Promete no dejar indiferente a nadie tras llevarse el Oso de Plata en la Berlinale
Aterriza mañana en los cines de toda España la última película de Wes Anderson, Isla de perros. Una desgracia que con la traducción perdamos el doble sentido del título en inglés, Isle of Dogs, que se pronuncia exactamente igual que “I love dogs”.
Se trata de su segunda película creada con la técnica de stop-motion y la más política de todas, algo no tan usual. Se han necesitado más de 1.000 marionetas (500 humanos y 500 perros) y 130.000 fotogramas para traer esta obra al gran público. Según sus propias palabras no hay nada que se puedan considerar efectos especiales puros en la película, por lo que te sorprenderá la técnica en más de una ocasión.
La película, ambientada en un Tokio ficticio de dentro de 20 años, narra cómo, tras una gripe canina que se expande por la ciudad, su déspota alcalde decide expulsar a todos los perros de la ciudad a una isla cercana llena de basura, renombrada como la Isla de Perros. El joven sobrino del alcalde, Atari, partirá hacia la isla en un avión construido por sí mismo en busca de su mascota, Spots, y se verá envuelto en una revolución que lucha porque los perros regresen con sus amos y se restablezca el orden.
Que la estética y el argumento no nos lleven a engaño, a pesar de los ya clásicos personajes adorables y el humor característico del cine de Anderson, no estamos ante una película infantil para nada. Ésta busca hacernos reflexionar acerca de la corrupción y la xenofobia, quizá en el momento más adecuado para ello.
Por Adrián Rodríguez
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