El antiguo gobernador de Colorado, Richard Lamm (apodado Governor Gloom, que traducido sería Gobernador Oscuridad o Tristeza), es un firme defensor de limitar el gasto médico en las etapas finales de la vida. El señor Lamm mantenía que los ancianos tienen un deber de evitar los gastos hospitalarios cuando la parca estuviese cercana. Lamm, en resumen, decía que hay una cantidad finita de dinero disponible para la sanidad, y que esta debería ser usada de la forma más eficiente posible. «Que haya operaciones de próstata que cuestan 93.000 dólares en estadios del cáncer [de próstata] que a lo sumo prolongarán la vida del enfermo dos meses es algo atroz», dijo Lamm al Denver Post. Evidentemente, estas declaraciones fueron un suicidio político.
3,4 billones de dólares se gastan anualmente en sanidad en Estados Unidos. El 50% de ese gasto van a parar al 5% de los pacientes: en la mayoría de los casos enfermos terminales y personas muy ancianas. La mayoría de la gente recibe casi la totalidad de los cuidados médicos cerca de su muerte. Esto tiene como consecuencia que la mayor parte del gasto económico en el sistema sanitario esté destinado a personas que a lo sumo, vivirán unos pocos meses más.
A pesar de las enormes cantidades de dinero invertidas, en Estados Unidos, casi 30 millones de personas no tienen ningún tipo de cobertura sanitaria, mientras que quien puede pagarlo tiene acceso a los tratamientos más avanzados sin importar sus probabilidades de recuperación.
El NHS (National Health Service) de Reino Unido ofrece servicio a más de setenta millones de personas. Los estadísticas muestran que todos los británicos gozan de mejores condiciones de salud por un precio mucho menor que en Estados Unidos, por lo que puede que en Estados Unidos tengan que adoptar el modelo de otros países. Una cobertura universal puede crear un sistema sanitario más justo, o al menos, amortice esos 3,4 billones de dólares.
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