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La dama española de la belleza

R3pyme| 24 de agosto de 2018

Si preguntamos al aire quién es la primera empresaria en España del mundo de la belleza, el aire responde que esa es Carmen Navarro. No hay persona que no la conozca. Se habla de ella cuando se trata de nombrar los centros a los que acuden las celebrities antes de desfilar por la alfombra roja; se oye su nombre si se trata de ubicar la vanguardia de la estética; nadie olvida su formación y filosofía oriental cuando se habla de terapias holísticas; y el mundo de la empresa la reconoce constantemente por una trayectoria impecable y en ascenso. Este es el año en el que celebra su 45.º aniversario en el mundo de la belleza, y lo hace ofreciendo nuevos tratamientos más vanguardistas, más eficaces y más respetuosos con la naturaleza.

 

¿Qué balance hace de este casi medio siglo en la estética?

He disfrutado muchísimo con mi trabajo. A las mujeres no se nos valoraba, nadie creía en nuestra capacidad, y estos años me han hecho sentirme bien y satisfecha, demostrar que estaban equivocados los que no creían en nosotras. Por otro lado, la estética ha evolucionado mucho, hemos conseguido que la gente respete y entienda lo que es un masaje. En esto, la prensa nos ha ayudado muchísimo. Si pienso en mí de niña, recuerdo que quería ser médica y me siento muy satisfecha porque, sin haberlo sido, sí he logrado crear algo que ayuda a la gente a sentirse mejor y cuidarse más.

 

¿Hoy por hoy es más empresaria que esteticista?

Realmente, lo que soy es empresaria de la estética, sí. Mi trabajo ahora consiste en llevar mis siete centros, en preparar a los equipos, en estar siempre atenta a la evolución de la tecnología y la cosmética para mejorar e invertir. Ya no entro en cabina.

Pero sigue dando consejos a sus clientes

Sí, y me encanta. Es muy curioso: antes necesitaba dar muchas explicaciones cuando recomendaba un tratamiento y ahora basta con una palabra. Soy muy rápida, no necesito dedicar más de dos minutos mirando una piel, enseguida lo veo claro y no necesito dar ninguna charla para que me hagan caso. Cuando ganas en credibilidad, se nota en todo; la vida es mucho más fácil. En ese sentido, he notado muchos cambios. Yo siempre lo digo, que en la vida estas cosas suceden justo al revés; por ejemplo: cuanto más dinero ganas, más te invitan… Para mí, ahora es muy fácil comunicar, mucho más que al principio.

 

Hay otros empresarios del sector en nuestro país, pero nadie ha crecido como usted en el mundo de la estética. ¿Por qué?

Yo las cosas no las busco, me llegan. Por ejemplo, el último centro que he abierto fue algo que me ofrecieron y que no podía rechazar. Con El Corte Inglés me ocurrió algo parecido: ellos me llamaron y me lo propusieron. Y estoy encantada, claro, es una maravilla colaborar con ellos. Por otro lado, es verdad que he dedicado mucho tiempo de mi vida a esto. He trabajado mucho, nadie me ha regalado nada y no he tenido miedo a invertir. Acabamos de comprar tres aparatos fantásticos; yo siempre compro lo último. Creo que hay empresarios que prefieren vivir muy bien e invertir menos. Y mi elección es la de invertir todo, por eso puedo dar lo mejor a mis clientes y estamos a tope en todos los centros.

 

Sin embargo, en sus comienzos, a sus padres no les gustó la idea de que se dedicara a esto.

Nada. Tampoco a los padres de mi sobrina Carmen, que ha querido también dedicarse a la estética y es mi sucesora. Pero a los míos aún peor, porque en aquella época estaba mal visto. Ahora se ve de otra forma, la gente está más preparada. Pero, ya ves, mi padre decía que una hija suya nunca trabajaría… ¡y hemos trabajado las cuatro! Nos educaron para ser amas de casa. Nuestras asignaturas en el colegio eran urbanidad, protocolo… Nos enseñaban a hacer de todo menos a trabajar. Eran otros tiempos, los bancos no te daban créditos si no estabas respaldada por una figura masculina (tu marido o tu padre).

 

Supongo que con el tiempo cambiarían de opinión.

Por supuesto. Nadie se podía imaginar que llegaría adonde he llegado. Si lo pienso bien, yo sí lo imaginaba: cuando tenía entre 7 y 10 años soñaba con historietas que me inventaba –no había televisión, así que había que tirar de la imaginación– y en una de mis favoritas me convertía en una empresaria importante. Después he oído hablar de la teoría de El secreto y me he dado cuenta de que es lo que yo llevo haciendo toda mi vida. Puedo decir que he llegado a hacer lo que quería de pequeña. Por supuesto, no olvido que todos mis logros se han producido gracias a la ayuda de mis equipos. Tengo gente conmigo desde hace más de 18 años… Sin ellas, nada hubiera sido igual.

 

Mujer y con equipos formados por mujeres. ¿Se siente activa en la lucha feminista?

Nosotras hemos tenido que luchar por todo mucho más y, además, haciendo todo: somos quienes tenemos y cuidamos de los hijos, hemos llevado los hogares, hemos trabajado fuera… Yo siempre he creído en nuestra lucha, pero nunca he actuado desde la política. No me gusta nada. Mi familia está muy involucrada en ella; yo oigo todo el día en casa hablar de política y no me atrae la lucha desde ahí. Pero sí pienso que he estado de otro modo en esa lucha con mi día a día.

 

¿Su familia está orgullosa de usted?

Sobre todo mis nietos. Porque para mis hijos soy su madre y ya está. Cuando yo llegaba a casa tarde y muerta de cansancio, después de una jornada de trabajo, a ellos no les gustaba que su madre fuera esteticista. Supongo que ahora, en el fondo, estarán orgullosos, pero no lo han vivido así. En cambio, mis nietos sí presumen de abuela. Y, claro, es algo que me encanta.

 

¿Su padre llegó a ver su éxito?

Sí. Tenía tres centros cuando murió. Y mi madre también estaba muy feliz.

 

¿La familia es uno de sus valores más importantes?

Sí, claro. Estoy todas las semanas con mis nietos. He pasado épocas con remordimiento de conciencia por trabajar tanto. Yo engañaba a mi marido para ir a algunos de los cursos. Tenía una vida muy complicada. Pero luego siempre he compensado a mi familia porque el tiempo que les he dedicado ha sido de calidad, y porque siempre me he tomado vacaciones algo largas. También es verdad que, gracias a mi trabajo, hemos hecho juntos viajes muy bonitos.

 

En los últimos años, ¿ha notado un incremento de público masculino en sus centros?

Pues sí, no paran de entrar señores con muy buena pinta. Hombres preocupados por su piel o por su tripita. La verdad es que tengo que decir que, en general, reaccionan a los tratamientos mejor que las mujeres. Esto lo explican las hormonas, pero también es cierto que suelen ser más constantes y cumplidores. No fallan nunca a sus citas. Las mujeres no somos así, tal vez porque somos las primeras que cancelamos si un hijo se pone malo, por ejemplo.

 

¿Somos esclavos de la belleza?

Hay momentos en los que nos volvemos esclavos. Uno de ellos es la crisis de los 40. A esta edad las mujeres trabajan, tienen dinero, muchas han decidido que no van a tener hijos… Tengo clientas de esta edad que vienen todas las semanas. Pero no es en los centros de belleza donde más se ve a la gente que tiene un problema. Donde veo ya un nivel de preocupación que podría llamar esclavitud es en los gimnasios y en la obsesión por la delgadez. Creo que la exigencia hoy día es demasiado alta y hombres y mujeres a menudo le piden a su cuerpo cosas que no son naturales. Luchar contra la naturaleza puede llegar a convertirse en obsesión. Deberíamos cambiar algunos de los criterios de belleza.

 

Por sus cabinas han pasado muchos famosos. Una de ellas fue la Reina Letizia. Pero van cambiando de centro. ¿Por qué no hay fidelidad?

Doña Letizia ha elegido otro camino: el de la medicina estética. Y a los famosos, en general, los invitan a muchos centros. Algunos de mis clientes deciden probar en esos lugares en los que los invitan, allí se hacen la foto y se los asocia con ellos. Pero son clientes míos, lo que pasa es que aquí se cobra a todo el mundo. De hecho, precisamente, los famosos dan más trabajo porque a menudo hay que estar pendiente de los paparazzi o hay que hacer sitio para guardaespaldas.

 

Empresaria, esteticista… ¿También relaciones públicas capaz de moverse en círculos exclusivos?

Pues sí, eso es fundamental. Yo creo que una de las cosas más importantes en esta vida es la comunicación. Y ser profesional. Hay que diferenciar entre la amistad y la profesión. Por ejemplo, yo no voy a las bodas a las que me invitan mis clientes. Hay que ser profesional. Por supuesto, hay personas con las que tengo más feeling, pero eso es otro tema. Y hay que cuidar mucho y no mezclar.

 

¿A lo largo de estos años, el mundo de la belleza ha evolucionado mucho? ¿Qué avances le interesan especialmente?

Las manos son fundamentales, son la clave del éxito, y eso no ha cambiado. Pero sí, hay aparatos que hacen el trabajo más eficaz. Por ejemplo el Accent Prime: sus ultrasonidos guiados destruyen las células grasas en pocas sesiones. En el abdomen, el resultado es espectacular. Y adoro los clásicos, el LPG que existe desde hace treinta años, pero que está en continua evolución, presentando versiones mejoradas constantemente. Lo tengo en todos los centros. Ojalá hubiesen existido estos aparatos cuando yo empecé. Son una enorme ayuda para los profesionales que nos destrozábamos trabajando. Ha habido tantos avances… Hoy podemos acabar con cicatrices y marcas. Y otro de los objetivos difíciles, reafirmar el óvalo facial, es posible con HIFU.

 

Denos las normas básicas para no fallar con el cuidado personal de la piel.

Las tres reglas que no deben olvidarse ningún día del año son estas: protección solar, buena higiene e hidratación. Con la piel seca, esto último debe hacerse más de dos veces al día.

 

¿Ha cambiado la forma de envejecer?

Por supuesto. Antes, la gente no se cuidaba y había otra cultura del sol. Pensábamos que era buenísimo por las vitaminas y por la energía, ahora sabemos que tiene otros efectos indeseados. Existe una educación de cuidado solar, todo el mundo usa cremas… Antes, a los 60, las mujeres hacían ganchillo y hoy día, a esa edad, se tiene un ritmo de vida joven. Se envejece de otra forma, no todo es cuesta abajo. Precisamente, hace un rato estaba comentando que yo me siento mejor que hace unos años: más ágil, con el cuerpo mejor colocado gracias a unos masajes que me he estado dando. Ya no somos viejitos. Nos cuidamos, nos hacemos tratamientos… Y también se nota mucho en la piel el hecho de que usemos una cosmética avanzada.

 

¿Es muy diferente el envejecimiento en hombres y mujeres?

Eso depende de la pasión que uno tenga por el trabajo, por la vida, no del sexo. Es verdad que, en cuanto a piel, ellos la suelen tener más grasa y presentan una menor tendencia a las arrugas. Pero es más común también que pierdan el pelo o que tengan flacidez facial, por ejemplo. No hay grandes diferencias. Lo que importa es cuidarse día a día y, sobre todo, mantener la pasión. La ilusión ralentiza el envejecimiento.

 

Coché Echarren

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