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María Blanco: La voz de la economía sencilla y para todos

Miguel Ángel Ossorio Vega| 14 de marzo de 2023
(c) Raquel Mahillo

María Blanco es profesora de Economía en la Universidad San Pablo-CEU y una de las influencers sobre temas de economía y finanzas más seguidas de España, según #twecos —una iniciativa impulsada por Crédito y Caución desde 2013 para detectar cada año a los principales influencers económicos en la red social Twitter—. Su estilo claro, sencillo y directo ayuda a comprender términos complejos que enmascaran una realidad que nos afecta. Por eso le hemos pedido que nos traduzca el momento que estamos viviendo. Y lo ha hecho.

 

Llevamos aproximadamente un año hablando mucho de ‘inflación’. Pero, ¿qué es exactamente la inflación?
La inflación es la pérdida de valor del dinero. Como cada unidad monetaria vale menos, necesitamos más unidades monetarias para comprar lo mismo. Si un periódico costaba 50 céntimos y el valor del dinero se rebaja a la mitad, necesitaremos un euro para comprar el mismo periódico. Eso no quiere decir que quien vende el periódico nos esté robando, es un fenómeno natural debido a esa pérdida de valor del dinero. La complicación es que no hablamos de un periódico, sino de muchos bienes y servicios del mercado, y de los mercados, que están relacionados unos con otros: los financieros, los de bienes básicos…

Eso hace que, por ejemplo, cuando el Banco Central Europeo (BCE)  decide aumentar la cantidad de dinero abaratando los créditos, entremos en riesgo de que se produzca este fenómeno de pérdida de valor del dinero, y que, por tanto, vayan subiendo los precios. Hemos atravesado una serie de acontecimientos no esperados que han forzado a los bancos centrales a aumentar la cantidad de dinero, no ya inyectando directamente, sino con créditos baratos. La pandemia o la guerra de Ucrania son algunas circunstancias que han justificado esas decisiones por parte de los bancos centrales.

 

¿Qué significa que el dinero ‘pierde valor’ si cuando tengo en la mano una moneda de un euro ahí sigue poniendo que es un euro? ¿Quién decide cuánto vale ese euro?
Es verdad que pone un euro, pero podemos pensar en el valor como ‘cuántas cosas puedo comprar con un euro’. Pierde valor cuando con un euro puedes comprar menos cosas que antes. El tema de la pérdida de valor es muy conceptual: si tienes diez unidades monetarias, cada unidad vale mucho. Cuando aumenta la cantidad de unidades monetarias, cada unidad vale menos.

La Escuela de Salamanca, los escolásticos españoles del siglo XVI, ya se hicieron esta pregunta. Uno de los dilemas más importantes de la Economía es ese de que allí donde hay abundancia de dinero su valor es menor y, por tanto, suben los precios. La subida no es inmediata, ya que se intenta trasladar esa pérdida de valor a otras áreas económicas. Se puede ver cómo subieron los precios de activos financieros, aunque no hubiera subido la cesta de la compra. Pero sí nos afecta directamente si influye en los precios de la energía, porque la subida del precio del carburante lleva a que suban los precios de todos los bienes.

Y el parón económico de la pandemia provocó alteraciones en el comercio mundial. Aunque habían empezado a subir los precios, era suave y se tenían esperanzas de que se pudiera controlar, pero después de la pandemia llegó la guerra de Ucrania, con el tema energético, que venía de largo, pero que ha hecho que se desencadene el fenómeno de la inflación.

 

¿Cómo se lucha contra la inflación?
No es tan sencillo. Hay ciertos acontecimientos que provocan un shock de oferta, como hemos visto, y eso ha hecho que el fenómeno de la inflación sea un sistema de problemas, y no un solo problema. Si fuera solamente que hay exceso de dinero, se retira. Pero si hay un shock de oferta, tenemos un problema muy serio, porque cuando subes  los tipos de interés para que la gente demande menos dinero y se produzca un drenaje, por otro lado la oferta se ve perjudicada y se empeora el crecimiento económico, porque los créditos afectan a las empresas, sobre todo a los pequeños y medianos empresarios. La oferta, entonces, ve dañado su día a día y sus expectativas.

 

¿Y en qué momento estamos ahora? Parece el preámbulo de una recesión que no termina de llegar…
Estamos en una fase de desaceleración del crecimiento, y se habla de recesión cuando se producen tres trimestres de decrecimiento. Es una discusión que me parece no muy relevante el ver si estamos o no en recesión, es una definición muy técnica. Me preocupa la tendencia de que haya un problema de oferta, cierre de empresas, que se destruyan puestos de trabajo… Cuando el crecimiento se dispara después de una caída enorme, eso es un rebote, y es normal. Si cae mucho por unas circunstancias muy concretas, como la pandemia, en cuanto desaparecen esas circunstancias, rebota y vuelve a crecer. Y nosotros no hemos alcanzado los niveles prepandemia.

Es una situación muy complicada, porque tenemos a las autoridades monetarias tomando medidas para sujetar la inflación, que perjudica a los más necesitados dentro de que todos lo sufrimos, especialmente en un país como España, con empleo precario y un mercado de trabajo muy rígido. A mí me encantan las buenas noticias, pero me da mucho miedo que juguemos al cuento de la lechera, porque la tendencia me lleva a no apagar las alarmas.

 

La subida de tipos afecta de lleno a las hipotecas variables, que han subido de forma considerable, ahogando a muchas familias. Pero, en paralelo, el FMI cree que ya hemos tocado techo en la inflación y que ya solo podemos ir a mejor. ¿Cómo valora estas circunstancias?
Algo terrible de la inflación es que afecta a la vivienda, pero ya sabemos que cuando se tocan los tipos de interés, las hipotecas variables suben. Pero mira, a quienes pagan las hipotecas les pilla después de la pandemia, donde ha habido muchos ERTE; una situación ya precaria. Y justo después llega la guerra, se dispara la inflación y suben los tipos, y con ello el precio de las hipotecas.

No estábamos en una situación normal y entonces han subido las hipotecas: estábamos en una situación mala y han subido las hipotecas. Y eso es muy preocupante. Por otro lado, las soluciones que se están oyendo en España respecto al mercado inmobiliario es topar el precio. Y es un error, porque es pan para hoy y hambre para mañana. Cuando se tocan los precios de mercados como el inmobiliario se producen unas distorsiones enormes. Si topas los precios, a los oferentes de pisos no les va a convenir ocuparlos porque no van a cubrir costes. Es muy fácil pensar que el propietario es un explotador que nada en la abundancia, pero no es la realidad, porque cuando se topa un precio, disminuye la oferta y se produce escasez y no se soluciona.

Cualquier efecto positivo es a muy corto plazo, porque, en cuanto ‘destopes’, se dispara. Es lo que pasó en la época de Franco: teníamos controlados los precios y los salarios. Cuando muere, nos pilla además la crisis de 1973-1978, se levantan los topes y aquello se dispara, lo que hizo necesarios los Pactos de la Moncloa. No podemos olvidarnos de esas cosas. Es muy problemático, y una de las consecuencias negativas de la inflación.

 

Una parte del Gobierno propone topar el precio de los alquileres y, en paralelo, castigar con más impuestos a los propietarios que tengan pisos vacíos para forzarlos a ponerlos en alquiler. ¿Cree que los mercados se autorregulan o tiene que haber un árbitro que lo gestione?
Esa pinza que comentas directamente es acabar con el mercado. Los propietarios venderán mal y perderán dinero, y si nadie va a querer tener pisos… Si para pagar menos impuestos tienes que alquilar, y además al precio que diga el Gobierno… Es como cuando se fijaban los precios del trigo, que se arrancaba y se ponían otros cultivos. Estos inversores del sector inmobiliario cambiarán de sector y se destruirá el mercado. La alteración puede ser brutal.

Siempre hay que pensar que los mercados son instituciones humanas, no máquinas perfectas. Se ajustan con tiempo, con desfase y no cuando quieres, sino cuando sucede. No podemos pensar que estamos en el paraíso ideal y que se ajustan de forma perfecta y con un timing adecuado a nuestros intereses, porque van a su bola, a su ritmo. Y como es la conjunción de voluntades de muchas personas, oferta, demanda e instituciones, es muy difícil predecirlos. Tiene que haber un árbitro que haga cumplir la ley, y la ley tiene que servir para que no haya abusos, que no haya colusión entre muchas empresas para perjudicar al consumidor, y poco más.

Es bastante soberbio pensar que un órgano de, pongamos, cien personas, va a poder diseñar una regulación perfecta para unos mercados que albergan las voluntades de millones. No digo que el Gobierno no tenga que hacer nada, pero hiperregular no, y tocar los mercados y manipular los precios, tampoco. La gente se va. Es suponer que la gente es idiota y que pueden controlar a Godzilla.

 

El mercado es amoral, lo cual no significa que sea malo, sino que no cabe adjudicarle un valor positivo o negativo.

 

Recientemente hemos visto cómo grupos de jóvenes y adolescentes ‘armados’ con un smartphone y sus ahorros han conseguido impulsar de manera sorprendente algunos valores en bolsa. Han hecho perder mucho dinero a aquellas élites tradicionales que ‘controlaban’ el mercado, hasta el punto de que se llegó a paralizar la cotización de esas empresas, dejando a estos jóvenes con la sensación de que, si esos impulsos o hundimientos los hacen las élites, vale, pero si lo hacen ellos, en principio gente de a pie, no vale. ¿Qué opina de este fenómeno?
Está muy relacionado con el fenómeno de internet y el conocimiento que tienen los jóvenes y adolescentes. Yo he tenido alumnas de 18 años con inversiones en bitcoin. Ahora mismo, nuestros jóvenes van muy por delante de nosotros en cuanto a sacar ventaja de todo lo relacionado con redes sociales e internet. Eso hace que, como los mercados financieros están muy digitalizados, ellos estén en su derecho de hacerlo.

El mercado es amoral, lo cual no significa que sea malo, sino que no cabe adjudicarle un valor positivo o negativo. Las personas no tienen por qué dar una explicación de si compran pan, leche, un piso o acciones. Es impensable hacer un cuestionario a quienes compran acciones para ver si tienen buena o mala intención, así como asumir que todos tienen buena o mala intención. El mensaje que recibo es que los jóvenes nos están sobrepasando, y hay que darse cuenta de que estas cosas pueden pasar. Pero no puede haber una instancia que pregunte por su intención, y no se puede asumir que hay un comportamiento inmoral o nocivo en el mercado.

Si eso es así, yo devuelvo la pregunta a los gobernantes, especialmente a las instituciones relacionadas con sistemas financieros, sobre la moralidad de sus acciones, porque ellos también compran y venden a través de otras empresas. Yo me preguntaría por la intencionalidad de las grandes empresas que trabajan en los mercados financieros ‘al servicio del Gobierno’ o por mandato por debajo de la mesa del Gobierno, etc.

 

En uno de estos casos, un importante fondo perdió mucho dinero y se supone que presionó para revertir eso y salvarse. ¿Hasta qué punto es justo que un gran fondo pueda hundir a una empresa porque venda sus acciones pero que, si es un grupo de jóvenes el que lo hace, se paralice la cotización?
Ya sabes cómo son los mercados financieros y no puedes pedir que te salven las autoridades, que deberían  funcionar al servicio de todos los ciudadanos y no de una empresa privilegiada que pertenece a la ‘élite’. Las autoridades están al servicio de todos. Por eso me refería antes a que estas actividades de jóvenes me da igual que sean una gamberrada o tengan intereses buenos: cuando uno entra en los mercados financieros, sabe que esto puede pasar.

Lo absurdo es pensar que estás en un mercado financiero tan sofisticado como el que tenemos y que no hay riesgo e incertidumbre. Los humanos somos malos valorando riesgos. Si has metido la pata y no contabas con que esto podía pasar, es un problema tuyo, no de las autoridades o del resto de los ciudadanos. Sabías que podía pasar. Si organizas una fiesta en una terraza y llueve, pues sabes que podía pasar.

 

¿Hay que regular las criptomonedas? Las autoridades dicen que es para que el inversor no se arruine, pero no parece que esa sea la verdadera razón…
A mí todos los avances me parecen estupendos, pero si vas a venderlos, sea bitcoin o una hipoteca, tienes que dar información suficiente, veraz y sólida a los compradores. Las cajas de ahorros no informaron adecuadamente sobre el riesgo que había en las llamadas hipotecas ninja, que no tenían colateral, y cuando llegó la crisis, hubo muchos inversores inocentes que querían ser salvados porque no se les había informado. Si trasladas eso a las criptos, pasa lo mismo. Yo quiero que haya una información clara respecto a los riesgos para que no sea la actividad de moda. Y que quien quiera asumirlo, que sepa que hay volatilidad y lo asuma.

Somos libres y responsables. Si no somos responsables, no somos libres. Pero no puede ser que nos traten como imbéciles y que asuman que no somos capaces de hacernos responsables de nuestros actos y tener la libertad de equivocarnos y de asumir pérdidas. Si pierdes, no va a venir nadie a rescatarte. Las pérdidas no deben ser excusa para regularlo, porque el primero que no informa adecuadamente es el propio Gobierno. Es peligroso lanzar leyes muy populistas con consecuencias no deseadas.

 

¿Por qué no se enseña en España cultura financiera? ¿Es para que seamos más manejables?
Hay varios mitos en la sociedad. Pensamos que los niños son idiotas, y no lo son. Los niños son capaces de enchufar la consola y jugar, y luego pensamos que son tontos al hablarles de dinero, inversión o presupuestos. Hay que hablar en su lenguaje y nivel, que no es inferior, sino diferente al de los adultos. También, porque habría que dejar de demonizar el lucro y que los ricos son malos, pero también que podemos elegir vivir sin grandes lujos. Hay que enseñar ética en el consumo, pero también ética del crecimiento: está bien crecer para que la tarta sea más grande y que los menos favorecidos también tengan más. Y eso requeriría decir a los niños que lucrarse está bien. Y es posible que se pretenda mantener en la ignorancia, porque los tópicos y prejuicios sirven a los poderosos para mantener en la ignorancia a la gente. Yo soy muy partidaria de la educación financiera.

 

Aunque sea un tanto generalista, y volviendo a los problemas actuales, ¿cómo podemos defendernos de la inflación?
Es complicado, porque seguimos en una situación de incertidumbre. Yo creo que lo primero es buscar información relevante y no depositar todas las esperanzas ni en los catastrofismos ni en las estadísticas que se manipulan para dar buenas noticias. Hay que ser conscientes de que estamos en año electoral por partida doble, por lo que los mensajes van a estar pervertidos por temas políticos. Alejarse de mensajes políticos a la hora de tomar decisiones económicas. Y ahorrar, no lanzarse al consumo cuando tenemos una inflación como la que tenemos. Son las viejas recetas de toda la vida. No es tiempo de mudanzas, en todos los sentidos. Y enseñar a los niños y jóvenes qué es lo que pasa cuando nos dormimos en los laureles.

 

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