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Sol Macaluso: «Jamás imaginé iniciar mi andadura como reportera de guerra en Ucrania»

Ana Matías| 7 de septiembre de 2022

Sol Macaluso (Olavarría, Buenos Aires, 1995) es la voz –y el rostro– de un nuevo periodismo. Una sala llena de portadas de cobertura del atentado terrorista del 11S en el Newseum de Washington D.C. le abrió los ojos a otra realidad para dirigir su trayectoria hacia la actualidad de los conflictos bélicos; el resto es historia reciente.

El pasado mes de enero se trasladaba a Kiev para cubrir el conflicto entre Ucrania y Rusia para Mediaset España y otros medios internacionales. Al otro lado del televisor, su familia y todo el país descubrimos a una Sol impecable que, con gran entereza, nos informaba del día a día de un conflicto nefando sin dejar de emocionarse, una reacción más que justificada y necesaria cuando todo el continente vivía con el corazón en un puño.

Siempre será recordada por su impactante directo en el que no pudo contener las lágrimas ante el horror que estaba viviendo en la capital ucraniana. En ese momento, la periodista e influencer, hasta entonces desconocida para el gran público, afianzó un lugar especial en el corazón de toda la audiencia. Ella es la representación de que el sentimiento no está reñido con la profesionalidad, más bien al contrario, y como ella bien dice: “No somos robots”.
Toda una declaración de intenciones de un nuevo periodismo del que ya es más que una gran promesa. A su vuelta a España, comenzó a trabajar en el programa Ya son las 8 de Telecinco, junto a Sonsoles Ónega, y ahora continúa con el formato de Ya es verano, en la misma cadena, afrontando esta nueva etapa con ilusión renovada.

Has trabajado en multitud de campos dentro de la comunicación. Cubriste boxeo y eventos deportivos, has vivido en Italia y Estados Unidos… Poner en riesgo la vida implica un gran compromiso y una gran vocación. ¿Cómo empezó tu andadura como reportera de guerra?

Mi carrera periodística comenzó en el mundo deportivo y con la radio. Siempre fui aficionada al fútbol y hacía coberturas de este deporte a nivel europeo para un medio argentino. Luego, casualidades de la vida hicieron que terminara descubriendo el boxeo y entrenando junto a la selección argentina en la Federación Nacional. Descubrí un deporte que no conocía y se volvió otra de mis pasiones. A raíz de eso también tuve la oportunidad de trabajar periodísticamente en ese campo, inclusive aquí en España, y con campeones mundiales de esta disciplina. Mi vida tiene demasiadas vueltas, también viví en Estados Unidos, donde estudié inglés como segundo idioma mientras trabajaba de niñera, y viví en Italia para aprender bien el italiano.

Mi andadura como reportera de guerra fue casi sin querer. El terrorismo y las guerras siempre fueron temáticas que me resultaron curiosas y estudiables desde la parte sociológica, y la fantasía de poder realizar algo relacionado siempre estuvo ahí, pero jamás pensé, ni siquiera en enero al viajar a Ucrania, que ese sería el momento de ponerme a prueba, tanto personal como profesionalmente.

¿Cómo surge tu participación en la cobertura del conflicto de Ucrania?

Me convoca Quality, una productora española con la que había estado trabajando en diciembre, porque necesitaban un perfil bilingüe para las negociaciones entre Ucrania y Rusia… mi respuesta fue inmediata y positiva.

¿Cómo fueron esas primeras horas allí? ¿Qué sentimientos afloraron?

Mis primeros días en Ucrania fueron maravillosos, era mi primera cobertura internacional para varias cadenas de televisión de diferentes países. En enero se hablaba mucho de la escalada de tensión pero no se palpaba en las calles del país; de hecho, no se percibía nada ni siquiera la noche anterior a la invasión rusa. Estaba muy orgullosa de haber conseguido esa oportunidad por mis propios medios. Porque siendo extranjera y sin contactos hubiera creído en mí para ir en busca de lo que quería hacer. Ucrania era para mí, desde antes de la guerra, lo que un Mundial de fútbol para un futbolista. Era el momento de demostrar que yo valía y estaba capacitada. El miedo, desde el 24 de febrero hasta el final de mi cobertura en el país, fue tanto mi aliado como mi motor, el sentimiento que me hacía darme cuenta de por qué nuestro trabajo es tan fundamental siempre, pero, sobre todo, en ambientes hostiles.

“Cuando muere un compañero, se genera un sentimiento de hermandad que traspasa cualquier barrera de nacionalidad o idioma”.

 

Un compañero guía en Ucrania te pidió que te llevaras a su hija mientras él volvía al frente. ¿Cómo fue ese momento? ¿Seguís teniendo contacto?

Esa noche era la segunda de la guerra y fue una conversación privada que tuvimos él y yo en un apartamento para refugiados que había encontrado la mujer de mi camarógrafo en un grupo de Telegram. Fue una conversación seria y breve, él tenía un favor que pedirme y mi respuesta fue inmediata. No se titubea en situaciones así, no hay lugar para la tibieza. Por supuesto seguimos teniendo contacto y no veo la hora en que podamos reencontrarnos.

Habrás visto peligrar la vida de muchos compañeros a tu alrededor, ¿viste de cerca la muerte o el serio peligro?

Afortunadamente no me ha tocado ver a ningún compañero morir, pero sí atravesar junto a un colega la muerte de uno de los suyos. En el momento en el que en una cobertura de guerra muere un periodista, siento que algo dentro de cada uno de nosotros muere también. Se genera un sentimiento de hermandad que traspasa cualquier barrera de nacionalidad o idioma; es difícil de explicar, pero se agradece esa calidez en momentos tan difíciles.

¿Qué ocurre cuando se apagan las cámaras?

La vida misma. Los suspiros, los llantos, los abrazos, el tomarse de la mano, los silencios, las miradas; toda aquella comunicación no verbal que dice mucho más que las palabras, y también las palabras que intentan apagar el fuego que cada uno de nosotros atraviesa de diferentes maneras en esos momentos.

En esos momentos en el refugio, cuando sucedía un bombardeo, ¿qué se te pasa por la cabeza?

En mi caso, mi familia. Constantemente. Y mis compañeros, el querer cuidarnos los unos a los otros y desear que esos minutos, u horas, pasen lo más rápido posible para poder sentir que sobrevivimos una vez más.

¿Es muy distinto lo que vemos de lo que nos cuentan?

No, pero es mucho peor. Ustedes ven entre 30 segundos y tres minutos, como mucho, de una situación que, aunque uno quiera plasmar y ponerle palabras para que desde casa se empatice y comprenda, es muy difícil. Esos 30 segundos que a veces al espectador le dejan angustiado o en shock, es la realidad diaria desde hace más de cinco meses de todo un país.

“El miedo fue mi aliado y mi motor”.

 

¿Cuál es la mayor enseñanza o el mayor aprendizaje que te llevas de Ucrania?

Aprendí mucho, no sé si puedo todavía ponerlo en palabras. La mayor enseñanza creo que es la humanidad y solidaridad que aprendí del pueblo ucraniano, el dejar de lado el egoísmo por ayudar al otro y por un bien mayor.

¿Qué te decía tu familia?

Atravesaron diferentes etapas que tuve que comprender. Yo nunca me capacité específicamente para ser periodista de guerra, por lo que mi familia tampoco estaba preparada mentalmente para que su hija menor atravesase una experiencia así. Se enfadaron, se angustiaron y luego terminaron por comprenderlo, o por lo menos aceptar mi decisión de permanecer en esa cobertura.

¿Cuándo vuelves a España? ¿Cómo tomas esa decisión?

Por cansancio mental y físico. Eran jornadas laborales de más de doce horas, cobertura para más de siete países distintos con lo que eso implica: preparar información de diferente calibre y matiz para que cada cadena tuviera la información que su país requería. Y todo eso hacerlo entre bombardeos, sirenas antiaérea y todo tipo de situaciones inestables que hacen que uno tenga que dedicar el triple de energía y atención a su trabajo.

Tras 67 días retransmitiendo la guerra en primera persona, comentaste que, tras volver a España, te diagnosticaron estrés postraumático, ¿cómo fueron esos primeros días de vuelta a casa?

Raros. Mi cerebro no entendía que ya se podía relajar, me costaba conciliar el sueño básicamente porque en Ucrania no me dormía sino por agotamiento en la madrugada. Desde que comenzó la guerra en el país no dormí más de cuatro horas consecutivas y eso ya es mucho decir. Entonces, al volver a casa, mi cerebro seguía en estado de alerta, atenta a cualquier tipo de sonido, esperando una bomba o una alarma más…

¿Cambiarías algo si pudieras volver?

Nada. Todo sucede cómo y cuándo tiene que suceder, y por algo se da de esa manera.

A pesar de la dureza de lo vivido, afirmaste en alguna ocasión que ha sido la experiencia de tu vida. ¿Volverías a un territorio en guerra? ¿Volverás a Ucrania?

Sin ningún tipo de duda, sí. De hecho, me encantaría estar en Ucrania a día de hoy realizando mi trabajo junto con mis amigos ucranianos. La única razón por la que regresé a España fue por el cansancio; si pudiera volver, ya lo hubiera hecho. Pero como decía antes, todo tiene su momento y sus porqués, hoy me toca estar aquí en otro ambiente laboral por el cual estoy muy agradecida y también me hace muy feliz.

 

 

Si quiere leer la entrevista completa, pida la revista Influencers en su quiosco o acceda a la versión digital que podrá encontrar aquí.

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