRO INTERIOR
Estrenó en noviembre La lengua en pedazos, y la valentía de llevar a santa Teresa de Jesús a dialogar con la Inquisición en el Teatro del Barrio de Lavapiés le ha salido de lujo. Prorrogaron dos meses más la obra, que en realidad es un combate en diferentes planos, todos ellos honestos, inquietos, trascendentes, como los ojos del propio Mayorga.
Estrenó en enero Silencio, en el Teatro Español, y sus representaciones han terminado con un aplauso gigante y el cartel de no queda ni una esquina de asiento en las gradas. Allí, sobre el blanco silencio de un escenario locuaz, Blanca Portillo hace del propio Mayorga, con sus manos a la revolé, su porte sosamente admirable y el bombazo de las palabras potentes que se hacen carne, de pronto, con la magia de un creador excepcional.
Y estrenó a finales de febrero El Golem en el Centro Dramático Nacional, reescrita durante la pandemia y dirigida por Alfredo Sanzol. De nuevo, en
tarima, “el poder de las palabras que nos envuelven y atraviesan”, porque Mayorga es un prestidigitador verbal en 3D.
«A los 16 años descubrí que el teatro era un lugar maravilloso en el que estar. Entendí desde el principio que era el arte de la reunión y de la imaginación»
Tres en uno. Habitualmente rodeado de las mejores actrices y los mejores actores. Sembrando calidad en cada escenario por el que pasa. Abriendo debates que unen al hombre con el hombre. Buscando puentes entre diferentes. Poniendo el foco en la vida real donde también palpitan las luces bellas.
Dramaturgo. Filósofo. Matemático. Conversador. La expresión redonda del evidente talento y el verdadero talante. Su provocación preferida es la catástrofe constructiva. Premio Nacional de Teatro. Es la “M” entre las butacas de la Real Academia Española: mayéutico, magnánimo, mapamundi, maremágnum, melodía, milagro, mediatriz, modestia, memoria y Madrid. Se abre el telón. Se enciende el pensamiento.
Mayorga es un dramaturgo precoz sin prisa. A los 16 años, “envenenado de lecturas”, descubrió que el teatro “era un lugar maravilloso en el que estar. Entendí desde el principio que el teatro era el arte de la reunión y de la imaginación. Atisbé un arte en el que me juntaba a otros a quienes no conocía y en el que era fundamental mi complicidad imaginativa”.
El teatro es la manera de Mayorga de hablar en público. De decir verdades sin sesgos, con el compromiso con la verdad de un filósofo, con la exactitud rítmica de un matemático y con la locura de un dramaturgo
Como cualquiera puede comprobar de primera mano, el mix entre Filosofía y Matemáticas no consiguieron convertirle en un hombre teórico, escéptico, cínico y frío. No hay dramas, siquiera, en sus discursos personales y en sus textos, a pesar de que otros con sus dones son un mar de mareas, crisis, vaivenes, harakiris y puñaladas.
¿Cómo vive usted su sensibilidad?
Me alegra que perciba mi sensibilidad. Yo no pertenezco a los agonistas de la escritura. Soy feliz escribiendo. El folio en blanco es un espacio maravilloso de exploración de la propia experiencia y de búsqueda de caminos de relación con los otros. No escribo desde el dolor, aunque, por supuesto, también hay momentos dolorosos en mi vida, que aparecerán en mi teatro, pero también hay muchas ocasiones de felicidad, de alegría, de amistad y de motivos para la celebración, que también están en mis textos. Creo que tengo sensibilidad para lo uno y para lo otro. Cada día nos encontramos con el infierno y con el cielo.
Muchas personas que se dedican al arte tienen una forma de ser difícil de serenar, y a usted se le ve muy equilibrado.
Mi trabajo consiste, en buena medida, en encerrarme para enloquecer y compartir mi locura con los demás. Uno puede escribir la Metamorfosis y trabajar para una oficina de seguros ‒Assicurazioni Generali‒ en Praga, como hizo Kafka. ¡Qué mayor delirio que El Quijote, y cuán sensato parece Cervantes! Intentar comprenderse a uno mismo y vivir de manera que los otros puedan confiar en ti no es incompatible con el asalto del mundo que requiere la poesía. Personalmente, mi mujer y mis hijos son lo que me da más toma de tierra. La familia te recuerda una y otra vez dónde estás y lo pequeño que eres.
«Deberíamos hacer un teatro tal que los cobardes lo eviten, porque puedan percibir que en ellos ocurre algo que les concierne»
¿Y las Matemáticas y la Filosofía?
Las Matemáticas son una extraordinaria construcción de la imaginación humana, y la Filosofía, también. La Filosofía me exige preguntarme una y otra vez quién soy y cómo me relaciono con los otros, incluso con los seres humanos del pasado y del futuro. No sé si todo eso conduce a la sensatez o a posiciones radicales que puedan parecer insensatas a los demás. El teatro y el arte han de ser capaces de darnos a pensar sobre aquello que normalmente está soterrado, lo que está ahí y, sin embargo, permanece escondido. Lo propio del arte de la creación es el coraje y no hay forma más alta de coraje que la sensatez. Aspiro a ser una persona estable y centrada, a hacerme las preguntas decisivas, a que otros puedan confiar en mí, y a encontrar personas en quienes yo pueda confiar.
Parece que esa aspiración a la estable normalidad centrada es una realidad.
He sido una persona muy afortunada en mi vida. La suerte, en mi caso, consiste en haber tenido encuentros maravillosos con personas que han conformado mi biografía, hasta ahora. Tuve la suerte de nacer en una familia que me cuidó, he tenido la suerte de tener algunos amigos, no muchos, y he tenido la suerte de conocer a una persona con la que he formado una familia en la que creo que cada uno vela por los demás. Todo eso me da mucha fuerza y mucha seguridad, y me hace estar muy cerca de la tierra. No me siento legitimado para decir que soy una persona normal porque no sé qué es una persona normal y, además, sería una arrogancia por mi parte.
Sostiene Mayorga que “deberíamos hacer un teatro tal que los cobardes lo eviten, porque puedan percibir que en ellos ocurre algo que les concierne. El teatro al que aspiro debe provocar una catástrofe en el espectador. No hablo de ‘catástrofe’ en sentido negativo, sino en su acepción desestabilizadora. A veces pienso que lo ideal sería que el espectador no volviera a su casa o que volviera irreconocible”.
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Fotos: Patricio Sánchez Jáuregui
Imagen de portada: Javier Mantrana