«No necesito creer en los milagros divinos»
Rebelde, entusiasta y polémico. El padre Ángel se ha convertido en uno de los personajes más populares e influyentes de la actualidad por su labor social y por su perfil mediático. aunque por ello algunos le acusen de hereje. Desde que fundó Mensajeros de la Paz, con 24 años, no hay dejado de promover iniciativas solidarias en favor de los niños, los ancianos o los sintecho. Muchos desaprueban su visión abierta y tolerante de la Iglesia, en la que todos son bienvenidos.
“Deja lo que puedas, coge lo que necesites”, reza el cartel que hay al lado del cepillo de la iglesia de San Antón, la parroquia del padre Ángel. Es una cesta pequeña a la que cualquiera puede acceder. Y no, no está vacía, tiene varias monedas dentro. Este nimio detalle podría ser un zasca en toda la boca para los que no creen –o no creemos– en la bondad y en la honestidad del ser humano. En el número 63 de la madrileña calle Hortaleza, los hípsters barbudos se confunden con los sintecho que forman fila para que les den un café con galletas a las puertas de la iglesia.
San Antón huele a humanidad, a pobreza, a necesidad. En las páginas del libro de visitas se mezclan los idiomas y las palabras de agradecimiento por la comida, por el café, por los consejos, por esa forma tan diferente de hacer iglesia. “Aquí se refugian los que no tienen nada. Algunos solo quieren cargar el móvil, otros echar la siesta en un banco, otros comer algo y otros hablar con Dios”, me cuenta, sonriente, el padre Ángel. Es curioso que llame la atención esta iglesia tan abierta –de hecho, sus puertas permanecen abiertas las 24 horas los 365 días del año– para los pobres, para los sintecho, para los que creen y para los que no, incluso para los animales, aquí todos son bienvenidos. “¿No debería de ser lo normal que un sacerdote haga lo que usted hace, ayudar a los que lo necesitan?”, le pregunto. “Claro que tendría que ser lo normal. El papa Francisco, de hecho, dice que ahora las iglesias parecen museos u oficinas con horarios estipulados. Muchos dicen que no las abren por miedo a que roben. Y al final lo que se roba es la oportunidad de que el ciudadano se acerque a Dios”.
En todo el mundo solo hay otras tres iglesias “de guardia” además de la de San Antón. Una está en Barcelona, otra en San Francisco y otra en Colombia. En el resto de parroquias, si a uno le urge hablar con Dios a las tres de la mañana, tendrá que mandarle un mensaje de WhatsApp o esperar a que se despierte. “Hemos alejado a la gente de la casa de Dios: a los que no se casan, a los que se divorcian, a los homosexuales… y eso no puede ser, hay que ir a buscarlos”, señala el párroco con gran efusividad.
El Dios de San Antón se ha modernizado y tiene algo de millennial. En esta iglesia –a la que muchos llaman “la iglesia 2.0”– uno puede rezar, pero también puede ver una película o la final de la Champions en una pantalla de plasma, se puede confesar a través de una tablet o conectarse al wifi –abierto– para estar en línea con el Señor o con quien quiera.
MENSAJEROS DE LA PAZ
Lo de ayudar lleva haciéndolo toda la vida. Con 24 años, siendo todavía seminarista, visitó un hospicio en su tierra. Las caras de tristeza de aquellos niños le conmovieron hasta tal punto que no se pudo quedar de brazos cruzados. Nacía así Mensajeros de la Paz, cuyo objetivo inicial era proporcionar hogares a los niños en situación de abandono. “Aquello me rompió el alma, esas criaturas estaban tan tristes; todos con el pelo rapado al cero, en aquel internado, sin recibir cariño… Y dije: ‘¿Y por qué no pueden tener estos chiquillos algo parecido a una familia?’”. La respuesta se la dio él mismo. ¡Claro que podían! Se puso manos a la obra y aquellos niños empezaron a repartirse en pisos de siete en siete y a recibir cariño y atenciones. “Así fue la manera en la que empezamos. En contra de los míos –la Iglesia–, en contra de los Gobiernos y de un montón de gente que creía que eso era una barbaridad. Pero también encontramos muchos cooperantes y colaboradores que nos ayudaron mucho y que veían que la idea no era nada extravagante”.
Con el paso de los años, la fundación ha ido creciendo –hoy en día está presente en 50 países y cuenta con más de 5.000 voluntarios– y ampliando sus actividades a otros sectores sociales desprotegidos: las mujeres víctimas de violencia doméstica, los discapacitados físicos y psíquicos y las personas mayores que viven en soledad, abandono o indigencia.
El figura del padre Ángel siempre ha despertado gratitud y admiración entre el pueblo, pero también ha sido foco de muchas críticas, sobre todo desde los sectores más conservadores de la Iglesia, que no comulgan con su visión progre de la religión y han puesto el grito en el cielo por cuestionar públicamente el magisterio de la Iglesia al dar el bautismo a hijos de homosexuales o haber bendecido a parejas del mismo sexo. “Cuando vienen dos que se quieren, sean chicos o chicas y te piden la bendición, ¿cómo se la voy a negar?”.
En la entrevista, el sacerdote nos confiesa qué temas son los que más le atormentan, descubrimos qué personajes de la vida social y política son sus férreos defensores y también conocemos a quienes le califican como oportunista, abrazafarolas o farsante, entre otras lindezas.
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Texto: Miriam Yubero
Fotografías: Archivo Mensajeros de la Paz