Skip to main content

Luis Zahera: «No me arrepiento de nada»

Miguel Angel Gomez| 8 de septiembre de 2024

Zahera atraviesa su momento más dulce en las casi cuatro décadas que lleva dedicado en cuerpo y alma a su profesión. Galardonado con dos Goyas y en nuestros Influencers Awards el pasado mes de junio, viene encadenando papeles en diversas producciones cinematográficas al tiempo que conquista con su exitoso monólogo, ‘Chungo’, los teatros de media geografía. 

José Luis Castro Zaera (Santiago de Compostela, 1966) es conocido con el nombre artístico de Luis Zahera. “Lo de la h intercalada es un invento, porque a mi hermana ‘Madó’ (María Dolores) la inscribieron mal y al resto de los hermanos nos fascinaba que ella tuviera una h intercalada; entonces la adopté para mi nombre artístico”, explica. 

Como actor, inició su trayectoria trabajando en Divinas palabras (1987), aunque sería por su interpretación de Petróleo en la exitosa serie de TVG Mareas vivas por lo que saltaría a la fama en su Galicia natal. Hasta ese momento Luis ya había vivido muchas cosas, y nos hemos emplazado con él para profundizar en los detalles. 

A Zahera le gusta madrugar y, como el verano en la capital es especialmente duro —por lo caluroso— para un gallego de pura cepa, nos citamos muy cerca del Palacio Real de Madrid para adentramos en el parque de Atenas (conocido en tiempos de Felipe II como Campo de la Tela, donde se celebraban justas y torneos). 

Durante la producción fotográfica que ilustra estas páginas, como es lógico, llama la atención de muchos paseantes, que se paran y vuelven para cerciorarse de que realmente es quien les había parecido ver. “¡Buenos días, maestro!”, saluda alguno más atrevido. Y es que este gallego ha alcanzado un gran reconocimiento, casi siempre interpretando personajes que actúan al margen de la ley, y en especial, entre los que ya vamos peinando canas. 

Encontramos un lugar algo retirado, a la sombra, para (como le gusta decir a él) ‘ir al turrón’. A pocos bancos de distancia, adormilado y tendido sobre uno de ellos, nuestro único ‘espectador’, que interrumpe cada cierto tiempo nuestra conversación vociferando cosas inentendibles. “A este se le ha hecho tarde esta noche”, le comento a Zahera. “Yo creo que se le hizo tarde en la vida”, me responde. 

“DEBERÍAN GOBERNAR LAS MUJERES”

EL MATRIARCADO 

Por caprichos del destino, Zahera llegó a este mundo el mismo año en el que dos aviones de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos colisionaron y perdieron cuatro bombas termonucleares frente a las costas de Palomares (Almería), provocando aquel famoso bañito de (por cierto) otro conocidísimo gallego, Manuel Fraga Iribarne —entonces ministro de Información y Turismo—, para demostrar a la población que las aguas de Quitapellejos no estaban contaminadas. Aquella interpretación bien podría haber optado a un Goya. 

Hasta un total de cuatro hermanas nacieron antes que él y, como hermano pequeño de familia numerosa (categoría especial), se crio “en un matriarcado. Mi padre tenía la sensación de que gobernaba él, pero no gobernaba nada. Era mi mamá la que gobernaba, y es maravilloso vivir en un matriarcado. Creo que son todo ventajas y que deberían gobernar las mujeres”. 

Si uno visitaba en aquellos años el barrio compostelano de La Estila, podría encontrarse al pequeño Luis jugando con otros niños en esas calles, sorteando aquellas edificaciones promovidas por el Instituto Nacional de la Vivienda de la época. “Soy de los que piensan que la felicidad está en la infancia y, aunque recuerdo jugar en la calle con mis amigos a policías y ladrones, sobre todo recuerdo que me fascinaban unos niños mayores que fabricaban petardos enormes con tuberías de plomo haciendo la pólvora con perborato de sodio. Una sustancia que mi padre utilizaba para blanquearse los dientes, imagínate, y que luego se prohibió. Con mis hermanas jugaba a las tabas, me encantaba jugar a la goma… Siempre estaba en la calle”, recuerda. “También estuve en los Boy Scouts, de los que guardo unos recuerdos apasionantes porque me lo pasé de maravilla. Se lo recomiendo a todos los niños. Íbamos de acampada todos los fines de semana, incluso en invierno, cocinábamos, hacíamos cabañas…”. 

Como es natural, pasaba la mayor parte de su tiempo en el colegio, en su caso, en el de los Hermanos de La Salle, “que eran duros y daban muchas bofetadas hace cincuenta años”. Un entorno en el que no consiguió desarrollarse académicamente con éxito “porque eran muy violentos. Si no eras de clase social alta y no eras listo, te machacaban. Fue terrible. Pero luego todo lo superas y ahora le saco ‘jugo’ con el monólogo en el que hablo de ellos. ¡Al final le estoy sacando rédito a aquella violencia!”, se sorprende.

NEW YORK, NEW YORK… 

Si hay una fecha que supuso un punto de inflexión en su vida fue la del 12 de octubre de 1982, cuando su hermana Ángeles le llevó por primera vez al teatro. “Aquello me impactó y fue como una revelación. Luego comencé en un grupo de aficionados, DITEA (Difusión del Teatro de Aficionados), y me metí de tramoyista para las compañías profesionales, montando y desmontando escenografías”, recuerda Zahera.

 Pero como la vergüenza le impedía ir a los castings profesionales, cumplidos los 21 años y convencido de que no podría dedicarse a esto, su madre le animó a irse a Nueva York para encontrar su camino. “Allí me espabilé e hice de todo: pinté, hice demoliciones, estuve en el ropero de un restaurante en Tribeca y trabajé en una carpintería”, enumera. 

Pero con la invasión de Kuwait, en el año 1991, Luis volvió a Galicia, porque en aquella coyuntura ya no era fácil encontrar trabajo allí y, ahora sí, tenía claro que quería ser actor. “Llamé a Roberto Vidal Bolaño, que era un gran director, porque yo sabía que le faltaba una persona en un elenco de un espectáculo para el Centro Dramático Gallego: un papel chiquitito de un borracho que entraba a la hora y media de función. Entonces me citó en un bar, en el que le conté que me había dicho Agustín Magán que necesitaba un actor y le propuse que me hiciera una prueba. Entonces me dijo: “¿Qué te parece si, ahora mismo, te levantas y te haces el borracho aquí, en el bar?”. Recuerdo que había allí unos universitarios y me hice el borracho tomándoles el pelo. Desde aquel momento, ya no paré”. 

¿Es ahora un buen momento para la profesión? 

Yo me considero, y te lo digo de corazón, un suertudo, porque los de mi generación nacimos con solo dos cadenas de televisión. Luego, ya en 1987, nacieron los canales autonómicos. Entonces, del teatro saltaba a la televisión gallega; si no había trabajo allí, entonces ‘picoteaba’ algo en Madrid; ¿que se acabó Madrid? Pues volvía a la televisión gallega…

Recuerdo que de las primeras cosas que hice aquí, en Madrid, fue A tortas con la vida, con José Luis Moreno. Cuando se acabó, llamé a Fina Cibeira, que era jefa de producción en TVG, y le dije que se había acabado esto. “Pues vente para aquí mañana y te meto en otra cosa”, me dijo. Era finales de los 80 y había mucho dinero para Cultura, no parabas de trabajar. Luego vinieron Antena 3 y Telecinco, y ahora, a mis cincuenta y muchos, nos encontramos con las plataformas. Por eso creo que los actores de mi generación estuvimos en el sitio justo en el momento adecuado. 

¿Qué interpretación cree que ha sido un antes y un después en su carrera? 

A mí me impresionó mucho cuando Carlos Boyero me citó en El País por Celda 211. Quizá, cinematográficamente, a partir de esta película empezaron a considerarme como un secundario que trabaja bien y que, al menos mínimamente, brilla. En televisión, yo creo que la interpretación del Pertur (Sin tetas no hay paraíso) me consolidó como ‘un malo’, junto a Vicente Romero. Éramos los dos que hacíamos siempre de tipos terribles. 

Pues ya que lo dice, ¿se encasilla mucho en España? 

Mucho. Cosa que no sucede en otros países como Francia, Inglaterra o EE.UU. Partiendo de la base de que el problema no es que te encasillen, sino que es no trabajar, bienvenido sea el encasillamiento. Pero hubo un momento en el que me encontré con mi papel de malo número diez, en el que ya no sabía qué hacer para diferenciarme de los otros que ya había hecho. Es que ya no sabes qué raparte, qué barba dejarte, qué lentilla ponerte… Creo que hay una tendencia a encasillar y sería responsabilidad del actor, si te llaman para hacer de malo número once, el decir que no. Yo tengo problemas para decir que no, pero creo que los productores, directores o creativos deberían confiar más. 

¿En qué otro registro le gustaría verse? 

A mí me gustan muchísimo las películas de amor, como Encadenados o París, Texas, y me gustaría hacer una de un tipo que se enamora. Pero al final, amas esta profesión, y, si me dan el papel de lancero en una obra de teatro, pues ya le cogeré el gusto. En esta profesión, los que hacemos de malos queremos hacer de buenos. Los que hacen de buenos quieren hacer de terribles. Los que hacen de terribles quieren hacer ciencia ficción… Y veo que en otros países se arriesga más y se confía en que uno pueda hacer de una cosa o de otra. 

¿Hay un efecto ‘moda’ en el cine en el que, en determinados momentos, te encuentras haciendo prácticamente todo a un mismo actor o actriz? 

Sí, hay un efecto ‘racha’. Yo pensaba que había llegado con mis secundarios a la cima a la que yo quería llegar, pero con esos golpes de efecto con Sorogoyen te conviertes en un actor de moda, aunque haya directores a los que les moleste ese concepto. Y la gente te lo dice por la calle: “¡Qué de moda estás, Zahera!”, “¡Qué bien, llegó tu momento!”, “Te lo merecías”… y hay que aprovechar la racha. Me sorprendió muchísimo que a partir de As Bestas me llamaran para hacer algún que otro papel protagonista, y es algo que me llena el corazón y, al mismo tiempo, me aterroriza. Estoy acostumbrado a hacer papeles secundarios de siete, ocho o doce días de rodaje, no a tener un arco tan completo de siete semanas de rodaje. Tengo mi momento de racha y supongo que esta profesión es así. 

Dos premios Goya, por As Bestas y por El Reino. ¿Qué sintió cuando pronunciaron en esas galas su nombre? 

Sobre todo sientes el cariño de la gente. Me gusta esa frase de Peris-Mencheta: “Nosotros estamos para alegrar los corazones”. Sientes que estás haciendo un trabajo que está reconocido y yo nunca sé qué decir. Es un momento muy bonito, porque es el reconocimiento de tus compañeros. 

“ME SORPRENDIÓ QUE ME DIESEN UN GOYA ‘POR UN CHISTE’”

¿Con cuál de los dos se quedaría si tuviera que elegir solo uno? 

Si quiere leer la entrevista completa y conocer los nuevos proyectos que tiene entre manos Luis Zahera, su opinión sobre la existencia del acoso en el cine, las actrices con las que le gustaría volver a trabajar, la experiencia más rara que se ha encontrado en su profesión o por qué le echaron nada más llegar a una producción, entre otras muchas cosas más, pida la revista Influencers en su quiosco.

Fotos (c) Fernando Bosch

OTROS ARTÍCULOS DE ESTE AUTOR
NOTICIAS RELACIONADAS

Suscríbete ahora

LO MÁS DESTACADO