Hace décadas, el genial Carl Sagan escribió, en relación con los posibles visitantes extraterrestres a nuestro planeta, lo siguiente: “¿Por qué no están aquí ya? ¿Por qué no han surcado las infinitas distancias interestelares en sus naves y se han mostrado?”
Se argumentó primero que la imposibilidad de viajar más rápido que la luz convertía los viajes espaciales en infinitos peregrinajes de miles o millones de años, algo imposible para formas de vida similares a las que conocemos en la Tierra. No solo por lo minúsculo del tiempo de existencia de las mismas con relación a la duración del trayecto, sino por las infinitas cantidades de energía y recursos para ello, o por las distorsiones que el espacio-tiempo podría causar en los potenciales viajeros.
Muchos tenemos en mente aquel supuesto atribuido a Albert Einstein para explicar la teoría de la relatividad, en el que dos hermanos gemelos se separaban 20 años al inciar uno de ellos un viaje en un cohete que se desplazaba a la velocidad de la luz, y que a la vuelta solo tenía unos pocos años más mientras que el hermano que permanecía en la Tierra era un anciano.
«La evolución de la física y la cosmología ofrece nuevos datos que facilitarían los viajes entre estrellas y galaxias en tiempos asequibles»
Después aparecen los agujeros de gusano, que en teoría permiten conectar unas regiones del universo con otras creando atajos a través de dimensiones desconocidas. La evolución de la física y de la cosmología ofrece nuevos datos que facilitarían los viajes entre estrellas y galaxias en tiempos asequibles a una fracción de la vida de seres inteligentes que estuviesen interesados en expandirse fuera de su mundo de origen, a imagen y semejanza de los antiguos viajeros terrestres en la época de los grandes descubrimientos geográficos.
Pero el cosmos sigue vacío y ninguna señal permite aventurar que no estamos solos en el universo. La aproximación que la ecuación de Drake hizo hace casi un siglo para intentar resolver la gran incógnita de si estamos solos o no entre los billones de estrellas y galaxias presenta un rango tan grande de posibilidades que tampoco sirve a efectos prácticos para responder a la eterna pregunta. Supone un acto de fe en el que cada persona puede encontrar argumentos válidos para reforzar su hipótesis inicial, pero no es en absoluto esclarecedora. Entonces, ¿nunca lograremos despejarla duda? Tal vez no… o tal vez exista una teoría que apenas estamos empezando a vislumbrar.
El pasado mes de noviembre, Mark Zuckerberg, el creador de Facebook, anunció la puesta en marcha de un nuevo proyecto empresarial, Meta, que tiene por objetivo crear un universo paralelo desarrollado en un entorno virtual llamado metaverso. La idea es tan fascinante como propia de una novela de ciencia ficción. Pero es real. Si el visionario emprendedor lo logra, esa será sin duda la más increíble creación que la Revolución Digital ha traído a nuestras vidas. Posiblemente la más importante de la historia de la humanidad.
En el metaverso podremos interactuar como en la vida real, pero sin las limitaciones materiales de la misma. Comprar, viajar, emprender, conocer gente, compartir sensaciones, experiencias y lograr sueños o crear pesadillas sin movernos de nuestra casa, solo con un casco y sensores de realidad virtual que emulan los sentidos físicos. Si todo esto es viable hoy, ¿quién sabe lo que la tecnología de cientos o miles de años de avance respecto a la nuestra podrá lograr?
«Cada metaverso será una realidad cerrada a las demás, sin posibilidad de comunicación entre ellos, y sin que el viaje y colonización de mundos sea una necesidad»
Todo ello me lleva a pensar que las potenciales civilizaciones extraterrestres necesariamente alcanzarán un grado de desarrollo que los llevará, si no se destruyen a sí mismas en guerras o catástrofes medioambientales, a un punto en el que el universo físico dejará de tener importancia y desarrollarán sus propios metaversos virtuales donde siempre serán jóvenes y sanos, sin limitaciones biológicas, ni físicas, ni de recursos, y sin repartos ineficientes que generen pobreza o marginación… Cada metaverso, construido a imagen y semejanza de sus creadores, será una realidad cerrada a las demás, sin posibilidad de comunicación entre ellos, y sin que el viaje y colonización de mundos sea una necesidad.
Quizá la realidad sea que estamos ante un universo poblado de vida y civilizaciones condenadas a nacer, vivir y morir juntas, pero en una insondable soledad.
Imagen: Freepik
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