Extendida en el área centroccidental de la provincia de Málaga, su interior esconde accidentados macizos, sendos valles, profundos barrancos y tajos sobrecogedores. Lugar idóneo para ser visitado por los amantes de la naturaleza, el turismo rural y los deportes de montaña en los meses de frío.
Es precisamente en los meses de invierno cuando más visitas recibe, puesto que la blancura de sus nieves aumenta la espectacularidad de sus paisajes, con multitud de sendas en las que se muestran panorámicas blancas de bosques helados.
Su biodiversidad ofrece desde árboles ancestrales como el pinsapo de Las Escaleretas (declarado monumento natural) o el Castaño Santo (de casi 1.000 años de antigüedad) a especies de animales protegidas como el gato montés, el águila real o, incluso, en las aguas del río Verde, algunos de los pocos ejemplares que quedan de nutria.
Entre sus cumbres, compuestas por formaciones rocosas que surgieron hace cientos de millones de años, el visitante hallará monumentos naturales, rincones singulares o vertiginosas gargantas donde la mayor altitud la encontrará en el término municipal de Tolox: el pico de la Torrecilla (1.919 metros).
La Gran Senda
Una buena forma de descubrir la sierra de las Nieves es recorriendo la Gran Senda, un proyecto de turismo de naturaleza de la Diputación de Málaga que recorre y une más de 650 kilómetros de la provincia. Supone una exigente ruta de nivel medio-alto que recompensará a los senderistas más empedernidos (desniveles de más de 700 metros) y madrugadores (las etapas duran ocho horas y conviene emprenderlas cuanto antes) con bucólicos paisajes y envidiables hábitats.
Pueblos blancos
La riqueza ecológica que tienen en su haber le valió a la sierra de las Nieves para ser declarada en 1989 parque natural. En 1995, la Unesco la incluyó en la Red Internacional de Reservas de la Biosfera bajo el nombre de Sierra de las Nieves y su Entorno. Su siguiente logro está de camino: en breve será declarado parque nacional, convirtiéndose en el decimosexto de España y el primero de Málaga.
Tras una buena ruta, el lugar ideal donde refugiarnos del frío son sus restaurantes, cuya oferta gastronómica está obviamente influenciada por los platos típicos de Andalucía: puchero tradicional, potajes y cazuelas de primero, sin que falten por supuesto los embutidos de cerdo o los quesos de cabra. De segundo, platos de carne asada o guisada de cerdo, chivo o cordero, con hueco también para las recetas del pescado procedente de sus mares cercanos. Los postres caseros –a base de almendras, castañas, nueces y miel de la comarca– van de buñuelos a pestiños pasando por mantecados y empanadillas. La guinda perfecta de nuestra escapada helada.
Por Jesús Casañas
>>Podrás leer el reportaje completo en el número de noviembre 2018 de la revista Influencers.
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