¿Qué esconden las empresas que no son tan sostenibles como parecen?
Pocos vehículos eléctricos contaron en su día con mayor beneplácito que el Renault Zoe. Con un tamaño, y precio, reducido y una batería recién incorporada de 41 kWh con autonomía de 400 kilómetros su éxito elevó a la firma francesa a los altares de ventas de coches eléctricos. Y, por supuesto, el Zoe fue el más demandado, por ejemplo, en España. Era el año 2017. Ahora cinco años más tarde la marca gala no solo ha quedado rezagada en esta nueva industria, sino que en plena pandemia tuvo que ser rescatada por el Gobierno francés.
En el otro lado aparece Hyundai. En 2017, la marca surcoreana estaba muy por detrás de otras grandes como la propia Renault, la alemana BMW que estaba triunfando con su i3 y se mantenía pareja con otras grandes marcas. Pero cinco años después, sus cifras de ventas de coches eléctricos se han multiplicado varias veces y ya es la cuarta compañía que más vende. De hecho, solo la superan gigantes de la talla de Tesla, Volkswagen y la china BYD. Además, a una distancia tan exigua de la tercera, que dada la situación en el gigante asiático la podría superar en este mismo 2022.
La diferencia entre Renault y Hyundai pone de manifiesto la importancia de adaptarse al medio. También la de apostar por la sostenibilidad que demandan los clientes. Así, por ejemplo, mientras que los franceses presionaban en la Unión Europea para extender la vida de sus modelos impulsados por el diésel, para extender la rentabilidad de sus fábricas, la marca surcoreana profundizaba en su modernización. Ahora la firma gala ha tenido que presentar ya distintos proyectos de electrificación para no seguir quedándose atrás.
Uno de los grandes problemas actuales en materia de sostenibilidad es que las empresas hablan demasiado, pero hacen muy poco.
Y es que uno de los grandes problemas actuales es que las empresas hablan demasiado, pero hacen muy poco. También que no es tan sencillo volverse sostenible. La industria de los coches eléctricos dice ser el futuro por sus bajas (o nulas) emisiones de dióxido de carbono, el principal causante del cambio climático. Pero cuando se mira el sector con más detenimiento no todo es tan sostenible, de hecho, algunas de sus actividades no solo son ‘dudosas’ en cuanto a su sostenibilidad, sino que incluso son incompatibles en algunos casos con la defensa de los derechos humanos.
Una de esas, en términos generales, es la minería. Las empresas encargadas de operar las minas de todo el mundo suelen estar perseguidas por demasiados escándalos. El último episodio ha involucrado al gigante Glencore y ha sobrecogido al mundo. Un caso que, además, apunta al corazón de los coches eléctricos: el Congo y el cobalto. La extracción del mineral se realiza tanto de forma industrial, el más convencional, como artesanal, más rudimentaria. La segunda es la más habitual y también la más peligrosa. Los trabajadores excavan los pozos a mano, los transportan en cubos sobre la cabeza y en moto, lo que hace que los accidentes sean comunes. Las excavaciones también se derrumban con facilidad incrementando la mortalidad.
EL OSCURO SECRETO DE MERCADONA
Los casos anteriores son recurrentemente olvidados cuando se habla de sostenibilidad. Al fin y al cabo, el término va mucho más allá de medir solo la cantidad de emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero que se producen. Otro tema importante, y ahora parece que olvidado, es el del excesivo uso de los plásticos y los residuos. Un campo, de nuevo, en el que las empresas dicen ser más responsables de lo que en realidad lo son. Un buen ejemplo de ese exceso de publicidad y falta de compromiso es Mercadona.
La firma que dirige Juan Roig se propuso hace dos años limitar el uso del plástico en sus locales. Para ello, lanzó su Estrategia 6.25 con ese mismo propósito. Pero un año después, los resultados son entre malos y muy malos. De hecho, la firma valenciana generó una cantidad récord de residuos de plásticos y poliexpan, incrementando en hasta un millón de kilogramos la cifra registrada un año antes. Eso ha llevado a Mercadona a ser una de las compañías peor valoradas entre los grandes supermercados de Europa, pese a las palabras que continuamente suele hacer el presidente.
También muchas otras empresas presentan otro tipo de problemas. En especial, las alimentarias que dicen apostar por el cuidado del planeta, pero fallan en sus casos más elementales. La ganadería intensiva supone un problema para el medioambiente y la agricultura poco regulada están secando los acuíferos subterráneos de agua dulce que son imprescindibles. También las empresas que obtienen agua de ellos, y de otras fuentes, para luego venderla embotellada están siendo vigiladas muy cerca. En definitiva, la sostenibilidad se ha convertido en un reclamo que utilizan las empresas para atraer clientes y estar mejor valoradas, pero la publicidad en muchas ocasiones no es más que maquillaje.