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El sometimiento a Putin (Rusia) y sus consecuencias: la historia de Versalles vuelve un siglo después

Pedro Ruiz| 1 de marzo de 2022

En apenas unos pocos días el mundo ha traspasado más líneas rojas que en medio siglo. Así, las últimas ínfulas de grandeza de Vladimir Putin para Rusia le llevaron a aprobar el primer gran ataque militar en territorio europeo desde la II Guerra Mundial. La respuesta del mundo no se ha hecho esperar. La somnolienta Unión Europea decidió contribuir con el envío de armas a terceros, algo inédito e histórico. También el tamaño, y el perímetro de afectación, de las sanciones económicas no se habían visto nunca. Incluso atacando al propio corazón de la economía rusa: su banco central.

El ataque conjunto la UE, Estados Unidos y Gran Bretaña fue realmente duro para la economía rusa. En primer lugar, porque sacar del sistema de pagos internacionales, conocido como SWIFT, a los bancos del país forzaba inevitablemente una corrida bancaria. En segundo lugar, porque al estresar los bancos hasta casi hundirlos, ya que las entidades financieras son empresas quebradas por definición, atacaba a los grandes subsidiarios de la deuda y la moneda del país, el rublo. Finalmente, el movimiento financiero de pinza se cerró neutralizando el Banco Central de Rusia, el único actor que podía actuar.

Un movimiento, ese último, ante el que quizás Putin no estaba preparado. En especial, por parte de la UE. Al fin y al cabo, una de las grandes preocupaciones del líder ruso fue la de incrementar notablemente el volumen de reservas de su banco central, a la vez que reducía el peso de los dólares e incrementaba el de los euros. De ahí, quizás, que la unión de todo ello haya brindado la oportunidad de colapsar Rusia en unas pocas horas. En concreto, en breve periodo de tiempo se han visto quiebras bancarias y una caída del rublo y una subida de tipos verticalmente históricas.

 

DE ARRUINAR ALEMANIA A HACERLO CON RUSIA: EL EFECTO PUEDE VOLVER

Pero lo que ahora parece una victoria para la facción de occidente tiene una doble lectura. Además de algo todavía peor: hace que el final pueda ser más imprevisible (y sobre todo peligroso) que nunca. Y es que el plan de arruinar económicamente a un pueblo para someterlo no ha solido ser nunca una idea demasiado exitosa. Una experiencia que, por ejemplo, ya ocurrió hace 102 años con la firma el 28 de junio del Tratado de Versalles y la capitulación de lo que hoy conocemos como Alemania. Una región a la que se la se sometió a unas condiciones financieras durísimas.

Con unos resultados devastadores. Así, primero trajo consigo unos años de un empobrecimiento brutal para su población. Los altos costes que debía pagar el país le llevaron a ejecutar una política monetaria suicida que se tradujo en una superinflación tan salvaje que a día de hoy todavía retuerce a los alemanes. Pero lo que estaba por venir todavía sería peor. El ascenso al poder de Adolf Hitler terminó por desembocar en la última gran guerra que se había producido en suelo europeo. Ahora Rusia parece estar siguiendo el mismo camino. De hecho, los ataques nocturnos recientes, entre el lunes y martes, han sido mucho más intensos y a una escala más mortal para los civiles.

Aunque esto no arranca ahora, sino que viene desde hace años. Más en concreto desde 2014, cuando la anexión de Crimea, en otro enfrentamiento entre rusos y ucranianos, desembocó en duras sanciones económicas al país. Si bien es cierto que no tienen comparación con las actuales, también lo es que han sometido a un estrés continuo a Rusia. De hecho, entre 2012 y 2019 el ritmo de crecimiento de la economía rusa fue del 1%, lo que la sitúa no solo por detrás de los países emergentes, sino también de otras regiones desarrolladas.

 

EL DESCONTENTO POPULAR CONTRA PUTIN PUEDE DARSE LA VUELTA

Incluso, ese crecimiento está muy por debajo del que experimentó la Unión Soviética entre 1977 y 1985 y que se le conoce como la era conocida del «Estancamiento». Y que prácticamente fue el telón de fondo para la potencia. Por último, ese lento ha ayudado puesto contra las cuerdas a Putin desde el punto de vista de tener a la población en su contra o al menos una mayoría de personas que hace años era impensable. Aquellos movimientos sociales, además, comenzaron hace cerca y obligó al régimen a un mayor grado de violencia para defenderse.

Así, no ha pasado ni un año, desde que la gente tomará las calles de Rusia para protestar por el trato recibido del único político que se había atrevido a plantar cara a Putin: Alexei Navalny. En aquel momento, el Kremlin finalmente pudo repeler el intento de desestabilización a medida que sometió al país. También en esos meses empezó a extender y reagrupar sus tropas cerca de la frontera de Ucrania. Ahora, parece más que evidente las intenciones que ya tenía. Pero también parece claro que esos movimientos no han ayudado a levantar su imagen entre la población.

En la primavera de 2021, el Centro Levada, un grupo de encuestas independiente, calculó que el número de personas que esperan protestas económicas en Rusia aumentó del 26% al 43% en apenas 12 meses. Ahora el colapso total de la economía rusa llevará aun más arriba ese porcentaje. Pero también llevará a que Putin intente defenderse con más vigor y represión que nunca. También con más propaganda intentando hacer ver a su pueblo que occidente les está matando de hambre y que su líder es el único en defenderlos. Eso es lo que podría estar esperando el Kremlin. En ese caso, por desgracia, Putin sabe que actuar con la mayor contundencia es la única manera de atraer a la población rusa a su redil. Y eso le hace completamente impredecible.

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