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Katia Sol: «Con el fitness facial buscamos trabajar el músculo de forma efectiva y segura»

Miguel Angel Gomez| 12 de marzo de 2025

De periodista en Bielorrusia a experta en fitness facial y empresaria digital en España, Katia Sol ha sabido reinventarse con éxito. Con un método innovador y una estrategia impecable en redes sociales, ha convertido su pasión en un negocio con el que asegura facturar más de medio millón de euros al año. 

Nacida en Minsk, Bielorrusia, en 1989, Katia Sol creció en una familia militar donde la disciplina era la norma. Desde pequeña mostró ser muy polifacética, una cualidad que “creo que lo que me aporta es tener una visión amplia de la vida, para luego profundizar en lo que más me interesa”, explica Katia. 

Escribía con tal fluidez y creatividad que ganó dos veces el Premio Nacional de Filología Rusa, además de un galardón en poesía. Pero su curiosidad no se limitaba a la literatura. Siempre quiso conocer el mundo desde diferentes perspectivas, lo que la llevó a fijarse en el periodismo. “Desde los 15 años tenía claro que quería ser periodista”, recuerda. Un año después, aún en la escuela, hizo un curso de formación en periodismo y, a los 17 años, ya estaba trabajando en un periódico entrevistando a celebridades. 

Su talento la llevó a la universidad estatal, donde estudió Periodismo, pero su experiencia previa le permitió adelantar su carrera de una forma poco común. Mientras sus compañeros apenas empezaban a aprender el oficio, ella ya era redactora en la televisión estatal, además de seguir colaborando en medios escritos. 

Sin embargo, su visión del periodismo cambió drásticamente en 2013, cuando fue enviada a cubrir la anexión rusa de Crimea. “Me obligaban a transmitir información que yo no había visto con mis propios ojos, como decir en televisión que en la plaza principal de Kiev estaban sacrificando a niños rusos, cosa que no era cierta. En ese momento entendí que no quería ser un peón en un juego donde no tenía el control”. 

Regresó a Bielorrusia con un conflicto interno. Ya no creía en lo que hacía ni en el sistema del que formaba parte. En julio de 2015, unas vacaciones en Cataluña fueron el detonante definitivo: “Cuando volví a Minsk, lo primero que hice fue presentar mi renuncia. Sabía que mi vida tenía que estar en otro lugar”, recuerda.

Decidió establecerse en Barcelona, pero el camino no fue fácil. Aunque intentó seguir en el periodismo, al no tener oportunidades se reinventó. La fotografía, una de sus pasiones, se convirtió entonces en su nuevo medio de vida. Durante cinco años trabajó en la industria de la moda, realizando sesiones para marcas de lujo como Prada y Cartier. 

Sin embargo, un nuevo giro inesperado llegó con la pandemia del covid-19. “Todas mis sesiones fueron canceladas. Pasé de recibir llamadas para trabajar a recibir llamadas para anular proyectos”. Fue en aquel momento cuando surgió la idea que cambiaría su futuro.

 EL FITNESS FACIAL COMO RUTINA DE ENTRENAMIENTO 

Encerrada en casa, empezó a hacer ejercicio para mantenerse en forma. Y ahí llegó la epifanía: “Si entrenamos los músculos del cuerpo para mantenerlos firmes, ¿por qué no hacer lo mismo con los de la cara?”, pensó. 

Comenzó a investigar. Descubrió que oftalmólogos, logopedas, fisioterapeutas y cirujanos plásticos ya utilizaban ejercicios faciales con fines terapéuticos, pero nadie lo había estructurado como un método de entrenamiento. Por eso decidió formarse en fisioterapia, masajes orientales, acupuntura y osteopatía, con el objeto de adaptar esos conocimientos a la tonificación facial. Así llegó al fitness facial. 

A medida que este método comenzó a ganar notoriedad, surgieron inevitablemente comparaciones con la medicina estética tradicional. Sin embargo, ella tiene claro que el fitness facial no es un sustituto de los tratamientos inyectables, sino una alternativa para quienes buscan un enfoque más natural. “Cuando una persona quiere un efecto inmediato, lo más rápido es el bótox o los rellenos. Yo nunca podré competir con eso. El fitness facial es un proceso de entrenamiento: requiere constancia y esfuerzo, pero los resultados son naturales y duraderos”, explica. 

El método de Katia actúa desde la raíz del problema: el estado de los músculos faciales. “Cuando los músculos están tensos, generan arrugas de expresión. Cuando están flácidos, el rostro pierde firmeza y se desdibuja el contorno facial. Lo que hacemos con el fitness facial es devolver cada músculo a su estado óptimo”. 

“Con el fitness facial buscamos trabajar el músculo de forma efectiva y segura”

A diferencia de lo que muchos creen, los primeros efectos del entrenamiento facial no tardan meses en aparecer. “En pocos días ya se nota un cambio: mejora la circulación, el tono de la piel y la firmeza. En dos meses, el efecto lifting es evidente”, afirma. El problema es que existen muchas prácticas erróneas que han generado escepticismo sobre esta disciplina. “Hay quien cree que masajear la piel ayuda a levantar la cara, pero eso no tiene base científica. Si dar masajes en los glúteos los levantara, todos lo haríamos”, dice con ironía. “Yo he visto muchas mujeres con el rostro caído tras hacer yoga facial de manera incorrecta. Con el fitness facial buscamos trabajar el músculo de forma efectiva y segura”. 

Su popularidad la ha llevado a ofrecer sesiones en directo con miles de espectadores. “El año pasado tuvimos más de tres mil personas conectadas en una clase en vivo. Ahora, estoy lanzando un curso donde explico músculo por músculo qué estamos haciendo con la cara”.

Pero no todos han recibido con los brazos abiertos esta disciplina. Algunos médicos han cuestionado sus beneficios, argumentando que el envejecimiento se debe a la pérdida de grasa subcutánea y tejido óseo, algo que el ejercicio no puede revertir. “Eso no es cierto”, rebate Katia. “Los músculos faciales no pueden crecer como los del cuerpo, porque no trabajamos con peso ni proteína. Pero lo que sí podemos hacer es devolverles su tono original, eliminar la tensión y darles firmeza. Es como la fisioterapia: si inmovilizas un brazo, cuando le quitas la escayola tienes que rehabilitar los músculos. Lo mismo sucede con el rostro”. 

Su técnica trabaja sobre dos problemas principales: la hipertensión y la hipotensión muscular. “Cuando un músculo está contracturado, aparecen arrugas como las del entrecejo, la frente o las patas de gallo. En estos casos, lo que hacemos es relajarlo, igual que haría el bótox, pero sin paralizarlo. Por otro lado, cuando hay flacidez, como en el surco nasogeniano o las ojeras, lo que buscamos es recuperar el tono y la firmeza”. 

Uno de los puntos clave del método, según Katia Sol, es su eficacia. “No necesitas horas de entrenamiento. Con solo diez minutos al día, los resultados llegan rápido”, afirma. Al principio, recomienda practicar a diario para lograr un cambio visible. Luego, con un mantenimiento de dos o tres veces por semana, se pueden conservar los resultados a largo plazo. 

A medida que Katia profundizaba en el estudio de la musculatura facial, comenzó a cuestionar muchas de las promesas de la industria cosmética. “No existe ninguna crema que elimine las arrugas. La arruga no es un problema de la piel, sino del músculo que hay debajo”, señala. Por eso, para ella productos como las cremas lifting son puro marketing. “A nadie se le ocurre comprar una crema para levantar los glúteos, pero para la cara sí. Y la realidad es que no hay nada en el mundo que pueda tensar la piel si el músculo está flácido”.

Eso no significa que la cosmética no tenga un papel importante. “Los productos pueden mejorar la textura, la hidratación y el brillo de la piel. Pero cuando se trata de arrugas y flacidez, la solución está en los músculos”, concreta. 

Probablemente, uno de los aspectos más llamativos del fitness facial es su conexión con el bienestar emocional. Katia cita una conversación suya con el psicólogo facial Julián Gabarré (quien ha estudiado cómo la musculatura del rostro influye en el cerebro) en la que él afirmó que el fitness facial mejora el estado de ánimo de las personas por que “si realizas un ejercicio que te hace sonreír, el cerebro interpreta que estás feliz y libera hormonas como la dopamina y la serotonina”. Y es que este efecto va más allá de la estética. “Cuando alguien se ve bien en el espejo, su confianza aumenta. Y cuando trabajas la musculatura facial, estás enviando señales a tu cerebro que refuerzan una actitud positiva”, añade ella. 

A pesar de los debates en torno a su disciplina, Katia Sol ha logrado posicionarse como una referente en el mundo del fitness facial. Pero para hacer crecer este concepto, Katia tuvo que entrar en un terreno desconocido: el marketing digital y las redes sociales.

 LA ESTRATEGIA DIGITAL DE KATIA SOL 

Katia inició su camino en las redes sociales sin ninguna inversión inicial. Ella misma grababa y editaba sus vídeos desde casa, experimentando con los contenidos para analizar la reacción del público. En un principio, intentó vender sus cursos a través de Hotmart, una plataforma muy utilizada para la comercialización de formación online. “Pero me di cuenta de que no era la mejor opción para mí. Es un sistema que, aunque sigue funcionando, está algo obsoleto. Aún tengo presencia allí, pero he desarrollado estrategias mucho más rentables”, explica. 

Según su experiencia, la mayoría de los creadores que venden en Hotmart generan alrededor de 5.000 euros al mes, pero tras descontar la comisión de la plataforma, el salario de un asistente, los costes de edición de vídeos y los impuestos, las ganancias reales son mucho menores. “Al final, apenas queda un margen suficiente para vivir cómodamente”, concluye. 

Hoy la siguen muchísimas actrices, entre las que llama poderosamente la atención la actriz colombiana Sofía Vergara (que tiene más de 35 millones de seguidores), la mexicana Violeta Isfel, la francomexicana Angelique Boyer, la argentina Rocío Toscano, o las españolas Patricia Conde y Adriana Ugarte, entre otras. También Mireia Lalaguna, modelo española que fue coronada Miss Mundo España en 2015. Katia nos desvela el principal motivo: “Ellas no pueden utilizar bótox, para no alterar la mímica de sus caras y que las expresiones sigan siendo naturales, por eso se convierten en mis alumnas haciendo mis cursos”. 

Pero una cosa es acumular seguidores y otra muy distinta convertirlos en clientes. Ella lo sabe. Y por eso, su estrategia se basa en “generar confianza, conectar emocionalmente y ofrecer un producto realmente bueno. Desde que alguien me sigue hasta que compra pueden pasar meses, por lo que hay que estructurar el contenido para tres tipos de públicos: los nuevos, los que están considerando comprar y los que ya han comprado”. 

Nos genera gran curiosidad qué opina Katia de cómo se utiliza el término influencer en las redes sociales. Ella tiene claro que, en muchos casos, está completamente desvirtuado. “Cuando pregunto a mis seguidores cómo eligen sus productos cosméticos, me sorprende ver que, en lugar de informarse con un dermatólogo o un especialista, con fían en la opinión de una famosa, una amiga o una modelo que, en muchos casos, no tiene conocimientos reales sobre el tema, pero ha sido pagada para recomendar un producto”. En su opinión, un verdadero influencer debería ser “alguien con formación y experiencia en su nicho, capaz de aportar conocimiento real y útil. Sin embargo, hoy en día se utiliza este término para definir a cualquier persona con seguidores, independientemente de si tiene algo de valor que ofrecer o no. Debería existir otra palabra para referirse a quienes solo buscan fama sin aportar contenido de calidad o credibilidad”, concluye. 

Su estrategia de contenidos está cuidadosamente planificada. “Tenemos un plan de ventas a corto, medio y largo plazo. Si hay un lanzamiento de algún curso, los vídeos giran en torno a él. Si no, alternamos contenido profesional, testimonios de alumnos, consejos gratuitos, reels motivacionales y vídeos de humor, que generan tráfico orgánico”. 

Pero en toda estrategia, una de las cuestiones que se le plantea a cualquier creador de contenidos es cómo enfocar cada una de las redes sociales que vaya a utilizar en su cometido. Katia sabe que cada red social tiene su propia dinámica. “TikTok es la más difícil, porque la gente solo hace swipe [navegar pasando vídeos rápidamente hacia arriba o hacia abajo]. Ahí solo busco atraer público y dirigirlo a Instagram, donde genero más confianza. Instagram combina entretenimiento y profesionalidad, mientras que YouTube lo utilizo para contenido experto”, aclara.

A pesar de su éxito, ella tampoco ha estado exenta de críticas en las redes sociales. Al principio, los comentarios negativos le afectaban, pero con el tiempo aprendió a gestionarlos. “Los ataques dicen más de quien los emite que de quien los recibe. La agresión pasiva en redes es peligrosa, especialmente para quienes son más jóvenes, sensibles o inseguras”. Ahora, está preparando una serie de vídeos de concienciación social para apoyar a las mujeres en este aspecto. 

Hoy en día, Katia ya no trabaja sola. En su empresa, ella lidera los contenidos, mientras que su socia, Ana, gestiona la organización. “Tenemos dos personas de soporte en redes, una tutora para revisar ejercicios, dos técnicos para la web, tres personas en postventa, una asistente, una maquilladora y un gestor”, explica. 

Con ellos, afirma que la facturación de su negocio ha superado el medio millón de euros anuales solo con los cursos de fitness facial, sin contar otros negocios colaterales (como la nutrición) en los que ella cobra una comisión a sus colaboradores. Y sus alumnos suman ya más de 30.000 en todo el mundo hispanohablante. Próximamente, ampliará su oferta a los mercados alemán y brasileño. 

Para quienes desean vender en redes sociales, Katia tiene un consejo claro: “Definir bien su nicho, crear un producto excelente e invertir en vídeos de calidad. Aprender qué hace que un vídeo sea viral es clave”. Pero advierte que no es un camino fácil ni barato: “Cada mes, preparo unos 30 guiones, grabamos en dos o tres días intensivos de rodaje, con jornadas de entre ocho y diez horas diarias. Después, el material pasa por edición y, finalmente, publico un vídeo diario”. Su inversión mensual en producción ronda los 5.000 euros, y tiene claro que la calidad es imprescindible para destacar en un mercado tan competitivo. 

Si por la cabeza de algún lector pasara la idea de contratarla para lanzar un negocio digital, debe saber que su tarifa sería de 50.000 euros, pero eso sí, “con la garantía de que en un año podría facturar un millón”, asegura. 

“En las redes sociales la opinión de la gente formada y profesional se pierde entre las de los demás, cosa que no me gusta”

Mirando atrás, lo único que cambiaría sería haber aprendido antes a manejar las redes sociales. “Al no tener información, yo iba acumulando errores que me hicieron perder muchísimo tiempo. Hoy en día ya sé qué es lo que funciona y lo que no, y aunque lo que vendo son cursos de fitness facial, podría vender nutrición, fitness para el cuerpo o yoga, y la estrategia sería siempre la misma: hay que tener un curso que sea verdaderamente bueno, para que la gente esté satisfecha y corra la voz; una buena formación y reputación, que hay que potenciar; y una presencia en las redes, donde se funciona como una marca que busca establecer una cercanía con los consumidores para establecer una relación a largo plazo con ellos. De ahí, hay que influenciar sobre la gente, pensando bien el mensaje que les vas a transmitir y teniendo en cuenta que en las redes sociales la opinión de la gente formada y profesional se pierde entre las de los demás, cosa que no me gusta”. 

Katia Sol ha demostrado que el éxito no es cuestión de suerte, si no de estrategia, perseverancia y conocimiento del mercado. Su historia es la prueba de que, con visión y trabajo, cualquier pasión puede convertirse en un negocio rentable.

Fotos (c) Lena London 

MUAH Anechka Yakov

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