Lo que comenzó como un arma militar es hoy desde un juguete hasta el futuro mismo de la aviación.
No sería posible comprender el mundo actual sin los aviones. El hecho de poder moverse de un lugar a otro a pesar de la distancia a gran velocidad y con un nivel de seguridad sin precedentes, supuso un cambio de paradigma que ha modificado el curso de la Historia. Pero el avance de la tecnología ha introducido una disrupción en un sector ya de por sí disruptivo. Es el nacimiento y crecimiento de los drones, con cuya popularización se ha creado un nuevo modelo económico en línea con la automatización y la Inteligencia Artificial, epicentro de la sociedad del futuro.
Aunque se utilizan al menos desde 1916, los drones han vivido su expansión en la última década. Nacidos en el ámbito militar, las aeronaves no voladoras (UAV) pueden ser equipadas con casi cualquier herramienta que se precie, convirtiéndose en aparatos versátiles susceptibles de ser utilizados en distintos ámbitos. De hecho, en los últimos años han superado sus iniciales pretensiones militares o policiales y se han transformado: a día de hoy, tener un dron es propiedad está al alcance de cualquiera, dada la amplísima variedad de modelos existentes en un mercado que no deja de crecer. Un estudio de la consultora PwC estima en más de 127.000 millones de dólares el negocio que podría mover el sector de los drones en los próximos años. Y es que, en la actualidad, un dron puede ser un aparato muy serio o un simple juguete. La base es la misma, lo único que cambia es el tamaño y las opciones. La ingeniería que hay detrás no puede variar: se basa en la física.

Dron militar de gran tamaño.
Los drones ya se utilizan para vigilar fronteras, controlar plagas o para supervisar obras. Pero el hecho de que estén equipados con cámaras los ha convertido en un elemento casi imprescindible en eventos deportivos, conciertos o incluso bodas. La toma de imágenes aéreas es una de las claves del éxito de los drones, capaces de transmitir vídeo en directo a kilómetros de distancia. Pero restringir los drones a la categoría de cámaras sería un insulto a su verdadero potencial: estos aparatos son capaces de casi cualquier cosa que alguien pueda imaginar que puede hacerse volando. Por eso Amazon ya los prueba como mensajeros y compañías como Facebook investigan su uso como satélites capaces de dotar de conexión a Internet a áreas remotas. En el fondo de estos avances es la autonomía: eliminar al ser humano de la ecuación. Si hasta ahora los drones son aviones teledirigidos, como aquellos coches con los que jugábamos de pequeños, en los próximos años bastará con insertar unas coordenadas e introducir unas órdenes. El dron se encargará del resto.

Dron-mensajero de Amazon.
El potencial de esta idea es prácticamente infinito, pero con ella llegan los retos: ¿cómo gestionar un espacio aéreo repleto de aparatos voladores de todos los tamaños y en manos de cualquiera? Algunos países han comenzado a regular el uso de drones, sobre todo en grandes ciudades, pero existe un enorme vacío legal incapaz de responder a día de hoy a los retos del futuro: si un dron es también un juguete, ¿de verdad es necesario tener una licencia de vuelo? Si puedo volar un dron por mi jardín o incluso en el interior de mi casa, ¿de verdad tengo que avisar a una torre de control?
Todo indica que en los próximos años asistiremos a un cambio sin precedentes en el sector aeronáutico. No sólo porque el próximo paso serán los drones autónomos… sino porque la tecnología que los sustenta pronto dará un giro y alumbrará drones que habrán eliminado a los humanos del control, pero permitirán por primera vez que puedan sentarse en su interior. Una perversión de la propia naturaleza del dron, que no acepta hasta ahora a personas como pasajeros. O una disrupción: el nombre es lo de menos.
Miguel Ángel Ossorio Vega
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