Los youtubers también cometen errores
Bromas de mal gusto, violencia o machismo han llevado a estrellas digitales… a estrellarse.
YouTube es ese lugar en el que cualquier persona con una cámara (y ni eso: basta con un móvil) puede terminar facturando millones de dólares al año y convirtiéndose en una estrella que hace sombra con su luz a las celebridades de toda la vida. Pero la fama es igual para todos, razón por la que algunos influencers ya son carne de paparazzi. En esta línea van los errores que empiezan a cometer algunos de ellos, algo que puede suceder con mayor frecuencia porque muchas de estas estrellas digitales se dedican al humor, o al menos eso pretenden. La plataforma ha dado alas a la absoluta libertad creativa, por lo que estos comportamientos son más que frecuentes entre sus vídeos, pero destacan cuando el youtuber de turno alcanza fama y riqueza. ‘El Confidencial’ ha repasado algunas de las pifias de último año y las consecuencias directas que pueden tener sobre ellos. Nosotros lo hemos ampliado con más ejemplos. Y solo es el principio.
Un youtuber que parece haber perdido el rumbo en los últimos tiempos es el youtuber por antonomasia, PewDiePie. Durante años ha sido el que más suscriptores aglutinaba en su canal, superando o rozando los 60 millones. Su fama le reportaba más de 1 millón de dólares mensuales por los acuerdos publicitarios que suscribía con importantes empresas. De hecho, su canal era tan rentable que Disney terminó comprándolo tras adquirir la compañía que lo gestionaba, mientras que YouTube hizo con él un reality show para su plataforma de pago, YouTube RED. Todo esto se derrumbó a raíz de una serie de bromas de mal gusto que llevaron a ambas compañías a rescindir sus contratos con este sueco de 28 años. Entre ellas, pagar a dos jóvenes indios para que sostuvieran un cartel en el que ponía «muerte a todos los judíos». También, por hacer bromas antisemitas o por mostrar en uno de sus vídeos a un hombre vestido como Jesús diciendo que «Hitler no lo hizo nada mal». El youtuber se defendió diciendo que todo formaba parte de una recopilación de cosas que era capaz de hacer o decir la gente en internet por apenas 5 dólares. Utilizaba Fiverr para contactar con gente y pagarles a cambio de decir ese tipo de cosas con el objetivo de reírse de ellos y criticar su actitud. Pero, obviamente, las bromas fueron demasiado lejos. Y no eran las primeras: en 2016 su cuenta de Twitter fue bloqueada por hacer bromas sobre el Estado Islámico. Disney y YouTube rescindieron sus contratos tras estas polémicas.
No ha sido el único al que han criticado algunas de sus bromas. El caso más reciente es el de Logan Paul, quien supera los 15 millones de suscriptores. Hace poco tuvo que pedir perdón tras grabar un vídeo en el bosque Aokigahara, en Japón, también conocido como «el bosque de los suicidios» porque es el lugar escogido por muchas personas para acabar con su vida. Precisamente, en el vídeo de Logan Paul aparece un hombre ahorcado al que el youtuber no duda en filmar mientras se ríe y hace bromas. YouTube ya ha dejado claro que «habrá consecuencias» porque el vídeo ha violado las normas de la plataforma, que impide compartir contenido perturbador o grotesco.
https://www.youtube.com/watch?v=01knqeJnuJM
En España existe el caso de Jorge Cremades, un humorista que triunfó en la extinta Vine y consiguió dar el salto con éxito a YouTube, Instagram e incluso teatros de todo el país, donde tenía su propio show. Supera los 680.000 suscriptores en YouTube y los 2,4 millones en Instagram, pero a menudo es tildado de machista por el contenido de sus bromas, lo que incluso provocó en su momento protestas en varias ciudades para pedir a los ayuntamientos que no contratasen a Cremades. También se puso en contra al colectivo homosexual tras un vídeo en el que tocaba los genitales a una estatua y se transformaba en gay. El youtuber Jordi Wild también ha sido tachado de machista por sacar a mujeres ligeras de ropa en algunos de sus vídeos, e incluso por organizar una especie de concurso para elegir a su pareja.
En ocasiones no son las bromas las que provocan la caída de un youtuber, sino las opiniones personales. Es lo que le pasó a JPelirrojo, quien perdió el patrocinio que tenía con Nestlé por alegrarse en redes sociales de la muerte del torero Víctor Barrio. «Es gracias a su muerte que termina la tortura hacia un animal que nunca quiso violencia», dijo. Una campaña en redes sociales llamando a boicotear a los productos de Nestlé obligó a la compañía suiza a emitir un comunicado en el que afirmaba que «para Nestlé, la vida humana está por encima de cualquier otra consideración. Por tanto, no podemos estar de acuerdo con ninguna opinión que no responda a este principio». Quien también ha tenido problemas por sus ideas es Paul Joseph Watson, quien frecuentemente difunde teorías de extrema derecha en sus vídeos. A pesar de eso, supera el millón de suscriptores.
Otras veces es la vida privada del youtuber la que genera una controversia que se traspasa a su profesión. Es lo que le ha sucedido a DalasReview, uno de los más populares en lengua española. Ha sido acusado de violencia de género por dos de sus exnovias, aunque él lo niega, y de acoso sexual por una joven de 15 años, que contó a la policía que el youtuber le había pedido por WhatsApp fotos en las que apareciera desnuda. DalasReview lo negó y aseguró que alguien había suplantado su identidad. Otro youtuber asumió la autoría de los hechos, pero negó que hubiera pedido fotografías de este tipo a la joven. El caso nunca se aclaró, aunque muchas teorías que circulan por la Red aseguran que todo estaba pactado entre ambos youtubers para generar polémica, aunque el supuesto suplantado acusa asimismo a sus exnovias de orquestar este tipo de polémicas para ensuciar su imagen.
El problema de todo esto no es que estos vídeos campen a sus anchas por la Red sin control, sino que la audiencia de estos canales suelen ser jóvenes preadolescentes que crecen con estas figuras como referentes, y que terminan por considerar este tipo de bromas e ideas como normales. Y dada la necesaria relación entre el mundo online y el offline, que las próximas generaciones de nuestra sociedad formen su conciencia bajo estas premisas es, cuando menos, preocupante.