Las élites no quieren que sepas nada del origen del COVID-19
El pangolín, un mamífero placentario de la familia de los manidos (perteneciente al orden de los folidotos), alcanzó su mayor momento de fama en marzo de 2020. El registro de Google desvela cómo las búsquedas acerca del escamoso animal se multiplicaron como nunca antes. La razón de su popularidad, sin embargo, fue algo controvertida, ya que todo parecía indicar que detrás del origen del COVID-19 estaba el simpático animal.
¿Cómo se llegó hasta este sospechoso? La historia arranca en Wuhan donde aparece otro sujeto, los murciélagos herradura, y un escenario principal, el Mercado de Mariscos y Vida Silvestre de Huanan en Wuhan. En primer lugar, la mirada se posó en los mamíferos voladores porque es de sobra conocido que son enormes recipientes de coronavirus y enfermedades respiratorias. De hecho, los dos virus anteriores al COVID-19, el Mers y el Sars, provenían en un primer momento de los murciélagos.
Por si fuera poco, unos investigadores encontraron en una cueva repleta de murciélagos herradura una cepa de un virus llamado RATG13 que compartía hasta un 96% de secuencia genética con el COVID-19. Ese descubrimiento fue notable, pero no definitivo, ya que un 4% de diferencia representa al menos veinte años de divergencia entre uno y otro. Además, el COVID-19 se diferenciaba del resto de coronavirus encontrados en el murciélago en la proteína situada en la superficie del prión (partícula viral) denominada espiga. De hecho, esa diferencia era la principal explicación de la alta infección que provocaba entre humanos.
ARRANCA LA INVESTIGACIÓN PARA DESCUBRIR EL ORIGEN DEL COVID-19
En ese justo momento hace su aparición nuestro entrañable amigo, el pangolín. El motivo es que se habían encontrado algunos coronavirus presentes en pangolines con esa misma espiga (también conocido como RBD). Así, se puso al escamoso mamífero en el epicentro mediático a medida que el mundo sucumbía a una pandemia como hacía mucho tiempo no se recordaba. La hipótesis del pangolín parecía seductora, bastante más que la de los murciélagos únicamente, pero se necesitaba algo, ya que hay un gran número de animales que pueden albergar coronavirus muy similares.
Pero ya desde el principio empezaron los problemas. El primero, porque no había registros de que hubiera pangolines en el Mercado de Mariscos y Vida Silvestre de Huanan, en Wuhan, de donde se cree que salió el COVID-19. Eso implica que no se vendieran, para nada. De hecho, aquí se podría utilizar esa famosa frase de: ‘No tengo pruebas, pero tampoco dudas’. Los pangolines están en peligro de extinción, por lo que su comercio es ilegal y que aparecieran en los registros (aun al margen del COVID) serían indicios incriminatorios de los que es mejor borrar todo registro.
LA SEGUNDA VÍA DEL ORIGEN DEL COVID-19: MANIPULACIÓN GENÉTICA
Mientras todos los ojos miraban a los pobres pangolines como los responsables de la peor pandemia en siglos, al margen crecía otra teoría mucho más preocupante: la de que el origen del COVID-19 había venido de la mano del hombre, más en concreto, de la manipulación genética. Además, había un escenario/sujeto muy sospechoso: el Centro de Wuhan para el Control y la Prevención de Enfermedades.
Se trata de un laboratorio de bioseguridad de nivel 4 (el máximo) en la propia ciudad de Wuhan donde se trabajaba con los patógenos más peligrosos. Especialmente, se centraba en el caso de los coronavirus y en una persona muy especial: Shi Zhengli, investigadora conocida como ‘La dama murciélago’. De hecho, la propia Shi había estudiado (o tenía en el radar) la cepa RATG13.
Para más sospechas, pronto se localizaron algunos trabajos sensibles. En concreto, científicos chinos, italianos y estadounidenses exploraron el potencial patológico de un coronavirus de murciélago, denominado SHC-014-Cov, mediante la recombinación de su genoma con el de un ratón. Los resultados, de noviembre de 2015, informaban de que el virus resultante podría “replicarse de manera eficiente en las células primarias de las vías respiratorias humanas”. A principios de abril de 2020, esa información (junto a otras muchas acerca de esas investigaciones) había desaparecido.
EL PLAN POR FASES DE LA OMS
Tras unas primeras semanas frenéticas, en las que todo el mundo estaba estudiando sobre el origen del COVID-19 se tenía ya un sospechoso habitual, en este caso el pangolín, y otra teoría (alimentada, además, por el propio presidente de los Estados Unidos, Donald Trump) con un laboratorio de investigación de alto nivel que trabajaba precisamente con coronavirus. Así pues, la OMS (Organización Mundial de la Salud) tomó las riendas de la investigación para intentar evitar tanto la politización del origen del COVID-19 como para frenar las tensiones geopolíticas, especialmente entre China y Estados Unidos, por las palabras de Trump.
En enero de 2021, un equipo internacional de expertos viajó a Wuhan auspiciado por la OMS. Los científicos, entre los que se incluían algunos chinos, revisaron la evidencia sobre cuándo y cómo podría haber surgido el virus, como parte de lo que se conoce como fase uno. Más tarde, se publicó un informe en el que se describieron cuatro escenarios posibles, siendo el más probable que el virus se propagase de los murciélagos a las personas, posiblemente a través de una especie intermedia. Una vez concluida esa primera base, se diseñó una segunda fase para estudiar en profundidad lo que sucedió en China.
“La inclusión del escenario del incidente de laboratorio en el informe final fue un punto clave de controversia para los investigadores y los funcionarios chinos”, Nature.
Pero en ese momento, los científicos dejaron paso a los políticos, añadiendo más tensión a las investigaciones. Principalmente, por el papel que había jugado el laboratorio secreto chino en todo el asunto. “La inclusión del escenario del incidente de laboratorio en el informe final fue un punto clave de controversia para los investigadores y funcionarios chinos”, se recoge a modo de lamento en la publicación Nature.
SE ARCHIVA SIGILOSAMENTE FINALMENTE LA INVESTIGACIÓN SOBRE EL ORIGEN DEL COVID-19
Todo terminó cuando la OMS publicó una nueva circular sobre los siguientes pasos en la investigación. En ella, se destacaban dos puntos de estudio cruciales: la evaluación de los mercados de animales salvajes en Wuhan junto a las granjas que los abastecen, así como auditorías de los laboratorios en el área donde se identificaron los primeros casos. Ese sería el final. Los funcionarios chinos rechazaron los planes de la OMS y se opusieron especialmente a la propuesta de investigar las infracciones de laboratorio. De hecho, Zhao Lijian, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, dijo que la propuesta no debería centrarse en las vías que el informe de la misión ya había considerado extremadamente improbables: esto es, los laboratorios secretos chinos.
Finalmente, la OMS ha archivado silenciosamente esa segunda fase y, con ello, ha abandonado casi cualquier atisbo de poder encontrar el origen del COVID-19. La organización se excusa en que China ha torpedeado cualquier intento, por lo que poco más puede hacerse. Un desastre en todos los sentidos: primero, desde el punto de vista científico, porque conocer su origen ayudaría a frenar otras pandemias en un futuro. En segundo lugar, desde el punto de vista moral, después de ver cómo han muerto millones de personas en todo el mundo.
En último lugar, desde el punto de vista de sociedad. Un mundo civilizado debería haber podido encontrar la manera de llegar al fondo del asunto para desterrar cualquier mínima duda de que se trata de un virus creado por el hombre y propagado a consciencia. En cambio, solo echa más leña al fuego a las teorías de la conspiración, principalmente porque si bien se apunta a China como culpable, que Estados Unidos u otros países no hayan levantado la voz de alarma implica que no se quiere llegar al fondo del asunto porque todo el mundo tiene algo que ocultar. Y si no es así, se han esforzado mucho porque lo parezca.