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Una Navidad (de nuevo) con mascarillas: ¿Será así para siempre?

Pedro Ruiz| 5 de noviembre de 2021

Las mascarillas se han convertido en un elemento simbólico de la pandemia. Su uso se volvió generalizado a medida que la propagación del covid-19 crecía. Cuando la vacunación, y el calor, ayudó a contenerla su empleo se volvió más impermeable. En los exteriores se eliminó la obligación de su utilización, mientras que en interiores se volvió menos exigente. Ahora, a medida que se acerca el frío, la necesidad del empleo de mascarillas se volverá mucho más apremiante. Con ello, desaparece la idea de una supresión total de las mismas.

El covid ha vuelto a Europa. España, por las todavía altas temperaturas y la mayor vacunación, está muy lejos de las tasas de contagio de nuestros vecinos, pero los datos han empezado a subir. De hecho, el director regional de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Europa, Hans Henri P. Kluge, alertó en una rueda de prensa este pasado jueves de que «nos encontramos en otro punto crítico de rebrote la pandemia. Europa está de nuevo en el epicentro de la pandemia, donde estábamos hace un año. La diferencia hoy es que sabemos más y podemos hacer más».

Un anuncio importante que deja entrever que las mascarillas seguirán siendo una parte más de nosotros durante el invierno. En especial, porque con temperaturas frías su utilización se presupone más importante por dos razones: la primera es porque su utilización en interiores sigue siendo uno de los métodos de prevención más eficaces. Más si cabe que con las temperaturas bajas, como está pasando por todo Europa, la actividades dentro de los locales se dispara. La segunda es que parece funcionar mejor cuando los ambientes son fríos.

 

LAS MASCARILLAS COMO ÚLTIMA DEFENSA FRENTE AL COVID-19

En cuanto a la primera, un estudio de Joseph Lewnard, epidemiólogo de la Universidad de California (Berkeley), junto a Seema Jain, epidemióloga médica del Departamento de Salud Pública de California en Richmond, detectaron que los participantes (unas 1.280 personas) que no estaban completamente vacunados tenían el mayor riesgo de infección cuando informaron una exposición a alguien con covid-19 que ocurrió en interiores o que duró más de tres horas. Los participantes expuestos a alguien con covid-19 tenían menores probabilidades de infección si usaban mascarillas.

“Esta protección es especialmente importante para las personas que aún no están vacunadas”, dice Lewnard. Pero los encuentros en los que se usaron mascarillas también se vincularon con una protección adicional para los participantes vacunados. En cuanto a la segunda premisa, una mayor protección en épocas frías, hay que acudir a un estudio realizado por Joseph Courtney y Ad Bax, ambos investigadores de los Institutos Nacionales de Salud en Bethesda (Maryland). Una explicación que va más allá de la simple respuesta de que las mascarillas reducen la cantidad de partículas infecciosas que ingresan por la nariz y la boca. Pero esa parte obviaba algo crucial que es lo lejos pueden llegar las pocas partículas que consiguen atravesar el tejido.

La clave en todo esto es una de las primeras líneas de defensa del cuerpo contra los patógenos transportados por el aire: el mecanismo de eliminación mucociliar. Así, el moco pegajoso en la nariz y el tracto respiratorio atrapa virus y bacterias. Además, unos pequeños pelos, conocidos como cilios, empujan el moco hacia la garganta. Desde allí se ingiere y los potentes ácidos del estómago destruyen a los invasores. Pero este mecanismo depende de que las partes relevantes del cuerpo se mantengan húmedas. Aquí entran las mascarillas.

 

¿UNAS NAVIDADES CON MASCARILLAS PARA SIEMPRE?

Mantener esa humedad es más difícil en invierno, ya que a medida que el aire se enfría, disminuye su capacidad para retener el agua. La humedad baja tiende a secar el tracto respiratorio. Esta es una de las razones por las que muchos virus de las vías respiratorias superiores, como la influenza o la gripe, prosperan en el invierno. Pero el trabajo de Courtney y Bax demostraron que las máscaras pueden ayudar a mantener esas partes húmedas, dado que una persona exhala, el vapor de agua se condensa en el interior de una máscara. Luego, tras la inhalación, el aire seco que pasa a través de la máscara recogería el agua depositada y la devolvería al tracto respiratorio y los pulmones.

La explicación no solo sirve para entender que el uso de las mascarillas se vuelve indispensable ahora cuando llega el frío. Si no también, en parte, porque con las bajas temperaturas proliferan las infecciones. Esto será importante principalmente en personas mayores. De hecho, Kluge reconoció en rueda de prensa que aunque la subida de casos es generalizada en todos los grupos de edad, la OMS ha destacado como más preocupante el «rápido» aumento en las personas mayores, ya que el 75% de los casos mortales son de gente de más de 65 años.

Aun así, las nuevas muertes se sitúan aproximadamente en la mitad de los niveles máximos gracias a la vacunación. También el nivel de hospitalizados se ha reducido respecto a otros picos, pero su diferencia no es tan grande como en el caso de las muertes. Por ello, parece impensable que durante los próximos meses digamos adiós a las mascarillas. Quizás haya que esperar a la primavera. Un recordatorio de que el virus no se ha ido todavía.

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