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La trampa rusa o el peor error de Merkel: por qué se disparará la luz en invierno

Pedro Ruiz| 27 de septiembre de 2021

La luz, más bien su precio, se ha convertido en el fenómeno de los últimos meses. Así, durante semanas, los españoles, y también los europeos, han descubierto asustados como día tras día la electricidad escalaba a máximos nunca vistos. A lo largo de ese tiempo los españoles se han acostumbrado a oír hablar de sistemas marginalistas, del extraño mercado de CO2 o del imparable mercado del gas. Pera hay más: los ciudadanos pronto descubrirán nuevos términos que aparecerán en su día a día como el gaseoducto Nord Stream 2 o la ya excanciller Angela Merkel, que acompañarán a nuevos máximos históricos.

Para entender todo ello, curiosamente, lo mejor es empezar por el final. El precio de la luz durante los meses de invierno probablemente alcance cotas que dejarán en pequeñeces los registros históricos del verano. Se trata de una verdad incómoda, pero insalvable. La razón es sencilla, si se ha entendido lo del verano: en el actual sistema que tenemos, el precio lo marca la última materia prima que ha generado energía. En agosto, ese trabajo correspondía al gas natural en un gran porcentaje de las veces. Ahora en invierno, aunque habrá más aire, la situación se repetirá.

Lo anterior simplemente quiere decir que dependemos del gas para cubrir la demanda de energía en España y Europa. Probablemente también en el mundo. Y que, a su vez, será el precio de dicha materia la que marque al alza o a la baja los registros del mercado de la luz. Obviamente, si ya se ha dicho que se espera un invierno con unas cifras energéticas muy costosas, y estas dependen del gas, es evidente que se esperan precios muy elevados para dicha materia prima. En este punto es donde entran Angela Merkel, Vladimir Putin y el llamado Nord Stream 2.

 

EL DESASTRE DE CERRAR LAS NUCLEARES PROPICIADO POR MERKEL

Los tres están detrás, en parte (no en su totalidad), de que el precio del gas se vaya a disparar este invierno. En especial, en Europa, dado que tenemos dos grandes limitaciones: no producimos prácticamente gas, cada vez menos, y nuestras reservas están en mínimos nunca vistos en una década. En definitiva, que vamos a demandar una gran cantidad de gas para poder llevar a cabo nuestra vida normal durante los meses más difíciles del año. Y como dice la economía más básica: cuando la demanda sube y la oferta se mantiene rígida, los precios se disparan.

En condiciones normales no sería un problema. A lo largo de muchas décadas nunca hemos producido gas, salvo los Países Bajos en el Mar del Norte, y nunca ha habido problemas. Pero la actualidad dista mucho de la de cualquier año comparable. Por un lado, porque la producción de gas se ha visto mermada por la pandemia que llevó a las compañías a invertir menos en capital. De hecho, muchas de las que extraían gas, sobre todo en EE.UU., han quebrado, y a las restantes no les interesa.

Por otro, porque las decisiones políticas en Europa en materia energética han sido más que dudosas. El cierre de las centrales de carbón, por ejemplo en España, han relevado una tecnología contaminante, pero muy barata. De hecho, muchos países han estado quemando carbón estos meses para amortiguar el desastre. Aunque ha habido otra decisión todavía peor: el decreto de Alemania, comandada por Merkel, de iniciar un cierre progresivo de las centrales nucleares germanas en 2011. Una resolución apoyada por socialdemócratas y verdes que ha perseguido a la canciller hasta sus últimos días.

 

LA JUGADA DE GAZPROM PARA ENCANDILAR A ALEMANIA

Y lo que es peor, le ha llevado a tomar otras decisiones erróneas que provocarán un caos en el mercado del gas este invierno. Para deleite, eso sí, de Putin. El cierre de las centrales nucleares alemanas, que se ejecutará en los próximos años, se hizo pensando en que el binomio renovables y gas natural, como respaldo, podrían soportar el mix energético. Un craso error. La evolución de las energías limpias no ha sido tan rápida, mucho menos el almacenamiento, por lo que se pensó que se necesitaría más gas. Por ello cuando Gazprom, la firma semipública rusa de gas, apareció, Merkel abrió los brazos.

El resultado es el llamado gaseoducto Nord Stream 2 cuyo único accionista en la actualidad es la propia Gazprom. Una construcción que se empezó a gestionar muchos años atrás y que se ha convertido en la perfecta trampa rusa para atrapar a Alemania y también a Europa. Para entenderlo hay que partir de la base de que Putin nunca ha hecho nada sin intenciones políticas, fueran o no negocios. Así, detrás de la tubería que une Vyborg, en el oeste de Rusia en el Mar Báltico, hasta el puerto germano de Greifswald, hay tres victorias para el Kremlin.

La primera es que al ser un gaseoducto directo, no como el que hay hasta ahora, evita suministrar gas a sus archienemigos de Polonia y Ucrania. De hecho, al primero lo odia y al segundo lo intentó someter en 2014. La segunda es que aumenta la dependencia al gas ruso de Alemania, principalmente, pero también del resto de Europa. Así, al eliminar los anteriores países, los alemanes creían asegurarse un suministro seguro y a bajo coste. Merkel aceptó el trato rompiendo incluso el procedimiento de la UE de diversificar las fuentes.

 

LA TRAICIÓN DE PUTIN

Pero fiarse de Rusia tiene un alto coste. Así, a los pocos días de haber acabado la tubería, Gazprom (que es propiedad del Kremlin) anunció que no suministraría más gas adicional a Europa y que los flujos a través del gaseoducto habitual, el de Yamal-Europa, seguirán siendo limitados. El resultado no se hizo esperar y el precio de la materia prima en los mercados pegó un acelerón del 16% hasta superar los 75,3 euros por megavatio/hora. Ahora que Merkel se retira, su legado ha quedado empañado por la ¿traición? de Putin.

Aun así, todavía queda el tercer punto a favor que ha logrado Rusia con Nord Stream 2: dividir y confrontar a sus rivales. En primer lugar, Estados Unidos y Alemania. Así, la ejecución de la construcción se ha detenido en numerosas ocasiones por las sanciones estadounidenses a las empresas que ejecutaban el proyecto. De hecho, a finales de 2019 se promulgaron dos de gran calado que estuvieron a punto de cerrar la historia definitivamente. También ha enfrentado a los alemanes con la UE, tanto al nivel más alto como al regional. Por un lado, la Comisión siempre receló del proyecto, incluso le intentó bloquear en muchas ocasiones. Por otro, abre una brecha entre Europa occidental y del este al dejar ‘vendidos’ tanto a Polonia como Ucrania.

En definitiva, la jugarreta de Putin, junto a la ingenuidad de Merkel, saldrá muy cara a los europeos este invierno. Pese a su salida será recordada por esto. Incluso con problemas de abastecimientos y cortes. En España, la situación es algo mejor porque el gas llega desde Argelia a través de Sonatrach, propiedad de Naturgy, pero eso no evitará que los precios puedan ser mucho más altos por las necesidades de la demanda. Pese a que la fiebre de Juego de Tronos ya se fue, ahora convendría más que nunca decir eso de: ‘The Winter is Coming’.

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