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Luis Piedrahita: «En el teatro es donde te ríes de verdad»

Jesús Casañas| 10 de enero de 2025

Luis Piedrahita (La Coruña, 1977) ha hecho de todo en el mundo del espectáculo. La magia le gustó desde bien pequeño, décadas antes de ser premiado por la Academia de las Artes Mágicas de Hollywood. Pero su carrera profesional arrancó como guionista de El club de la comedia, donde terminaría debutando como monologuista. Aquello sería el antes y el después: programas de radio (No somos nadie), televisión (El Hormiguero), películas (La habitación de Fermat), obras de teatro, libros… En su oficina del barrio de Malasaña hablamos de todo ello junto al ‘Rey de las pequeñas cosas’. 


La atracción por el mundo del espectáculo te empezó con la magia, ¿correcto? 

De pequeñito veía a Tamariz en la tele y me quedaba embobado: “Jo, cuando sale este señor en la tele, el mundo es un lugar mejor”. Dije: “A ver si yo puedo hacer esto”. Pero nunca me lo planteé como mi profesión ni nada. Luego, cuando tuve que decidir qué carrera elegir, me apetecía ser guionista, así que estudié Comunicación Audiovisual y me especialicé en guion. Todo lo que yo escribía tenía una tendencia irrefrenable a la comedia. En cuanto terminé la carrera, en el primer sitio que me contrataron era un programa desconocido, absolutamente marginal, para minorías, underground, que hacía un 1% de audiencia a la una de la mañana en Canal+. Se llamaba El club de la comedia. Ahí empecé a escribir, y mi jefe de guion era un chavalín joven, pelirrojo, muy trabajador, que se llamaba Pablo Motos. Y allí nos conocimos, en el año 99. Era un equipo de guionistas donde estaba Marta González de Vega, que ahora es la guionista de las películas más taquilleras de España, esas en las que va Leo Harlem en un tren con niños [risas]; también Arturo González-Campos, que ahora es el podcaster número uno; Rodrigo Sopeña, director de cine y de televisión, que ahora ha estrenado varias obras de teatro y series en distintas plataformas; y Juan Herrera, la voz de Humor Amarillo, el creador del Chino Cudeiro y todo eso junto al hijo de José Luis Coll (Miguel Ángel). Ese equipo de guionistas escribíamos los guiones de stand up comedy, los monólogos de los mejores actores de comedia que había en España en ese momento. ¿Por qué? Porque en España no había monólogos, no había stand up comedy. No lo inventamos, porque es una fórmula americana, pero vino a España con ese programa. 

“El truco de El Hormiguero para que dure 20 años es que no es el mismo programa”

Fue lo que te abrió a ti las puertas… 

Claro. Me ponía a escribir chistecitos para todos estos actores: Enrique San Francisco, Verónica Forqué, Florentino Fernández, El Gran Wyoming… Un día me dijeron si quería salir yo en la tele haciéndolos, quedó muy bien, y ahí me quedé. Luego vendría El Hormiguero. Después de El club de la comedia nos fuimos a hacer durante cinco o seis años un programa de radio que se llamaba No somos nadie, que sustituía a Gomaespuma. Hablaba de que éramos las hormiguitas que íbamos a trabajar cada mañana, estaba destinado a esas personas. De ahí surgió la idea de El Hormiguero. Y ahí sigue, 20 años después. Han cambiado mucho las cosas. Se tiene que enfrentar a las plataformas, al streaming… A todo. Y ahí vamos, aguantando. El truco para que dure 20 años haciéndose el mismo programa es que no es el mismo programa. Cada año es distinto, cada programa es distinto, cada minuto es distinto. Cambia todo en El Hormiguero

En un momento dado decides montar tu propia compañía, Producciones El Espectador. 

Sí, lo hicimos como en 2006-2007. Producimos mis espectáculos de teatro, producciones pequeñitas, de magia, a veces coproducimos con el Teatro Real… 

Allí hicisteis dos espectáculos musicales para niños… 

¡A la Bin!, ¡A la ban!, ¡A la Ludwig Van! ¡Beethoven, Beethoven, y nadie más!, que es un homenaje a Beethoven. Y El diario de una pulga, un cuento sinfónico basado en la obra de Camille Saint-Saëns. 

Apocalípticamente correcto está en el Teatro La Latina, pero también visitará las principales ciudades españolas.

Ahora estás presentando Apocalípticamente correcto. Antes de estrenarlo en el Teatro La Latina de Madrid, lo estuviste rodando por otros sitios. 

Sí, hice algún rodaje para no encontrarme de cero con el público, y es una pasada. 

¿Qué tal ha funcionado? 

Flipante. No te lo puedes creer. Cuando estaba haciendo Es mi palabra contra la mía, mi preocupación era: es imposible hacer un show mejor que este. Y no te lo digo para tirarme el pisto. Yo no lo vivía como ¡qué guay es este show!, lo vivía aterrorizado, porque sabía que algún día me tendría que sentar a escribir algo mejor. Cuando lo hice lo pasé muy bien escribiendo, pero también muy mal, porque creía que no iba a ser mejor, pero lo que me he encontrado es que es mejor. Ha salido un show espectacular. 

“El miedo espanta la risa, pero paradójicamente la risa espanta el miedo”

Va sobre el “escurridizo y polémico tema de la libertad y el destino”. 

Habla de la libertad, y de los dos motores que mueven a las personas a hacer y no hacer cosas: el miedo, que es el enemigo de la libertad porque ata y bloquea, es creer que algo malo va a pasar en el futuro; y el antónimo, que es la esperanza, creer que algo maravilloso va a pasar en el futuro. La esperanza infla las velas de la acción, apetece hacer cosas. El miedo espanta la risa, pero paradójicamente la risa espanta el miedo. En el escenario hay un duelo de ver quién dispara primero. Y gana la risa por goleada. 

Este 2025, además de en Madrid, lo vas a presentar por más sitios. 

Mi intención es estar en La Latina a lo mejor cuatro o cinco años. Como sucedió con Es mi palabra contra la mía en el Teatro Reina Victoria y en Callao. O con Las amígdalas de mis amígdalas en Callao. O con El castellano es un idioma loable, lo hable quien lo hable, también en Callao. Pero sí que se hace gira. No sé decir ahora en qué ciudades estaremos, pero se pueden consultar en mi página web. 

En 2017 recibiste el premio Performing Fellowship que entrega la Academia de las Artes Mágicas de Hollywood en Los Ángeles. ¿Qué supuso para ti? 

Para empezar, no me lo creía. Me mandaron una carta como las de Hogwarts, no me la trajo un búho blanco pero casi [risas]. Venía en estos papeles duros, buenos, con un membrete que sí que tenía un búho dibujado, el logo de la academia. Estaba escrita en un inglés tan rimbombante que yo no lo entendía muy bien. Creí que me estaban pidiendo que fuera a actuar. Llamé a un amigo para que me ayudara y me dijo: de actuar nada, que te están dando un premio. Dicen que es como el Nobel de la magia, porque esta academia da el premio sin que tú te postules. No es como los Oscar, que tú tienes que mandar tu película. O como las olimpiadas, que te tienes que apuntar y correr. No, tú estás en tu casa y te dicen: oiga, que hemos estado observando a todos los magos del mundo y hemos pensado que usted merece este reconocimiento. Por eso es un grandísimo honor, los que lo eligen son los magos cuyos libros yo estudié para formarme. 

Ahora formas tú también… 

¡Ahora formo! Esto es el curso de Aprendemagia.com, para empezar de cero. Es fantástico, lo que hice para este curso fue recordar cómo aprendí yo, cuáles fueron los cursos que yo hice cuando era pequeño. Y aplicar toda la tecnología del siglo XXI, para que alguien que empieza de cero, que quiera aprender a hacer magia, pero se encuentra con ese muro que es que nadie te explique los trucos, o que los explique un pelafustán en YouTube sin tener ni idea, encuentre a alguien de verdad, con método académico y didáctico que se lo va explicando poquito a poco. Acabas haciendo juegos que yo hice en la tele a estrellas internacionales. 

También te metiste en el mundo del cine con La habitación de Fermat (escrita y dirigida junto a Rodrigo Sopeña en 2007). 

Ganó muchos premios, tuvo muchísimos reconocimientos internacionales. Se estrenó como en 60 países, y nos fuimos a casi todos. Fue película de apertura no sé si en Sitges. Y ahora estamos preparando otra. 

También has publicado un montón de libros. 

Sí, de comedia solo como siete u ocho, uno de magia, muy muy bonito, otro infantil… El libro te permite llegar a la gente de un modo mucho más calmado. Realmente donde más se disfruta yo creo que es en el teatro, donde te ríes de verdad. Pero luego si te quieres llevar a casa un recordatorio, o volver a recorrer el texto, para eso es ideal el libro.

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