La península de Mahia, en Nueva Zelanda, fue el punto elegido por Rocket Lab para el lanzamiento de su cohete de dos etapas Electron. En un mundo en el que los vuelos de cohetes por parte del sector privado no son raro, lo que sorprende de esta compañía es que su vehículo espacial está hecho de piezas impresas en 3D, en concreto el motor.
Made it to space. Team delighted. More to follow! #ItsaTest
— Rocket Lab (@RocketLab) May 25, 2017
“Ha llegado al espacio. El equipo está encantado”, son las palabras de la compañía, a través de Twitter, que marcan el éxito. El éxito de este cohete que pone a Nueva Zelanda en el exclusivo grupo de países que pueden lanzar satélites, es un paso importante en la carrera comercial por reducir los costes económicos y logísticos para llegar al espacio. Rocket Lab aspira a lanzar vuelos semanales y a construir su propio espaciopuerto.
Durante cuatro años, Rocket Lab se ha preparado para su primer vuelo de prueba. ¿Su objetivo? La producción en masa de cohetes baratos capaces de poner en órbita cargas de hasta 500 kg. Esto haría el espacio muchísimo más accesible de lo que lo es ahora.
Si bien el cohete a llegado al espacio, el lanzamiento no ha sido perfecto. La primera y segunda etapa han funcionado correctamente, pero la última, encargada de poner la carga en órbita (en este caso un micro satélite) se ha quedado corta. Su misión era poner la carga en órbita a 500 km de altura.
«Por esto tenemos vuelos de prueba. Se trata de reunir datos, ver que funciona y que no» afirma Peter Beck, CEO de Rocket Lab. La empresa se muestra segura de cara a un segundo vuelo de prueba. «Tenemos información más que suficiente para lanzar un segundo test este verano» añadió Beck. Si tienen éxito, la producción en masa podría llegar a la industria espacial, suponiendo un paso de gigante para la exploración de la última frontera.
New camera angle taken during yesterday's launch – includes sound. More to come! #ItsaTest pic.twitter.com/zr4M72MdiO
— Rocket Lab (@RocketLab) May 26, 2017
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